Cerveza

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La fiesta de los viernes, tan esperada por los participantes de Gran Hermano, finalmente había llegado a la casa. La emoción se palpaba en el ambiente, especialmente para aquellos que experimentaban por primera vez este evento.

Rosina, se acercó a Alan con una sugerencia.

—¿Querés almorzar? —le propuso.

—¿No te parece un poco tarde? —respondió Alan, intrigado—. Si querés, merendamos.

—Dale, dale.

Alan salió de la cocina y se instaló en el sofá, justo en el respaldo, encontrándose al otro lado con Martín. Entre ellos se cruzaron miradas, y Alan, sin decir una palabra, respondió con una sonrisa. La tensión amistosa estaba en el aire, y ambos parecían disfrutarla.

Martín rompió el silencio con un comentario casual.

—¿Emocionado por la fiesta? —preguntó.

—Sí, sí, un poco... bastante, en realidad —confesó Alan.

—Tranqui, nos vamos a divertir. ¿Nunca saliste de joda? —preguntó Martín, curioso por conocer más sobre su compañero.

—Sí, pero ahora es diferente —respondió Alan, mirándolo directamente a los ojos y manteniendo la mirada por unos segundos.

En ese momento, una voz desde la cocina interrumpió el momento.

—¡Che, ¿vas a venir a merendar o no!? —gritó Rosina.

—Ya voy —respondió Alan, rompiendo el momento y dirigiéndose hacia la cocina.

...

La noche llegó velozmente a la casa, cada participante se preparaba para la fiesta. Mientras las chicas se maquillaban, los chicos compartían bromas entre ellos. Alan veía esta ocasión como una oportunidad para conectar con los demás participantes y, tal vez, para acercarse un poco más a Martín.

—¡Participantes, vayan al SUM! —anunció la voz de Gran Hermano. Como niños emocionados, todos corrieron hacia allí y esperaron impacientes en la puerta. Cuando esta se abrió, quedaron impresionados por la decoración: globos por doquier y música que los invitaba a la pista de baile.

La música a todo volumen llenó la sala, acelerando los corazones de los participantes. Enseguida, todos comenzaron a bailar con entusiasmo. Después de un rato de intensa actividad, el calor se hizo presente, y Alan decidió ir por una cerveza que estaba sobre una mesa en la esquina del salón. Mientras abría la lata, Martín apareció.

—Amo esto, ¿te estás divirtiendo? —preguntó el chico, intrigado.

—Sí, está genial. La música, la atmósfera, todo —respondió Alan, sonriendo—. Y vos, ¿cómo la estás bien?

Martín asintió, con los ojos brillando por la emoción del momento.

—¿Me compartís? —dijo de repente, extendiendo su brazo y tomando la lata de Alan.

Alan observó cómo los labios de Martín tocaban la lata, sintiendo un estremecimiento. Martín tomó un trago y le devolvió la lata con una sonrisa. 

—Bueno, ¿vas a invitar a Rosina a bailar o no? —dijo de repente Martín, con una expresión enigmática. Alan aún no podía descifrar las intenciones del chico.

—¿Qué? —dijo sorprendido.

—Sí, boludo, ¿qué crees que no me di cuenta?

—No, no, no, nada que ver, flasheaste mal.

—Ah, bueno, no dije nada. —Martín sonrió misteriosamente, dejando a Alan desconcertado por sus palabras. De repente, Axel y Joel aparecieron y tironearon de los brazos de Martín, llevándolo hacia la pista de baile.

Alan siguió tomando, observando la pista de baile mientras apoyaba una mano en la mesa y dirigía la lata a su boca. Cuando estaba a punto de beber, se detuvo por un momento, recordando los labios de su amigo. Sus orejas se enrojecieron, pero decidió seguir adelante, intentando no darle demasiada importancia a ese pensamiento que rondaba su mente. La música vibrante y la energía lo atrajeron de nuevo a la celebración.

La noche avanzó con más baile y risas. Alan, a pesar de los pensamientos confusos, se esforzó por disfrutar el presente y dejar a un lado las complicaciones emocionales. La pista de baile se llenó de participantes entregados al ritmo, creando recuerdos que marcarían esta experiencia única.

En algún momento, Alan notó que Martín regresó a la mesa, acompañado por Axel y Joel, quienes seguían celebrando. Martín, con una sonrisa animada, se acercó a Alan.

—¿Te animás a bailar? —susurró Martín en su oido. Haciendo que Alan sintiese una pequeña sensación electrica recorrer su espalda.

Alan, sorprendido y algo nervioso, dejó su lata en la mesa y aceptó la invitación. Se unieron a la pista, donde la música envolvía sus movimientos. A medida que bailaban, Alan intentaba no pensar demasiado en la conexión que sentía con Martín, pero cada gesto y mirada complicaba sus emociones.

La fiesta continuó en pleno apogeo, pero de repente, como si alguien hubiera bajado el ritmo del mundo, todo comenzó a desacelerarse. La música, que antes retumbaba con fuerza en la casa, se volvió un murmullo lejano. Uno por uno, los participantes abandonaron la pista de baile y se dirigieron a los sillones que se ubicaban al costado de la pista, buscando un breve receso.

El repiqueteo de la música en el SUM cesó de repente, marcando el fin de la animada fiesta. Los participantes, que momentos antes estaban sumidos en el baile y la diversión, se detuvieron gradualmente y comenzaron a percatarse del cambio en el ambiente. La sala ahora estaba envuelta en un silencio momentáneo. La fiesta había concluido.

...

Holis, tanto tiempo? Lxs extrañe, gracias por leer y por los comentarios.

Perdón por lo cortito del cap jeje

Perdón por lo cortito del cap jeje

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Esto No Es un Juego: GH - Alan Simone x Martín KuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora