No volví a contactar con el rey, esa misma noche una de mis sirvientas me informó que el rey había aprobado la confección del vestido y que tendría que estar con el sastre la mañana siguiente. La emoción se había esfumando, pero a la mañana siguiente estaba junto al Sr. Clement.
Los tres días que pasaron me pasaba las horas en el estudio de Clement, solo cenaba y poco, las demás comidas no eran de mi agrado. Y para mi suerte el monarca hizo como si no existiera, no me llamo, no vino donde estábamos y yo agradecí internamente aquello. Lo que menos quería era tener ver su rostro o enfrentarlo.
La noche antes de la boda, concluimos con el vestido, ni siquiera me lo probé. Mis emociones estaban nulas y solo necesitaba sentarme y dejar que las horas pasaran a ese desastroso día.
En la mañana, en cuanto me desperté, me coloqué delante de mi ventana y pude ver la fila de personas y carruajes entrando al castillo. Demasiadas personas, ni siquiera conocía a la mitad, pero sabia que no había nadie ahí de mi reino. Mi trance fue interrumpido por las puertas siendo abiertas y unas 7 sirvientas entraron, dos traían el vestido imagino para que no se arrugara, otras se pusieron a preparar mi baño y otras sacaron accesorios y hablaban entre ellas. Las que traían el vestido las pude reconocer como las asistentas de el Sr. Clement, apenas había hablado con ella, pero siempre estaban ahí, como entre sombras.
Metí mi cuerpo en la bañera y dejé que el agua caliente intentara calmar mis ganas de gritar y llorar. Cuando salí de ahí, ya estaban esperando con el vestido y con los accesorios escogidos. Procedieron a peinarme y a maquillarme. Una hora aproximadamente estaba en frente del largo espejo completamente arreglada. Admire mi figura, los últimos días había perdido peso, mis pómulos estaban mas marcados, mis ojeras eran notables por debajo de aquel leve maquillaje, mis ojos apenas tenían vida, no había emoción, ni amor, no felicidad en el que se suponía que tendría que ser el día más feliz de mi vida según mi madre. Las sirvientas tomaron la pequeña tiara y colocaron con ella el velo cobre mi cabeza. Se suponía que debía verme hermosa, pero yo solo veía un alma sin vida frente al espejo.
Dos horas después, bajaba las escaleras con las sirvientas ayudándome. Una de ellas me entregó el ramo compuesta de rosas blancas y me dejaron sola frente a unas puertas, que imagine que eran las que daban al patio trasero, este lado del castillo no lo había inspeccionado. Cerré mis ojos y pude sentir una lagrima correr por mi mejilla
-Te ves hermosa -levante mi cabeza demasiado rápido, aquella voz, esa que tanto extrañaba. Los ojos color miel que pertenecían a mi progenitor me recibieron tan triste como los míos, pero el al menos intentaba sonreí. Mas lagrimas cayeron y me arrodille en el suelo dejándolo salir todo. Sentí como las manos de mi padre me rodearon y me alzaron del suelo- no te arrodilles, el no merece eso- alzo mi mentón y me seco las lágrimas con un pañuelo- tampoco merece tus lagrimas.
-Esto es mas de lo que creía
-Intente advertirte, pero estabas bastante decidida a estar aquí -su voz fue fuerte, medio enojada-
-Quiero ayudar a mi pueblo, quiero la paz -baje la cabeza-
-Ayudar a nuestro pueblo no implica tener que perder la salud mental o física. Y menos la tuya, ellos te necesitan allá. Ayudando a tu madre con los heridos, ayudando con las familias numerosas, con la alimentación; allá es donde debes estar aquí. No aquí casándote con el enemigo
-Padre, ibas a enviar a otra chica del pueblo. ¿Qué cambiaria?
-Que esa chica no seria mi hija, mi heredera -esas palabras hicieron que mi entrecejo se frunciera, y un poco de molestia me lleno-
-Esas son unas palabras demasiado desagradables para mí. Habría otra familia sufriendo, una chica débil en manos de este terrible reino y rey habría sido el fin de ella y de su familia, por lo tanto, de nuestro pueblo. Soy la princesa, la que debía estar luchando por ellos. Tu, padre, luchas en las trincheras por el pueblo sacrificando tu vida por ellos, yo también lo hago también quiero ser útil. Y si eso incluía tener que tener a mi lado de por vida a mi enemigo, lo haré –
Mis palabras fueron tan firmes, que por primera vez mi padre no había interrumpido ninguna de ellas. Solo se quedó observándome, aun con esa mirada triste. Un sirviente se acercó a nosotros y con una reverencia anunció que la ceremonia ya debería comenzar. Cerré mis ojos y tomé una gran bocanada de aire. Mi padre me brindo su mano y las puertas las abrieron para nosotros unos minutos después. Una música suave y hermosa comenzó a sonar en cuanto dimos el primer paso. En el lugar había filas y filas de sillas adornadas con un montón de flores blancas y amarillas, podía ver tanta gente, muchas mas de las que mi mente imaginó, mas de las que yo había llegado a ver en mi corta edad. Debajo de nosotros había un camino de pétalos, pero a diferencia de los adornos que abundaban, eran pétalos de rosas blancas como la de mi ramo con algo que parecían estrellas, muchos puntos que eran entre oscuros y dorados adornaban el suelo y resaltaban en el blanco de los pétalos. Deje salir una pequeña sonrisa, al menos algo de mi reino había el día de mi boda. Cuando levanté mi cabeza comencé a buscar a mi madre entre la multitud, pero hasta que llegué casi al estrado, fue que la noté. Estaba hermosa aún con esos llorosos que sabía que no eran por la felicidad de ver a su hija vestida de blanco. Llevaba un vestido blanco con muchos detalles plateados y en sus hombros había pequeñas lunas tejidas, demostrando de dónde venía. Le sonreí para tranquilizarla y volví mi vista al frente. En el estrado había un hombre elegante vestido con algún tipo de tuna dorada con soles bordados, en frente de este un libro inmenso y unas velas. Cuando mi padre se detuvo y otra mano se extendió para que la tomara, fue el momento preciso en el que deje que mis ojos detallaran a el Rey. Tenía algún tipo de sonrisa forzada que consistía en solo levanta una parte de la comisura de sus labios, su traje esta vez también era blanco, y los filos eran dorados con, pero esta vez también había soles en la solapa de su traje y una capa dorada colgaba. Estaba perfectamente peinado y sus ojos estaban, hoy, un poco mas claros. Tomé su mano y subí al estrado y la ceremonia comenzó.
........................................................................................................
Cuando la ceremonia concluyó, todas las personas que se encontraban allí fueron trasladadas al gran salón mientras el rey y yo nos cambiábamos para la coronación. No entendía aun por qué tanta prisa para declararme la reina, pero no había puesto objeción a nada de eso. Ya vestida y retocada me coloqué en frente de las grandes puertas. Cuando estas se abrieron y todos pusieron sus ojos curiosos sobre mi la sala quedo en total silencio y muchos abrieron sus ojos demasiado grandes. Di los primeros pasos y solo miré enfrente, mientras caminaba con mi cabeza arriba. Mis ojos se encontraron con los de David que este había cambiado su traje a uno dorado con una capa más grande que la anterior y una gran corona dorada en su cabeza, que me observaba con ojos impresionado, cosa que me dio a entender que no había visto el diseño del vestido solo había dicho que sí.
Mi vestido era una completa creación mía, las telas habían cambiado después de mi furtivo encuentro con el monarca, Clement al principio se opuso por miedo a perder su cabeza, pero cuando se dio cuenta de que no iba a cambiar de opinión solo ayudó y no dijo una palabra en contra. Este era completamente negro en su tela se podían notar los mismos pequeños diamantes del vestido de boda, pero a diferencia de aquel este si podía considerarse una verdadera noche estrellada. Llevaba mi pelo suelto, solo recogido a sus lados con uno grandes broches que hacían unas lunas plateadas, dejando un espacio para la corona. Mi maquillaje también era oscuro, era como si la misma noche estuviera caminando al trono.
Cuando mi caminata concluyó, David no ofreció su mano esta vez, solo me observo y el sacerdote camino hasta quedar sobre mí y comenzó su discurso. Cuando finalizó dos sirvientes trajeron una caja transparente la cual traía una hermosa y reluciente corona dorada. La colocaron al lado del sacerdote y este procedió a sacarla y me pidió que me inclinara y con cuidado la coloco sobre mi cabeza. Cuando levanté mi cabeza y me volteé hacia las personas, pude notar el movimiento del brazo del Rey hacia su pecho. Apretó su mano ahí y sus cejas se unieron con algo parecido a una expresión de dolor. El guardia detrás de él lo sostuvo cuando su cuerpo casi cae atrás, pero el negó con la cabeza y el guardia volvió a su puesto. La mirada que me dedico era de sorpresa y cuando intente decir algo el sacerdote hablo
-Larga vida a la Reina Lara de Ghrian -la voz de la multitud coreo lo mismo y volteé mi cabeza al frente cuando todos hicieron una reverencia-

ESTÁS LEYENDO
7LATIDOS
Historical FictionDos reinos Dos almas puras Un corazón Una historia Portada creada por: @karladiaz037 Muchísimas gracias la ame ❤️