-Un Baño de Agua Tibia-

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Disclamer: Ni los personajes, ni lugares, ni parte de la trama me pertenecen a mí, sino a Rumiko Takahashi. Esta historia invernal se escribió sin ánimo de lucro, solo para entretenerme y divertir a otros.

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Nota de la Autora: Esta es una de las diversas historias que estaré publicando para la #dinámica_de_diciembre llamada #Fantasia_Invernal (nombre que me encanta, por cierto) convocada por la página de Facebook "Mundo Fanfics Inuyasha y Ranma". Gracias por invitarme a participar un año más. Todas mis historias estarán tanto en Fanfiction como en Wattpad. Espero que os gusten y disfrutemos juntos de esta época tan especial.

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Historia nº 3:

El Lado en el que Duermes

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2.

—Un Baño de Agua Tibia—

Akane esperaba en las escaleras de la casa Tendo, acurrucada en un edredón gordo y resistente, de un color beige indefinido. Lo tenía enrollado en torno a su cuerpo, sujetándolo con los puños de modo que solo su cabeza asomaba por encima de la masa de tela amorfa. Su frente, sus mejillas, su nariz y sus orejas eran las que sufrían el frío terrible que recorría las estancias de la casa mientras que el resto de su ser, aún contraído, se mantenía tibio.

Todavía llevaba el vestido de lana clara con el que se había casado. La misma chaquetilla de punto del mismo color, solo que un poco más oscuro, y las mismas medias. ¿Qué había sido de su abrigo? No lo recordaba, y no lograba encontrarlo por la casa. Los telediarios ya habían profetizado que ese sería el día más frío del invierno.

Tenían razón, pensó la joven, ignorando los escalofríos, apretando con más fuerza el edredón contra ella. El día de mi boda. Hacía horas que todo había terminado y ya había anochecido al otro lado de los muros de la casa vacía, hueca, la media luna había salido, igual que la noche anterior.

Se levantó, aburrida y apesadumbrada, para recorrer el pasillo en penumbras, puesto que no había electricidad. Ni calefacción. Las velas encendidas la guiaban al caminar pero las garras gélidas, entre las sombras, le raspaban los tobillos con la intención de desestabilizar sus pasos a cada instante. Todo estaba sumido en el frío más insoportable que hubiera experimentado antes. Cuando llegó a la altura del comedor, se asomó solo para mirar el hueco vacío que había dejado el Kotatsu.

El Kotatsu, meneó la cabeza, con cada vez menos incredulidad.

Siguió caminando a través del silencio y observó, también, los armarios vacíos de mantas, toallas, sábanas, edredones e incluso manteles y suspiró, resignada; a esas alturas, el enfado estaba desapareciendo tras el entumecimiento que se apoderaba de sus extremidades y lo único que dejaba tras de sí era una profunda desilusión.

Subió las escaleras y recorrió las habitaciones, también vacías, aunque solo en parte. No había nadie, no había ropa de invierno en los armarios y algo más faltaba: no había camas, ni futones, ni siquiera los sacos de dormir que usaban en sus excursiones a la montaña.

Se lo han llevado todo, volvió a decirse, con la misma seguridad con que se lo había dicho en voz alta a Ranma, ahora su marido (algo en lo que apenas había podido pensar aún), cuando ambos regresaron a la casa y se la encontraron así. Horas atrás lo habían registrado todo de manera mucho más minuciosa, tras descubrir lo que sus padres habían hecho.

El Lado en el que DuermesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora