Capítulo 1. Mundos totalmente opuestos

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Narrador omnisciente

El ambiente era denso, saturado de una tensión palpable que flotaba en el aire enrarecido en un ring clandestino donde gotas completamente rojas caían al suelo. La luces del peligroso lugar apenas lograba penetrar la oscuridad, dejando apenas visibles los contornos de las siluetas de las personas que se amontonaban alrededor de un espacio improvisado, donde las mismas hacían grandes apuestas de dinero entre los violentos contrincantes. Un murmullo expectante fluía entre la multitud heterogénea que mantenía con ansias el espectáculo nocturno.

El bullicio de la multitud, llenaba todo el nocivo lugar. Entre ellos se encontraban criminales de todo tipo, desde jóvenes pandilleros con rostros apenas sombreados por la adolescencia hasta veteranos de la calle con cicatrices que contaban historias que preferían olvidar o hablar con orgullo. Unos vestían atuendos que exudaban rebeldía, mientras que otros lucían ropas raídas que apenas cumplían su función.

Las apuestas se intercambiaban rápidamente, algunas susurrando con codicia, otras mostrando expresiones de incertidumbre ante la imprevisibilidad de la pelea. El dinero cambiaba de manos con la misma velocidad que los ánimos fluctuaban entre la excitación y la cautela.

En el centro de la arena improvisada se encontraba, Connor Powell, uno de los matones y delincuentes más peligrosos que pudiera existir, despiadado y sumamente agresivo, se erguía con un aura intimidante y le hacía honor al alias por el que con regularidad todos sus conocidos lo llamaban "La Bestia". Sus tatuajes se destacaban como jeroglíficos de su violento pasado, y la iluminación parcial resaltaba las cicatrices que marcaban su piel. Su figura imponente era el epicentro de la atención, y sus ojos negros reflejaban la oscuridad de su alma.

Del otro lado del ring, estaba un rival desafiante. El contraste entre ambos era evidente: uno, un líder temido; el otro, un peleador bastante experimentado. Pero este último, tenía el rostro ensangrentado por los múltiples golpes y se sentía bastante mareado, aun así, le estaba siendo frente al hombre que indiscutiblemente lo iba a derrotar.

Connor y su adversario se lanzaron el uno al otro, desencadenando una danza de golpes y esquivas. Los gritos de la multitud alimentaban la violencia coreografiada, mientras las sombras proyectadas por la tenue luz bailaban en las paredes circundantes.

El rival de la Bestia, seguía haciendo su mayor esfuerzo para por lo menos ocasionarle un pequeño moretón en su cara tatuada. Pero Connor tenía una gran habilidad y buenos reflejos para rehuir de sus ataques con facilidad. Su experiencia en este tipo de peleas callejeras era demostrable, nunca había perdido una, e incluso, muchos dudaban y titubeaban al momento de entrar al escenario de lucha, por temor a quedar con un brazo roto, con la mandíbula dislocada, con una contusión cerebral, o peor aún, morir en el asalto mano a mano.

El tumulto alcanzó su punto álgido cuando Connor, como una fuerza desatada, derribó a su oponente con un golpe devastador. El contrincante yacía en el suelo, inmóvil, expulsado una cantidad considerable de sangre de su boca, mientras Connor se erguía triunfante, su mirada de ojos negros inescrutables parecía absorber la victoria. La multitud estalló en un frenesí de gritos, una amalgama de celebración y descontento.

Algunos, inmersos en la adrenalina de la pelea, vitoreaban a "La Bestia" con fervor, alabando su destreza brutal. Otros, menos entusiastas, murmuraban entre sí, incomodados por la victoria desatada en ese improvisado ring nocturno. Los rostros iluminados por las luces parpadeantes expresaban emociones encontradas: fascinación, horror y la extraña mezcla de repulsa y atracción que solo eventos como este podrían provocar.

De entre la multitud emergió un hombre con una chaqueta raída y un desgastado sombrero, sosteniendo un micrófono improvisado.

-¡Y el ganador es... la Bestia..!- Determinó con emoción.

El Niño y la BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora