Al llegar a la escuela casi nadie estaba en los pasillos, solo uno que otro que también llegaba tarde, no me despedí de ella ni nada porque ahorita era más importante mi clase de cálculo, no tenía problemas con entenderle, pero no me gustaba llegar tarde. Pasaron las horas y recibí un mensaje de un número desconocido
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No puede ser, hoy no tengo tiempo de sus tonterías de adornar, además qué puedo hacer yo si a mí no se me da eso, tengo que decirle que no puedo y que no insista ya que tengo otros compromisos, además no creo que me necesiten demasiado ya son varios los que están ahí además de la chica de la estación que tiene finta de saber decorar. Aunque si lo pienso bien después dirán cosas sobre mi sobre que no ayude en nada. Espero y nos den calificación extra por estás cosas.
Son las 15:00 hrs, voy en camino al auditorio de la escuela y tengo que cruzar por medio de todos, no presto atención a mi alrededor hasta llegar donde me habían citado, encontré la puerta entreabierta y con más obligación que ganas decidí entrar. Al estar dentro me di cuenta de que la única que estaba acomodando era aquella chica de la estación, la vi batallando, acomodando las mesas y sillas. -eh… hola- le dije un poco confundido ya que pensé que habría más personas, mi voz hizo eco en aquel lugar casi vacío. -ah hola, Oliver – aunque se veía cansada me saludo con una enorme sonrisa, yo en su lugar estuviera de mal humor. -Pensé que habría más personas aquí, recibí el mensaje en la mañana de… ¿Tiffany? - su nombre le queda a la perfección a esa chica, su nombre es tan color rosa como la personalidad de ella. -Si, a mí también me mandaron eso, pero por lo que veo aún no llega nadie, a lo mejor se les hizo tarde-
-Tal vez, por mientras ¿En qué te ayudo? - pregunté lo más amable posible, la pobre se ve que estaba cansada así que no quería ser tan duro en mis palabras. Estábamos acomodando las mesas, con manteles de color azul como había dicho además se le ponía una tela más pequeña en medio para darle un toque de elegancia, era color plateado tal como ella lo había propuesto, paso el tiempo y nadie llegaba así que solo terminamos de acomodar las mesas por todo el auditorio. --Ya llevamos más de una hora aquí, tenemos que irnos- le dije mirando el reloj de mi celular, tenía que llegar a casa antes de recibir miles de mensajes de Josa. -Claro, vámonos, ya hicimos mucho por hoy- agarro su mochila y se colgó en los brazos, era de un color amarillo pastel, estaba adornada con muchos broches de figuras, había unas de un pollito y otras de conejito, demasiados infantiles para alguien de 17 años. Al llegar a la puerta inconscientemente le pregunté si nombre. -por cierto ¿Cómo te llamas? - le hice la pregunta sin pensarlo, y comencé a sentir sensaciones extrañas por todo mi cuerpo, sentía una especie de nervios. - me llamo Zoé- el sol nos pegaba en la cara, sus mejillas se hicieron rosas y su cabello brillaba de un tono azul tan brillante como si el color azul de desprendiera de su cuerpo.
Me fui por otro lado, ya que tenía que pasar a comprar para comer, en el camino iba pensando en que nunca me imaginé que se llamara Zoé. Iba tan perdido en mis pensamientos que no me di cuenta de que alguien me iba siguiendo, era mi madre gritando mi nombre. - ¡Oliver! Hijo, espera… quiero hablar contigo- venía muy apresurada, desde cuándo me venía siguiendo, tal vez camino un poco rápido y no quería detenerme, pero lo hice, voltee y pare un momento para dejar que me alcanzara, ella me dio un abrazo y un beso en la mejilla mientras yo me quedaba parado sin hacer un movimiento alguno. -Hijo, quiero hablar contigo- su voz se notaba preocupada, llevaba una blusa de un color gris, y unos jeans azules, demasiado informal para su edad, pero, qué podría decir yo.
-Está bien, pero que sea rápido… créeme que tengo cosas que hacer- hizo un gesto de alivio mientras yo me cruzaba de brazos para escuchar lo que me tuviera que decir.
-Si, no te preocupes, solo quería preguntarte porqué huiste de casa, yo estaba muy preocupada por ti hasta que recibí un mensaje de tu hermano que estabas con el- se notaba que no sabía cómo hacer esa pregunta, se trababa un poco porque sé que ella sabe la respuesta solo que quiere o piensa que yo contestaré algo diferente.
-Tú sabes porque lo hice, desde un principio te dije que su novio no me caía, y cuando ustedes comenzaron a discutir yo te defendí, pero en cambio me hiciste a un lado- a mi mente se vinieron recuerdos de aquel día; yo estaba en el sofá leyendo cuando escuché gritos provenientes de la cocina, me asusté un poco y vi a mi madre y su novio
discutiendo quien sabe porqué, cuando note a su novio más alterado de lo normal trate de defender a mi madre haciéndola a un lado para evitar que la golpearan o así, de un momento a otro la discusión paso de mi madre contra su novio, a su novio contra mi. Y cuando menos me los espere mi madre estaba frente a él defendiendolo.
-No hijo, las cosas no fue…-¿Enserio queríadecir que las cosas no eran así?
-Estoy hablando yo mamá, así que déjame hacerlo- lo dije con una voz algo ya enojado y serio, aunque siento que no debo hablarle así porque a fin de cuenta es mi madre. -Cuando me diste a entender que no querías mi ayuda decidí dejarte a ti sola con tus problemas, solo espero pronto puedas madurar. - terminando de decir esto me di la vuelta y me fui. Mis manos iban temblando y sentía que quería golpear algo, sentía que no estaba de humor como para aguantar que alguien me hablara.
Estaba comprando, eligiendo las cosas para hacer una buena comida, mi hermano sabía hacer un epagueti muy rico así que decidí llevar los ingredientes que siempre ocupa. De repente sentí una mano en mi hombro y giré rápido para ver quién era. -Hola hermanito- se notaba cansado pero feliz, era mi hermano que casualmente también estaba comprando. -Ah, hola Josa- en su carrito llevaba cereales incluso unos de chocolate que me gustan tanto, y muchas cosas más. -Salí tarde de la escuela así que pasé a comprar algo para hacer de comer- -No te preocupes Oliver, yo también llevo para hacer de comer… Oh ya vi, quieres espagueti- -eh si- terminamos de comprar y nos fuimos a casa, Josa cocinaba mientras yo arreglaba la mesa y lavaba los trastes. Terminando me di cuenta de todos los pendientes que tenía, así que decidí no ir al día siguiente al club, tenía que reponer mis horas perdidas sí o sí. Me acosté y estuve pensando en todo lo que hice en ese día, fue una total pérdida de tiempo, pero a la vez me alegraba de haber ayudado a aquella chica que ahora ya sabía su nombre… Zoé.