Code Name: Nightmare

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Desde el momento en que pones un pie en Tartarus, tu vida parece ya no avanzar.

El sonido de las puertas metálicas abriéndose y cerrandose en las horas de la comida, mientras son servidos en bandejas de plástico... o dependiendo, ya que ciertos individuos con habilidades específicas son tratados de manera especial en ese aspecto, al punto en que tienen que ser alimentados, bañados.

Incluso muchos perdiendo hasta la más mínima libertad al tener que ser limpiados por los guardias solo para evitar escapes.

Algo así no es vida para nadie.

Las horas solo avanzan mientras que aquellos que al menos se ganaron el derecho de tener una vista, son capaces de ver como las horas pasan en el exterior.

Las visitas de los guardias son constantes, pese a que las cámaras vigilan la celda en cada momento, las cuales únicamente consisten en inspección minuciosas y preguntas que a más de uno ya tienen fastidiado.

Uno de esos tantos días, las luces encendiéndose marcando la llegada del amanecer, mientras que en una de esas tantas celdas una mujer abrió sus ojos, dejando salir un suspiro.

-... otro día...-

Dejando salir un suspiro ella se levantó con calma de la pequeña cama, empezando únicamente a hacer algunos ejercicios de estiramiento físico, a pesar de llevar algo de tiempo en ese lugar, ella ya se había adaptado, no era tan distinto a su última prision... aunque la anterior fue encubierta como academia.

Estirar sus brazos, sus piernas, su espalda, incluso daba algunos saltos apoyándose en la pared para llegar más alto y correr un poco, y una vez finalmente termino, solo se sentó en el suelo, empezando a meditar.

Su rutina se había vuelto así desde aquel día que fue encerrada, y una de las pocas señales del transcurso del tiempo, era el ligero crecimiento de su cabello, y la cantidad de veces que ya se lo habían cortado, buscando que no creciera tanto como para dejarla hacer balas con su quirk.

-Todos contra la pared-

Aquel grito captó su atención, escuchando el sistema de seguridad ponerse en alerta, mientras el sistema de seguridad apunto el arma directo a la persona dentro de la celda, esperando a que el preso se apoyará contra la pared.

Los sonidos de pasos comenzaron a escucharse una vez las alarmas se detuvieron, viendo atraves de la pequeña ventana en la puerta a los guardias deteniendose frente a su celda.

Ya estaba acostumbrada a ver el proceso que tomaba el ingreso de un nuevo preso, por lo que no tenía mucho interés, pero su curiosidad termino despertando, al ver todo lo contrario de lo que ella esperaba.

Cada prisionero que llegaba a Tartarus tenían cierto parecidos, algunos eran villanos tan peligrosos que solo podían ser contenidos ahí, otros eran aquellos que era claro que necesitaban un aislamiento total por sus quirks, o los de aquellas personas con poderes que los volvían bestias peligrosas.

Probablemente había casos como los de ella, aquellos que dudaron del sistema, pero la figura que en esos momentos entraba en la celda no era lo que ella esperaba.

No era alguien amenazante, o un criminal endurecido por la vida de crimen, lo que veía entrar en la celda era solo una chica normal.

Un cabello negro, una expresión dócil y llena de amabilidad en su rostro, fue casi un corto circuito lo que sintió de ver como esa chica con una apariencia inocente estaba siendo encerrada en ese lugar tan sombrio que era el Tartarus.

Los guardias cerraron la celda con un golpe sordo, encerrando a la chica en su nueva prisión, Kaina observo en silencio mientras veía como la chica se adentro más en su celda, no sin antes dejarle ver cómo su expresión mostró un cambio debido a su nuevo hogar.

Esmeralda, Zafiro, Rubí y...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora