Malditos sábados

30 4 2
                                    

Sábado. Holmes tenía un especial odio a ese día de la semana, era como un domingo, pero más una especie de premisa que avecindaba los horrores y su aburrimiento dominguero. 

Desde la pérdida de conocimiento del pelinegro, John se había pedido los sábados de descanso, a saber si a cambio de horas extras o con ayuda de Mycroft; lo que sí era seguro es que estaba vigilado, ¿cómo podía Holmes saltar comidas si tenía un doctor a su lado? Imposible y abrumador.

El día había comenzado fatal para Sherlock, se había despertado con galletas de su casera, acompañado de un almuerzo completo y al salir por un caso, de un trozo de bizcocho con café. Para John había sido genial, entre casos no podía comer con regularidad. Aquella especie de "paz" fue efímera ante la llamada del hospital a las diez de la noche, anunciando que necesitaban su ayuda extra por unas bajas no previstas. John había dudado, pero Sherlock había sido vigilado durante un día entero, completado tres comidas y, vigilado también la semana, por órdenes de "arriba". 

— No me voy a morir si vas a trabajar, John 

Le había dicho Sherlock, mientras tecleaba con desgana en su portátil, pero el mayor seguía dudoso. 

— Volveré tarde, no me esperes 

— No soy un niño, por dios

Gimió Holmes en señal de queja, suspirando Watson en forma de respuesta, probablemente añadiendo un "Cuídate" junto a un "Hasta luego, descansa". 

Los pensamientos obsesivos empezaban sin previo aviso, el rizado se había levantado del sillón, yendo a la nevera a por algo de cenar; cuando todo se volvió números, carbohidratos, grasas y proteínas, incluso en sus experimentos, decidió limitarse a una manzana a bocados. Ligero, sano.

Envuelto aún en el caso de la mañana y a la vez, pensando en el cual de los catorce de su bandeja de entrada le tocaría resolver y merecería la pena de atender, el ordenador sonó. Reconocía cada notificación de cada dispositivo, desde las predeterminadas a las puestas por él mismo en un magnífico intento de código secreto de importancia. Y este requería su atención, era de ese foro.

Dudoso, revisó la entrada del blog, eran páginas antiguas, con años sin actualizarse, con consejos viejos y poco útiles, dedicado a un público femenino manipulable y perdido, él no era así, sabía perfectamente donde se metía. Pero, aquel sonido no había sido de una entrada nueva, que ya de por sí era sumamente extraño. 

Era de un nuevo integrante.

No tenía imagen de perfil, se había unido ayer, había dado "me gusta" a blogs famosos y ya está, y ahora, "the More thin One", acababa de mandarle un simple "Hola, creí ser el único chico vivo por aquí".

Sherlock frunció el ceño curioso, era demasiado extraño, no solo el nombre, mostrando un increíble ego hacia sí mismo, impropio de lugares como ese, sino que también su presencia y su mensaje exactamente a él. Bueno, él era el único conectado, capaz lo hubiera intentado con otros sin resultado. 

Sus ojos se entrecerraron, como si quisiera ver a través de la pantalla del ordenador, hasta que decidió responder, intrigado.

"Hola, sí, no estás solo"

Y con tan solo esa corta respuesta, usando ambos seudónimos para hablarse, empezaron una conversación, trivial, donde solo el contrario le recomendaba ciertos blogs.

"¿Y comiste algo?" Preguntó tras mandar un par de enlaces más.

"Una manzana, no me gustaban el resto de cosas, aproveché que mi compañero de piso se fue" 

"Tenemos los mismos objetivos, puedo ayudarte si quieres, puedo ayudarte a mentir"

Mordió su labio, no quería responder. 

"El espejo mentiroso" JohnlockDonde viven las historias. Descúbrelo ahora