Cuando bajó del coche, Nayeon sentía sus piernas temblando. Se llevó una mano a la frente y se apoyó en el capó del coche, esperando que las fuerzas regresaran a su cuerpo. Jeongyeon apareció frente a ella, girando las llaves con su dedo índice, y le dio una sonrisa burlona.
—¿Se encuentra bien, detective Im?
—Sí, pero no gracias a ti —espetó Nayeon—. Luego te preguntarás por qué no te dejo conducir el coche patrulla.
—Habló el mudo y dijo lo que pudo. —Jeongyeon puso los ojos en blanco—. Tus habilidades al volante tampoco son las mejores del cuerpo, ¿sabes?
Nayeon se llevó el pelo hacia atrás con una mano e inhaló. Aún se sentía mareada después del exceso de velocidad y vueltas que dieron hasta llegar a Bryant Park.
—Voy a volver en taxi —sentenció, provocando que Jeongyeon soltara una fuerte carcajada.
—Sí que sabe cómo arruinar una cita, detective Im.
Consciente de sus propias palabras, Jeongyeon sintió el posterior silencio más pesado de lo que debería haber sido. Nayeon se limitó a mirarla a los ojos fijamente como si le hubiera dicho algo demasiado difícil de comprender.
—¿Vamos? —Jeongyeon señaló la corta fila para entrar a la pista de hielo, deseando extinguir el repentino espesor de incomodidad.
Si era una señal para rendirse y mantener sus sentimientos para sí misma, pensó que tal vez debía obedecer. Su corazón se ahorraría el sufrimiento del rechazo.
No obstante, sintió un latido de esperanza cuando vio la ternura en la sonrisa de Nayeon. Sin pronunciar palabra alguna, Nayeon la agarró de la mano y tiró de ella para incorporarse en la fila. Jeongyeon se dejó arrastrar, mirando sus manos entrelazadas con el corazón agitado.
—Tenías razón —dijo Nayeon—. Hay menos gente a esta hora.
Jeongyeon asintió aturdida, concentrada en el tacto de Nayeon, pensando por cuánto tiempo más tendría el privilegio de sostenerla así. ¿Y no estaba ella demasiado cerca?
Cuando consiguieron entrar y un empleado les dio un par de patines a cada una, se sentaron en unas gradas para cambiarse el calzado. Jeongyeon seguía sintiendo el corazón acelerado por la inusual cercanía de Nayeon. Es decir, Nayeon tendía a invadir su espacio personal más veces de las que podía recordar, pero nunca se sintió tan íntimo como ahora.
Quizás no era momento de rendirse, se dijo, incluso podría ser un poco más asertiva.
—¿No necesitas ayuda? —La voz de Nayeon arrastró una nota de burla.
—Estoy bien —aseguró Jeongyeon con un mohín, luchando para ponerse los patines.
—¿Segura? No me importa darte la mano y ayudarte a entrar a la pista.
Jeongyeon resopló. No iban a vencerla unos estúpidos patines.
—He dicho que estoy-
—Después de todo, es una cita, ¿no?
Nayeon sonrió triunfal cuando Jeongyeon la miró boquiabierta. Conteniendo una risotada, se puso en pie y se las arregló para acercarse a la entrada de la pista de hielo con los patines.
—Aunque supongo que si estás bien, no me necesitas.
Un brillo malicioso y travieso se reflejó en sus ojos antes de que se zambullera en la pista. Jeongyeon la vio alejarse con una técnica de patinaje envidiable, esquivando personas y girando con tanta gracilidad que se quedó hipnotizada observándola por demasiado tiempo.
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Cicatrices ➳ 2yeon
Fanfiction𝐀𝐝𝐯𝐞𝐫𝐭𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚: esta es la secuela de otra historia: "Amar y proteger". No es necesario haber leído el primer libro para entender este, pero se advierte que contiene spoilers. Lee bajo tu responsabilidad. Después de ver a la muerte de cerca...