Cap. 2 Portal Infinito

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Caminé hacía las escaleras y tomé mi móvil para poder ver dónde pisaba. Subí los primeros escalones con tranquilidad sin temor a que colapsaran. Escuché un ligero crujir de la madera debajo de mí y me detuve. Me encontraba en la segunda vuelta de escalones. Había unos dos o tres metros de ahí, al suelo. Di un paso y ... el ruido que escuché fue horrible. Los escalones se partieron en toda dirección, y yo caí. Quise gritar pero sentí las cuerdas vocales pegadas. Siempre pensé, que cuando estuviera al borde de la muerte, vería mi vida en un par de segundos, pero fue diferente a lo que yo pensé. Fue una revolución de flashes. Miré a una chica que besaba a otra. Por su vestimenta deducí que eran árabes. Bailaban como ninguna mujer en la tierra, sus cuerpos idílicos eran cubiertos sólo por finas telas. La danza de los siete velos, mutuamente las mujeres se bailaban, despertando en la otra las pasiones terrenales más bajas. Todas las imágenes de esas hermosas mujeres árabes eran la mezcla perfecta, al verlas, todos los prejuicios se iban desvaneciendo. Pero una última imagen llegó a mí. Observe como un hombre asesinó a las mujeres por la deshonra que le provocaban a Alá. Sentí el dolor de la mujer castaña que fue apuñalada en el vientre. Fue una sensación horrible el como su dolor se convirtió en mi dolor, y yo no podía gritar, no podía defenderme de ese hombre que injustamente me mataba y mataba a la otra mujer. Todo se volvió oscuro. Sentí frío, sentí calor, sentí emoción y sentí tristeza. Una luz brillante invadió mi alma y fue como si un fuego despertará en mi interior. Abrí los ojos y todo a mi alrededor se encontraba cubierto de una fina capa de hielo. Estaba ahí, pero no era yo, era otro cuerpo. Era un hombre alto, fornido y de cabello rubio. Hombres y mujeres caminaban por una superficie de hielo mientras un barco que por sus características aseguraría que era vikingo, anclaba en la orilla rompiendo con delicadeza el hielo. Hombres bajaron del barco a saltos haciendo crujir el hielo y colocaron una rampa de madera. Una hermosa mujer de cabello rubio, ojos azules y vestida con abrigos de piel para soportar las bajas temperaturas, bajó del barco, su caminar era perfecto. Era una princesa, de eso no quedaba duda. Un amor prohibido como el anterior. El padre de la mujer arrojó al mar a ese pobre hombre, que era solamente un pescador. De nuevo, sentí como murió ese hombre, por que era yo, era mi alma, lo había comprendido. La mujer tras la muerte de su amor se quito la vida. Todo se volvió oscuro, me encontré en penumbras. La luz brillante volvió a aparecer y el fuego volvió a despertar. ¡Tras ella! Gritó la muchedumbre mientras una mujer corría con dificultad por el vestido, por las calles de la vieja Inglaterra. Las lágrimas se habían derramado por sus mejillas y no logró seguir. Su cuerpo chocó contra el suelo en un golpe sordo. La muchedumbre iba a matarla pero un sacerdote se interpuso. No consiguió salvarla... sólo consiguió que el fuera asesinado junto a ella. Sentí las llamas de fuego que recorrían el cuerpo de la mujer. Y sentí como murió, los ojos se cerraron una vez más. Sentí mis cuerdas vocales abrirse y grité desde el fondo de mi alma, mi cuerpo chocó contra el suelo del reloj inglés despertando una nube de polvo. Sentí un horrible dolor en el pecho, como si este se comprimiera. De nuevo se formó un nudo un mi garganta y ni siquiera podía respirar por el polvo que me rodeaba. Me arrastre con dificultad, tratando de escapar de la nube de polvo. Hice raros sonidos con mi garganta al estar ahogado. Abrí los ojos con debilidad y miré el espejo donde había visto a Drew y Darwin. Miré al otro lado y observé a la distancia un rayito de luz en el suelo. Me dolían los huesos y la cabeza. Traté de levantarme pero no lo logré. Opté por arrastarme hacía esa luz. Dejé mi mochila en el suelo para poder avanzar más rápido. Hasta pensar me dolía. Proferí algunos gemidos de dolor al sentir como mi abdomen rozaba el suelo. Me sentía fatal en esos momentos. Después de unos metros logré levantarme. La luz se veía más cerca y rutilante. Sentí mis piernas doblarse, amenazando con desplomarse al suelo otra vez.

—No hay dolor, no hay dolor.

Susurre para mí y apreté mi mandíbula. Mis pensamientos se concentraron en eso y el dolor se desvaneció. Sentí una paz profunda y entendí que había usado algún don de curación. Llegué a la luz y vi que ésta se colaba por debajo de un muro. Me apoyé contra el muro y escuché el tintineo de unas cadenas. Empuje con fuerza varias veces pero era inútil. Era demasiado extenuante el empujar aquel muro. Empuje de nuevo y escuché el crujir de la madera, lo estaba logrando. Empuje con mucha más fuerza pero sentí un dolor horrible en mis huesos, y me desplome al suelo agitado y desorbitado. La cabeza me daba vueltas, el dolor había incrementando, y sentía un ardor terrible en mi muñeca. Giré mi rostro para ver mi mano y vi como el collar de la espada parecía estar en vuelto en un fuego verde rutilante.

Una Noche MásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora