La madre permanecía junto a la tumba de su hijo, la lluvia implacable mezclándose con las lágrimas que rodaban por sus mejillas.
—Ya podemos irnos, señora —insistió el conductor, pero ella negó con la cabeza, sus ojos fijos en la lápida.
—Por favor, solo un momento más.
El conductor se alejó, respetando el dolor silencioso que la consumía. Fue entonces cuando un hombre misterioso, vestido con un impecable traje, se acercó.
—¿Necesita ayuda? —ofreció con voz suave.
Ella volvió la mirada hacia él, los ojos hinchados de tanto llorar.
—Tenía apenas 8 años... tan joven, tan lleno de vida —susurró, sus palabras cargadas de profunda tristeza.
El hombre inclinó la cabeza, su mirada penetrante, reflejando comprensión.
—Los recuerdos pueden ser como hilos que tejen el tejido de nuestras vidas —dijo con calma.
Mientras la lluvia persistía, ella continuó compartiendo los recuerdos que la mantenían unida a su hijo: los abrazos apretados, las sonrisas inocentes, las aventuras compartidas.
—Es evidente que tu amor por él es inquebrantable —comentó el hombre, su voz cargada de empatía.
Mientras las nubes oscuras se cernían sobre ellos, él hizo una propuesta intrigante.
—Puedo traerlo de vuelta, pero esto tendrá un precio. ¿Qué estás dispuesta a sacrificar?
Ella lo miró con desconfianza, sus ojos revelando una mezcla de esperanza y temor.
—¿Qué deseas a cambio?"
Una enigmática sonrisa curvó los labios del hombre.
—¿Tienes algo preciado que ofrecer? ¿Algo que pueda equivaler a la vida que deseas traer de vuelta?
Ella tragó saliva, sintiendo el peso de la decisión inminente.
—Mi hijo es insustituible, ninguna oferta sería tan valiosa.
Él reía, un sonido extraño que resonó en el húmedo aire.
—Entonces, ¿estás dispuesta a pagar el precio? La elección es tuya.
Mientras él se alejaba, ella quedó inmersa en pensamientos turbulentos. En su hogar, mientras las velas parpadeaban, sostenía una taza de té, debatiendo consigo misma los dilemas morales que se le presentaron. —¿Quitarle la vida a otro ser humano...? ¿Vale la pena, por amor?
Con determinación, regresó al cementerio, enfrentándose nuevamente al enigmático hombre.
—Mi respuesta es no —declaró con voz firme—. No puedo comprometer mis principios morales por un deseo personal.
Mientras se alejaba, una siniestra sombra comenzó a envolver al hombre. Sus rasgos parecían distorsionarse, sus ojos destellaban con una malevolencia sutil. —Una decisión sabia... por ahora —dijo con un tono sarcástico, revelando su verdadera esencia oscura.
La madre abandonó el cementerio, una sensación de inquietud la acompañaba. La enigmática entidad había puesto a prueba su moral y determinación, pero ella se mantuvo firme en su elección. Mientras se alejaba, la figura del hombre comenzó a transformarse, revelando su forma demoníaca y sombría, una criatura que habitaba los rincones más oscuros.
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Una noche apareció la llorona; y otros relatos que dan escalofríos
HorrorColección de relatos que te pondrán la piel de gallina, entre los cuales no existe un orden cronológico para leerlos.