Capítulo 11: No siempre es todo felicidad

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Capítulo 11: No siempre es todo felicidad

Aomine Daiki estaba en problemas, serios problemas. No era el tipo de cosas ridículas que podían pasarle a muchos hombres. No, esta vez si la cagó mucho. En su defensa... no tenía defensa.

Aomine Daiki estaba frente a su esposa, hermosa, radiante, con un vestido rojo espectacular con espalda descubierta y esas largas piernas cubiertas con medias de red y se vería como una reina si su maquillaje no estuviera corrido por las lágrimas.

Hoy era el día.

Taiga hoy se graduó al fin de su carrera universitaria y él lo olvido.

No había contestado el teléfono, tenían demasiado trabajo en la estación.

No había visto los mensajes, por que se dijo a si mismo que los vería al llegar a la casa.

Eran cerca de la una de la mañana.

Su chica, su reina, su todo, la mujer que dijo que postergaría su carrera por los niños y que había podido terminar al fin, después de mucho trabajo, por que sí, él pudo estudiar, llegaba y ayudaba con los niños, era su deber. Pero Taiga había estudiado, cuidado a los niños y trabajaba medio turno en una editorial.

Caminó con lentitud hasta el sillón, se sentó junto a ella, no sabía que decir. Se sentía como una verdadera mierda. Esa mañana la había besado antes de irse y ella le había preguntado si de verdad alcanzaría a llegar a las cuatro para prepararse y él dijo que sí, no recordaba porque, respondió en automático.

-Maldición, me siento como la mierda... no pediré perdón, por que sé que no es lo que quieres -dijo Daiki y vio por el rabillo del ojo como su pelirroja asentía con la cabeza.

-Es verdad, Daiki -dijo limpiándose una lagrima casi con rabia con la mano antes de ponerse de pie -. Francamente no tengo ganas de preguntar, ni de escuchar... los niños estarán con mi madre, buenas noches.

Daiki la vio caminar, con los tacones en una mano y tomando la cartera con la otra. La vio ir a su habitación y cerrar la puerta, luego puso el pestillo.

Daiki se cubrió la cara con las manos. Le costaría ganar el perdón de su mujer.

Dos meses después Taiga no puso el pestillo.

Dos meses después Taiga le permitió sostener su mano mientras paseaban con los gemelos un día domingo.

Tres meses después Taiga le besó y le perdonó, pero Daiki sabía muy bien, que nunca más en su vida volvería a decepcionar a Taiga, no la volvería a hacer llorar. 

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