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Abre los ojos, intenta respirar pero solo consigue percibir un intenso olor a sangre. La tierra abraza su cuerpo, no sabe distinguir el sabor de la derrota hasta que nota que le faltan las ganas de vivir. Llora en silencio, restregandose con toda su vergüenza y orgullo, siente que lo están torturando y se convence que no es verdad. Que ese no será su último aliento.

Hace un esfuerzo por levantarse, sin embargo una flecha atraviesa su pierna y vuelve a derrumbarse. No consigue ver nada, todo lo visible esta lleno de polvo, cenizas, escombros... nota todo ese sabor a tierra por la boca, cara, cuerpo y alma. Por fin consigue respirar la verdadera naturaleza de la tierra y se pregunta indeciso;

¿Cómo habían llegado a tanta destrucción?

Si tenía el amor a su alcance, su salvación en la punta de sus dedos. Pero ese escurridizo deseo prohibido resbala entre las yemas de su áspera mano. Cómo desearía que esas fuertes manos pudieran encajar con las suyas.

-No... lo entiendo.- Desvaría en medio de la batalla y una furia terrible recorre sus venas, envenenándolo por completo.

Siente que lo pisotean y no es el dolor que se extiende por su cuerpo lo que le hace hervir de ira y frustración, sino el sentir que es aplastado por una raza muy inferior a la suya.

Malditos inútiles.

Ya no puede respirar bien, se aferra a lo único que le une al mundo; la flecha. Sabe que morirá en cualquier momento, pero confía plenamente en que cambiará el destino. Comienza a desangrarse, se siente frustrado. Ni siquiera ha podido utilizar su más grande arma; la luna.

Pero la Luna no está, ha sido destruida y sustituida por diminutas rocas flotantes. La raza con la que batallan carece de ciertas técnicas de lucha y aún así consiguen sacar provecho de su magnífica inteligencia, usada para preveer lo que pasaría si ellos, los saiyajines, miraban directamente a esa enorme y roja esfera.

Comienza a agonizar, le falta aire.

"Por favor, que Vegeta siga con mi linaje, la raza saiyan tiene que perdurar" es su último aliento de vida.

Y ya está; muere en batalla, en medio del campo desértico de plantas y lo único que consigue ver es a su más fiel escolta, quién grita desesperadamente intentando encontrar su pulso.

El pulso del Rey Vegeta.

Siente el roze de sus manos, calientes y ásperas al tacto. Nunca se olvidará de cómo lo miró ese día; con rabía, frustración y aflicción. Una mirada triste colmada de amor.

Solo como Bardock puede mirarle.


[...]


-¡EL REY VEGETA HA MUERTO!- Bardock no puede creérselo y, sin embargo, se ve obligado a detener la batalla, proclamando la victoria del "enemigo".

Nunca podrá extirpar la culpa que su rey, ahora muerto, proyecta. ¿Cómo perdonarse el no haber llegado a tiempo cuando los seres de ese planeta apuntaban directamente al cráneo de quien tenía que proteger?

Maldita sea.

Pero el curso del conflicto tiene que proseguir, incluso después de una muerte tan impactante. El jefe que lideraba la guerra de los Hisuris se detiene para dirigirse a él. Baja lentamente de su transporte tecnólogicamente avanzado y observa la escena mientras asiente con un brillo peculiar en sus ojos.

-¡LA GUERRA HA TERMINADO!- No había ni un atisvo de alegría en su voz.

En realidad, los Hisuris nunca quisieron que sucediera esto. Es más, su lider lloraba internamente por ello, por no haber tenido la mínima oportunidad de hablarlo correctamente.

Desgraciadamente ya no había nada que hacer.


[...]


-¡MI SEÑOR, MI SEÑOR!- Una llamada urgente llena el enorme y vacio pasillo del palacio. Intenta obtener a toda costa la atención del "principe".

Es urgente, así que corre rasgando el aire con su voz; lleva la desgracia escrita en la mano.

-No grites Turles, yo no soy tú señor. A mi padre es a quién deberías darle ese nombre- Y el joven de diez años, que por ese entonces irradiaba de fuerza y orgullo, se da la vuelta imparable, recordándole a su escolta el rango de su padre; muy superior al suyo.

-Lo siento mi señor, de ahora en adelante tendrá que ser así, desafortunadamente.- Y después de situarse enfrente de Vegeta, medio metro más bajo que él, se arrodilla con la cabeza agachada. Hoy no es un buen día para vacilar en cuanto a la educación.

-¿Qué dices?- Pregunta el otro casi gritando. No entiende muy bien esa contradicción, pero muy dentro de su ser lo sospecha.

-Esta carta enviada por mi padre te lo aclarará.- Levanta levemente la cabeza. En otra ocasión no evitaría el contacto visual, sin embargo, estamos en una situación especial. Hasta el mismo Turles se siente, todavía, confundido por la derrota del Rey Vegeta y su escuadrón.

-...- Vegeta agarra el sobre con brusquedad, quiere saber cuanto antes lo que ha sucedido y se aguanta las ganas cerrando los puños mientras se clava las uñas en la piel.


"Principe Vegeta,

Escribo esta carta rápidamente para informarle que el escuadrón del Rey Vegeta ha caído, junto con él.

Gracias a su liderazgo libramos y ganamos batallas inconcedibles, le debemos mucho. No obstante y aunque le parezca raro sobrellevar de ahora en adelante su legado, tendrá que ser así.

Lo siento mucho,

Bardock, escolta del rey."


Se dió cuenta de que no había nombrado la futura celebración de su coronación, o que realmente no había utilizado esas palabras que tantas veces se había rehusado a utilizar.

"Mi padre es débil"

-JA... jajajajajaja.- Rió descaradamente, apoyando su mano en la tripa mientras echaba para atrás la cabeza con los ojos fuertemente cerrados.

-¿P-principe Vegeta?- Turles observaba asombrado la escena, sin moverse. Hasta se le había olvidado llamarle por su nuevo sobrenombre.

Fueron catorce intensos segundos en los que lo único que se podía escuchar, eran las carcajadas estridentes del joven.

Entonces paró.

-Turles, si mi padre ha perdido la guerra es porque es débil. Si ahora está muerto es porque es un cobarde que no pudo luchar hasta el final.- Dió la espalda a su escolta, curzándose de brazos.- De ahora en adelante yo seré el Rey, haré que el orgullo saiyan perdure y tendré la dignidad de no morir en batalla como mi padre, enfrentándose y perdiendo delante de unos debiluchos como los Hisuri.- Parecía que no sabía lo que decía, o que sus palabras sonaban insensibles. Pero, en realidad, su voluntad era más fuerte que cualquier discurso y si decía que lo iba hacer; entonces... lo haría.

Puesto que la rabia que sentía en ese momento, hacía que sus ojos se empañaran de lágrimas.


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23:30:10 - 16-12- 747

Planeta Vegeta: 00-00-01

"Vegeta, los traidores no están aquí. Puedes venir sin problemas.

Kt."

.-"CARTAS AL GRAN REY"-.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora