Palabras clave: religión, sacrilegio, sexo con un sacerdote, mamadas, digitacion, lenguaje explícito, squirt, apodos, gaslighting
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"Dime, ¿a qué has venido aquí?"
Te retorciste un poco contra la incómoda silla de madera. La caja en sí estaba bastante oscura, sólo una pequeña bombilla descubierta iluminaba el espacio mohoso. A través de una ventana de malla a su izquierda, el hombre habló con un tono suave.
"He venido a confesarte mis pecados, padre".
No podías calmar tu corazón acelerado, tus manos se retorcían fuertemente mientras te preparabas mentalmente para recibir sus bendiciones.
"¿Es así? Por favor, querida, cuéntame las cosas que te atormentan". Una vez más, su tono fue suficiente para hacerte estremecer. Aunque fue suave, provocó algo cálido en lo más profundo de tus entrañas.
"Verás, padre, he sido pecado". Tragaste y cerraste los ojos lentamente mientras intentabas concentrarte en tus propias palabras. "Sigue."
Esta vez fue un poco menos gentil, un poco más brusco. Hizo que el calor inundara tus mejillas y tus ojos se abrieran con sorpresa. Sabías cómo era el sacerdote, ya que habías asistido a algunas de sus misas antes. Sabías que era un hombre devastadoramente atractivo, de aproximadamente tu edad y, lamentablemente, que había jurado celibato. Eso, sin embargo, no hizo que lo desearas menos. "Padre Suguru, he hecho cosas que no debería haberme hecho... a mí". Hablaste en voz baja, escuchándolo tararear suavemente antes de preguntar: "¿Cómo qué? ¿Qué te has hecho?"
Él mordió el anzuelo y tu corazón latió con fuerza en tu pecho.
"Me he tocado, para mi propio placer". Contuviste la respiración, vagamente segura de que Suguru también lo hacía. Después de un momento de tu confesión flotando en el aire, habló. "¿Oh? ¿Cuántas veces has cometido este pecado?" su tono no era tan gentil ahora, más bien tenía un nivel de tensión. Se le podía oír moverse en su asiento al otro lado de la pequeña pared del confesionario. "Muchas veces, padre. He perdido la cuenta... por eso he acudido a ti. Quiero ser limpiada de mis actos inmundos, sólo tu generosa misericordia puede liberar mi alma contaminada". Acariciaste su ego con cada palabra, una sonrisa tortuosa se plasmaba en tus labios mientras lo escuchabas aclararse la garganta.
"Mi niña, Dios es tan grande y me da su divina gracia, claro puedo limpiarte. Pero para que realmente funcione, voy a necesitar que seas un poco más específica. Dime cómo cometiste este acto, recuerda uno de los momentos para mí". Podrías haberte ahogado con la poca saliva que tenías en la boca, y el calor se acumuló en lo más profundo al recordar la última vez que te masturbaste. "Oh, bueno, anoche yo..."
