El clima se había puesto de acuerdo con el destino para hacer aquellas Navidades aún más miserables. Jihyo estaba convencida.
Caía una nieve densa que no tardó en cubrir la calle por un manto blanco de varios centímetros. Una brisa de viento gélido sacudía las copas de los árboles y los abrigos de la gente que caminaba a su alrededor. Jihyo se había sentado en el borde de la acera como si fuera una indigente sin hogar. Francamente, no le importaba su aspecto. Tenía el gorro de lana cubierto de nieve, el rostro sonrojado por el frío y los hombros caídos. Notaba húmeda la punta de la nariz, aunque no más que sus ojos vidriosos.
En una mano, sujetaba un pequeño regalo de Navidad que había envuelto ella misma el día anterior. Seguía sin abrir y seguramente nadie lo abriría porque la persona a la que Jihyo se lo había comprado acababa de marcharse. Después de romper el corazón de Jihyo, la chica se fue y la dejó sola en la calle. Jihyo pensó en la reserva que hizo en aquella cafetería tan popular entre los jóvenes de su edad. Ya no tenía a nadie con quien ir. Vaya desperdicio.
Sin embargo, fue lo mejor. Jeongyeon y Nayeon, sus dos mejores amigas, ya se lo habían advertido: aquella chica no era trigo limpio. Solo se confesó a Jihyo porque pensaba que tenía dinero. Su única intención era aprovecharse de Jihyo. Pero como era la primera vez que alguien se le confesaba, Jihyo se molestó con sus amigas y no pudo evitar colmar su cabeza de ilusiones, dejando desprotegido a su corazón. El resultado fue terrible cuanto menos.
Jihyo se frotó los ojos con los guantes. Se le enfriaron los párpados por la nieve derretida, pero no le dio importancia. Nada dolía más que un corazón desilusionado.
De pronto, unas botas negras aparecieron en su campo de visión. Jihyo levantó la cabeza y, a través de las lágrimas contenidas, vio una mano que sujetaba un paquete de pañuelos con estampado de muñecos de nieve. Subió un poco más la mirada y se encontró con la sonrisa reconfortante de una chica que llevaba un gorro de Papá Noel.
—Toma —le dijo con la voz más dulce que Jihyo había escuchado jamás.
Parecía imposible llevarle la contraria, así que Jihyo obedeció aceptando los pañuelos como si estuviera en trance.
—Gracias —musitó.
Echando un vistazo rápido a la chica, Jihyo se dio cuenta de que el conjunto de ropa que llevaba no parecía suficiente para resguardarla del frío. Vestía una capa, con un lazo en el cuello, que le quedaba por encima de los codos, y un vestido rojo con un cinturón negro ceñido en la cintura. Jihyo no iba a negar que se veía linda, pero tampoco ignoraría el ligero temblor que sacudía las rodillas de la chica.
Entonces se percató de que mirarla en completo silencio podría resultar espeluznante. Jihyo se puso rápidamente en pie, con una risa nerviosa, y estuvo a punto de perder el equilibrio. ¿Qué tan patética debía verse? Deseaba desaparecer en ese mismo instante.
—Toma, puedes quedarte con esto a cambio. —Le ofreció a la chica el regalo de Navidad.
—Oh, no... no hace falta.
—Está bien. De todas formas, ya no es algo que necesite. —Jihyo esbozó una sonrisa triste y dejó el regalo en el pequeño cesto lleno de paquetes de pañuelos que colgaba de la muñeca de aquella chica disfrazada—. Abrígate, Santa. Feliz Navidad.
Y se marchó cabizbaja, pensando que quizás aún estaba a tiempo de llamar a sus amigas, disculparse por haber sido una idota, y unirse a su fiesta de Navidad. Quizás ellas podrían consolarla y hacer de aquellas tristes Navidades algo más llevadero.
A lo lejos, la chica disfrazada la siguió con la mirada en silencio hasta que Jihyo desapareció entre la multitud.
—¡Sana! ¿Qué haces? ¿Qué miras?
Ella se volvió con una sonrisa despreocupada. Su mejor amiga y compañera de trabajo, Hirai Momo, se acercó corriendo. Llevaba el mismo disfraz de Santa que ella, aunque su gorro contaba con luces de colores incorporadas.
—Nada —respondió Sana con calma.
—¿Y eso? —preguntó Momo, señalando el regalo en el cesto de Sana.
El envoltorio era rojo carmesí y tenía un estampado de renos. Se había arruinado un poco por culpa de la nieve.
—No es nada —repitió Sana, con una sonrisa traviesa.
—¡Deja de coquetear en el trabajo! —la regañó Momo—. Se supone que debemos repartir todos estos panfletos para atraer a la gente al restaurante, no a tu cama.
Sana se echó a reír.
—No estaba coqueteando. Solo quería hacer mi buena acción del día.
—Eres imposible —gimió Momo con un suspiro agotado.
—Vamos, vamos, estos panfletos no van a repartir solos, Momoring.
—¡Mira quién habla!
Entre risas inocentes, Sana continuó con su labor repartiendo pañuelos y panfletos a todo aquel que le hacía caso, aunque su mente a veces se dispersaba por la chica del regalo. ¿Por qué luciría tan triste en Navidad? Era curiosa cuanto menos, bastante linda (sin tener en cuenta las lágrimas y mocos en su cara), y también un poco extraña. Quizás por eso a Sana le llamó la atención. Y por alguna razón, le resultaba un poco familiar, pero decidió que le dedicaría un pensamiento en otra ocasión que no tuviera encima al encargado vigilándola con ojos de halcón.
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Historia corta, fluff, intento de comedia y romance.
¡Un pequeño especial navideño porque es necesario! ( ꈍᴗꈍ)Idea inspirada en el manga Nijiiro Days/Rainbow Days (se me ocurrió anoche). Disfrutadlo, je (•ө•)♡
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Propósito de Navidad ➳ SaHyo
Krótkie OpowiadaniaEstas Navidades, Jihyo tiene un propósito: enamorar a la linda chica vestida de Santa que le robó el corazón.