Sos de oro, amigo

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Alan se despertó ansioso, casi saltando de la emoción. Ese día marcaba el inicio de las galas de nominación, un evento crucial la casa. La emoción vibraba en el aire, pero junto con ella, una inquietud latente se apoderaba de él. Sus pensamientos estaban divididos entre las estrategias de juego y un tumulto emocional que estaba experimentando recientemente.

Era consciente de que su corazón estaba siendo sacudido por una tormenta de sentimientos, y todo tenía nombre y apellido: Martín Ku. El chico se había convertido en una presencia constante en sus pensamientos, desencadenando una serie de emociones que apenas podía comprender. ¿Qué era lo que realmente sentía por su compañero? ¿Cuáles eran las verdaderas intenciones de Martín? Estas preguntas revoloteaba en su mente, sumiendo sus pensamientos en un mar de dudas.

Reconocía que le agradaba la compañía de Martín. Su energía, su humor juguetón y su vitalidad, casi como la de un cachorrito, le proporcionaban momentos de alegría. Estaba genuinamente feliz de coincidir con él en la casa. Sin embargo, lo que estaba comenzando a sentir iba mucho más allá de una simple amistad.

Nunca antes se había visto en una situación en la que el contacto con otro chico le generará nerviosismo. Siempre se había considerado una persona relajada en ese aspecto, pero algo en la presencia de Martín estaba desatando experiencias completamente nuevas. 

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Tomar mate por la mañana en los sillones de la entrada ya casi era un ritual en la casa, proporcionaba un espacio para la charla relajada, donde las anécdotas y confesiones se entrelazan con el aroma característico del mate.

—Bueno, pero a vos te gusta amargo o dulce? —preguntó la uruguaya mientras cebaba un mate.

—Amargo, obvio. — replicó Alan, extendiendo el brazo para alcanzar el mate. Le gustaba charlar con Rosina para aclarar su mente.

—Igual, estoy enojada con vos. — interrumpió la chica con un puchero. —Todo el día peleándome vos.

—No, nada que ver. — respondió pícaramente Alan; la veía como una hermana, y le parecía divertido molestarla.

—Sí, boludo, encima me haces quedar mal. — siguió Rosina. —Cuando le dijiste a los demás que cuando estaba en el baño escuchaste un sonido extraño, sos un zarpado..

—Nada que ver, vení ya está. — La consoló y se acercó para darle un abrazo, aguantando la risa.

—Sos un bobo. Protestó la uruguaya.

Durante el abrazo, Alan se sintió vulnerable, y ya en confianza, sin querer se soltó.

—Sabes, Rosi, a veces no entiendo mis propios sentimientos. No sé si es demasiado pronto para saber si me gusta alguien o si solo es parte de este juego tan intenso. — Alan confesó sinceramente mientras continuaba abrazándola.

—Boludo, todos estamos en la misma, es normal. Además, no te comas tanto la cabeza. — Rosina le devolvió el abrazo con afecto. —Las emociones en esta casa son como montañas rusas, suben y bajan sin previo aviso.

—Sí, lo sé, pero hay algo que me desconcierta más. — Alan suspiró. —No sé cómo explicarlo, pero a veces siento una conexión especial con alguien, algo que no puedo entender del todo.

—¿Estás hablando de amor, boludo? — Rosina lo soltó del abrazo y lo miró con una sonrisa burlona.

—No, no exactamente. — Alan rió nervioso. —Quiero decir, sí, pero... no sé, es confuso. No quiero asustar a nadie ni que piensen que soy un romántico empedernido. Simplemente, hay algo en alguien que me llama la atención, y no sé si es real o solo parte de la convivencia.

Esto No Es un Juego: GH - Alan Simone x Martín KuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora