Capítulo 4: •El mensaje•

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Rose Mcgiffin

<< El cielo está oscuro, se torna gris y se forma un remolino de nubes en el. El sonido de un trueno me hace estremecer y el agua comienza a agitarse.
Me encuentro caminando a la orilla del mar, el agua está fría y desordenada, mi cabello se mueve con el soplar del viento y comienza a hacer frío. Otro trueno estremece mis oídos.
Los botes se alejan y eso me causa frustración.

"Falta poco" "se agota el tiempo" –Pienso.

—¡Ayuda!

Grito fuerte pero no hay nada, ni nadie.

—¡Ayuda!

Y entonces una voz aparece:

"Rose, el último defensor ha llegado" "Necesitas descubrir a los seis"

Miré al cielo en busca de la voz que me hablaba, pero solo vi nubes grises llenas de agua esperando estallar. >>

Me desperté transpirando y con el corazón acelerado.

Esto no suele pasarme muy a menudo, pero cuando me pasa, sé que es un mensaje que debo cumplir.

—El último defensor ha llegado —Repetí en voz baja.

Prendí la pequeña lámpara que tengo sobre la mesa de noche al lado de mi cama. Analize por un segundo el sueño que acababa de tener y las palabras que me dijeron en el...

"Alan" —Pensé.

"El último defensor ha llegado"

"Tiene que ser él" —Pensé.

"Necesitas descubrir a los seis"

Mientras más pensaba en eso, más me preocupaba.

Decidí dejar a un lado los pensamientos, eran las 1:00 am y el sueño se me había espantado. Me levanté de la cama y puse mis pies sobre mis pantuflas azules, hacía un poco de frío esa noche. Camine hacia el perchero y me coloque encima mi bata peluda contra el frío, para luego salir a la cocina por una infusión de té de manzanilla.

Estar a cargo de un montón de adolescentes y estar pendiente de todo lo que conlleva un instituto de refugiados, era un gran reto para mi que muchas veces me resultaba agotador, pero al pensar en la alegría de ellos y en la recompensa al final de todo esto, me llenaba de fuerzas.
No era fácil para mí a la edad de veinticinco años tener responsabilidades tan grandes, pero sabía que todo era parte de un plan para mejorar nuestro futuro. Con eso no pretendía devolverle la vida a mi abuela, quien el gobierno me la había arrebatado, pero si, donde quiera que ella estuviera, hacerla sentir orgullosa de mi y mis logros y de haber salvado tantas vidas.

Suspiré al pensar en todo eso y finalmente llegué a la cocina, tomé una taza y la llené de agua para luego ponerla a calentar.
Mientras esperaba, casualmente él se apareció en la cocina también.
Cada vez que lo veía, mi corazón se aceleraba. Estaba enamorada de ese hombre desde que había llegado al instituto. La verdad era que habíamos tenido varios encuentros cercanos, pero nunca concretábamos nada.

Él era uno de mis mayores apoyos en el JARE, mi mano derecha y se encargaba de todos los asuntos de seguridad y de las necesidades de los refugiados. Sin él y sin Nadia, nada funcionaría igual.

—¿Tampoco puedes dormir? —Me preguntó acercándose.

—Una pesadilla. —Respondí. —¿Y tú por qué no? —Pregunté con curiosidad.

—Muchos deberes. —Respondió sin dejar de mirarme.

El sonido del microondas interrumpió para avisar que mi agua ya estaba caliente. Lo abrí y saqué la taza, para luego meter en el agua caliente la bolsita de infusión de manzanilla.

—¿Qué sabes del chico nuevo? —Me preguntó.

Le di un sorbo a mi infusión caliente y respondí:

—No mucho —Lo miré. —Los hombres que lo traían me dijeron que lo encontraron desmayado en el bosque.

—¿Y él no ha hablado sobre eso? —inquirió.

—La verdad no quiero presionarlo con preguntas, esperemos que se familiarice un poco más con todo y con todos. —Dije para luego darle otro sorbo a mi té de manzanilla.

Él se quedó en silencio por unos segundos.

—¿No venías a por algo en la cocina? —Le pregunté al ver que solo se quedaba parado frente a mi.

—Quizás era una excusa para verte —Dijo él con cierto coqueteo en su voz.

—¿Y cómo sabrías que estaría aquí a esta hora? —Pregunté alzando una ceja y sonriendo coquetamente.

—Un poco de magia tengo —Sonrió y dio unos pasos más, quedando así a pocos centímetros de mi.

Pero siempre pasaba algo justo cuando estábamos más cerca...

El carraspeo de una garganta hizo que Cedric se separara de mí al instante. Los dos miramos a la persona que estaba entrando a la cocina, una persona no tan grata para mí y que varias veces me había arruinado el momento.

—Profesor Prie, que sorpresa usted a esta hora por aquí en la cocina. —Le dijo Cedric con un deje de molestia en su voz

—Lo mismo digo Cedric —Respondió con una sonrisa en los labios —Yo solo vine por un vaso de agua, perdón por la interrupción. —Me miró.

Tonto y estúpido. Eso era.

No lo soportaba con su actitud de pasividad y superioridad. Sonreí falsamente y miré a Cedric para luego decirle:

—Hasta mañana —Mire al profesor Prie quien se encontraba sirviéndose un vaso de agua.
—Buenas noches profesor. —Sonreí falsamente y me alejé hacia mi habitación.

Siempre que Cedric y yo estábamos cerca, alguien interrumpía o algo pasaba, pero me daba una molestia especial cuando se trataba del profesor de filosofía, Andrew. No podía negar que era bastante guapo, incluso era dos años mayor que yo a diferencia de Cedric, pero tenía una actitud de superioridad que no podía tolerar, como profesor era excelente, pero como persona no podía decir lo mismo.

Tan rápido se fue la madrugada que llegó la mañana.

Mi rutina matutina comenzaba de nuevo. Como directora del JARE tenía mil cosas que hacer en el día, a veces el tiempo no me alcanzaba para todo lo que tenía que hacer. Por suerte tenía apoyo.

—¡Buenos días! —Exclamó sonriente. —Caffe capuchino con esencia de vainilla y croissant de mantequilla, como te gusta. —Dijo sonriente y colocó sobre el escritorio la bandeja con el desayuno que traía en sus manos.

—No se que haría sin ti —Le dije sonriente.

—Probablemente serías un desastre —Se encogió de hombros y ambas reímos.

Nadia era mi mejor amiga, más que eso, era como una hermana para mi. Me ayudaba en las funciones administrativas del instituto y todo lo que tenía que ver con gastos y donaciones. Es una mujer muy inteligente y brillante y sobre todo, una amiga maravillosa.

—¿Por dónde quieres comenzar? —Me preguntó refiriéndose al montón de cosas que tenía que hacer.

Justo cuando iba a responderle, una alumna entró en la oficina muy agitada...

—¡Rose! —Exclamó exaltada. —¡Se van a matar! —Dijo desesperada.

—¡¿Quién?! ¿De qué hablas? —Respondí asustada.

—¡Caleb y otro chico! ¡Ven pronto! —Exclamó.

Salí corriendo al lugar. Los chicos habían formado un círculo para ver lo que estaba pasando, rápidamente los aparté a un lado y sorpresivamente me encontré al profesor Prie separando a los dos chicos que se estaban golpeando mutuamente.

—¿Qué está pasando aquí? —Dije con molestia en mi voz y ellos dirigieron su mirada hacia mi.

LOS SEISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora