𝐀𝐝𝐯𝐞𝐫𝐭𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚: esta es la secuela de otra historia: "Amar y proteger". No es necesario haber leído el primer libro para entender este, pero se advierte que contiene spoilers. Lee bajo tu responsabilidad.
Después de ver a la muerte de cerca...
[𝗧𝗥𝗜𝗚𝗚𝗘𝗥 𝗪𝗔𝗥𝗡𝗜𝗡𝗚] ▪️Alcoholismo ▪️Insomnio ▪️Ansiedad ▪️Trastorno de estrés post traumático
Lee con precaución...
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Nayeon tenía más de un problema. Sin embargo, hubo uno en particular que la mantuvo encerrada en su departamento, bebiendo sin ningún tipo de control, y portaba nombre y apellido.
Después del desastre en la cena de Año Nuevo, desaprovechó sus días entre botellas de alcohol. El problema había comenzado semanas atrás, pero la brecha con Jeongyeon no hizo más que empeorarlo.
Al principio estaba bien con una o dos copas de vino antes de dormir. Luego necesitaba algo un poco más fuerte para conciliar el sueño sin que las pesadillas la atormentaran. El vino y el whisky parecían ser la única solución, y eventualmente se sumergió tanto en ello que todo el departamento comenzó a apestar por el cúmulo de botellas vacías.
El jueves de la segunda semana del año, Nayeon apenas había visto la luz del Sol. Solo cuando se movía del departamento a la comisaría, se permitía respirar un poco de aire fresco y gozaba momentáneamente de los rayos de Sol bañando su piel.
Enclaustrada en su casa como un vampiro, daba vueltas de un rincón a otro preguntándose cómo había dejado que todo se arruinara tan mal. Para colmo, ese día debía parar de autocastigarse porque tenía que acudir a su cita con el doctor Maxwell, su psicólogo.
Tras una ducha rápida y una capa de maquillaje para cubrir el deterioro en su cara, Nayeon condujo hasta la consulta del psicólogo. Llegó muy justa de tiempo y se disculpó por eso nada más pasar.
Ethan Maxwell era un hombre negro y calvo que tenía pintas de haber leído un centenar de libros de psicología y autoayuda. Saludó a Nayeon con su clásica sonrisa de abuelo cariñoso y se sentó con una pierna sobre la rodilla de la otra, sujetando una libreta y un bolígrafo.
Nayeon no le dejó abrir la boca, y tampoco se dio el tiempo de sentarse en el diván cuando dijo alto y claro:
—Necesito que me ayude a estar bien.
El doctor Maxwell levantó la vista de la libreta y le sonrió.
—Para eso estoy, detective. Siéntese y empecemos con la sesión de hoy, ¿sí?
—No, no lo entiende, doc. —Nayeon se atusó el pelo con ambas manos—. Necesito estar bien —puntualizó, mirando con ojos desesperados al psicólogo.
—Detective —dijo él con tono conciliador—, el proceso de recuperación del estrés post traumático no es algo de tres días y, en su caso, todavía menos. Estará bien cuando tenga que estarlo, ni antes ni después, y yo estoy aquí para allanar el camino y que le resulte más sencillo.
