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El mundo está lleno de llantos nocturnos y lágrimas perdidas, ¿acaso no las escuchas?

Las gotas de lluvia caen sobre mi piel así como las saladas lágrimas recorren mi rostro, bajando por las curvas de mis pómulos, tomando el manto bajo mi mandíbula y recorriendo mi clavícula.

Las estrellas son las únicas espectantes de mis desdichas nocturnas, de las noches que pase exasperada deseando que alguien se quedara aún después de ver lo desagradable que podía llegar a ser.

No me gusta este sentimiento, pero creo que debo sentirlo. Este debe ser mi castigo por desafiar la creación del Dios que todo lo ve. Así como me han repetido innumerables veces aquellos a quienes debía guardar respeto, porque yo nací hombre y debería permanecer así, porque aunque la mona se vista de seda, mona se queda y solo en mis más profundos sueños seré una chica real.

Seguiré cambiando hasta que logre reconocerme.

Me siento sola, deprimida, sin dinero y con insomnio. Es difícil ver como aquellos que deberán ser en quien más confíes te odien hasta la médula por ser un corrompido hijo de Lucifer. Ser odiado por aquellos de tu propia sangre.

En esta familia todos se juzgaban entre sí. Quizá fue por eso que mi hermana se suicidó aquella noche.

Mi hermana mayor me dijo esa noche que se suicidaría, con un frasco entero de Prozac o un reluciente cuchillo de cocina. Dijo que cuando estuviera muerta podría quedarme con su nintendo 64 y jugaría todo lo que quisiera en el frío suelo del sótano.

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Luciérnaga traumada

Pôles opposés (polos opuestos) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora