~Viento~

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Soy un hombre triste, un hacedor de penas en tu plena tribulación que no deja la acción de pensar en la fría acera de una calle, que igual de viva desde el día que tu mano no se alzó en nuestra promesa una última vez.

Hombre de castigo soy, quedo plantado en el dolor de tu partida, que calumnia es para mí oído no escuchar tus lindas risas o tus aclamadas quejas. Camino sin guía y sin la esperanza de encontrar la banca que me permitía sentarme y pensar en paz.

Solo estoy, en multitudes que me amargan en su comodidad. Son historias de carne que expresan sus versos al aire en risas y encantos, libros abiertos sin miedo a mi prejuicio que, como en un contenido lleno de aflicciones, no se permite dar la llave que da la vuelta la dulzura de lo que alguna vez fue mi labia.

resignación en la perdida en que solo tu podías leerme y poder burlarte de mí en los actos de cariño mutuo, hacías ver como un buen samaritano a este viejo cascarrabias. No te imagino en otro lugar sino en la suave fragancia de mi chaleco sin lavar, no te conocí tan bien como para fijarme en el nombre de tu bella loción, que en tu piel no tenía competencia ni con la lavanda en el patio del vecino.

Mi mente no sirve para para decir donde estas, si en el campo de cerezos, o en la incomodidad de un jarrón con tu memoria molida. Solo recuerdo el juego de nuestras palmas chocando para el juego del escondite, ahí podía sentir que mis piernas no se detenían para nada con tal de buscarte, que hermoso proceso teníamos juntos.

Le pido perdón al tiempo por inundarme en la nostalgia, este me dice que debo dejarte ir y que pronto me llevara al sitio en el que me esperas, para poder disfrutar de aquello que nos hizo unidos en nuestra alma. Pero... ¿Por qué no puedo sentirte?

Me duelen las piernas, pero no se mi razón para no llorar, trato de buscar la respuesta ante la duda del porque en mi pantufla hay agujeros tan diminutos. Como pierdo el tiempo con preguntas tan básicas, y el tiempo está a punto de perderme a mí por tratar de preguntarme en donde has ido, y que quieres de mi... mi amada.

El pasto es para los jóvenes, el hormigón es para ancianos como yo. Los niños merecen la suavidad de una nueva vida, pero la dureza de un mundo en donde lo único que tuve fue la ilusoria meritocracia que me hacía sentir digno en la labor. Como pude estar tan equivocado en no seguir disfrutando de la sencillez de un día tranquilo, no puedo superar la amargura de la negación, y sigo caminando en contra de toda forma de disfrute.

Rechazo los saludos de los jóvenes, las disculpas de los adultos que chocaban por accidente conmigo como si fuera muy estúpido para no notarlo, se estaban burlando de mí.

Dicen que a un perro viejo nada aprende, pero nadie nació con el conocimiento de tolerar una perdida y el miedo que me lleva el dar cada paso, que me produce unas ganas nocivas de vomitar.

Soy un hombre en desdicha, que las costumbres del viejo mundo me prohibieron liberar la frustración, aun cuando en tu perdida no me permito una lagrima. Me mantendré en la premisa de no ser el culpable de mi desahogo que nació a partir de la falta de la calidez de tu mano.

Justo allí, en aquel momento en donde no pude hacer frente a mi caída, notas que servían como falsos pilares de la verdad, volando en las guitarras que me sostenían en mi mar de lágrimas. Oscuros en sus intenciones al separarme de ti en una barrera de cristal, adornado de las flores que me decían cuan llenos de hipocresía se estaba en la tela fina nuestros familiares. Lo veo y no lo creo, cuan resistente era las murallas de falsa tristeza, actuando como impedimento de darte mi ultimo beso, porque ni una pizca de tu ultima vivencia me llevo, solo el arrepentimiento de haber podido hacer más.

Mi corazón no puede soportar tantas transiciones, pero mi marcapasos cuenta de manera risible los latidos que mandan la sangre a mis pies de modo agigantado. Uno a diez y de diez a cien, se vuelve tedioso, los bordes del suelo y la persistencia de mis pies, saltando sin respuesta a mi propia señal de atención a mi alrededor, imagino la piedrita y la lanzo, a tu paso invisible me imagino nuestro juego, la rayuela.

Cuan testarudo me sentía, la pequeña roca siempre caía al borde de las marcas de tiza y fingí que tenía que dar el siguiente paso hacia la meta. Tu te enojabas y yo me reía de mi atrevimiento, gritabas constantemente sobre las reglas del juego y alegando que no debía tomarme esto a la ligera.

Salta, diviértete y no pienses te repetía, no escuchabas muchas razones para hacerme caso, tiras mi piedra y me muestras como se hace para hacerme entender que debíamos llegar a la línea de meta, juntos. Mis amigos impedían el resultado de nuestras acciones y, aun así, entre los pasos que dábamos para guiarnos en dualidad poderosa, terminamos en el momento de la bienvenida a un nuevo de nuestras vidas, solo fue el atrevimiento de cruzar la línea de tiza para poder estar contigo, resplandeciente en un vestido blanco que y una sonrisa serena pero poderosa, y un beso que acrecentaba el disgusto de nuestras familias, al creer que nuestras decisiones nos llevarían al pozo de los miserables.

El tiempo siempre hace eco en los testarudos como yo, en la fugaces pizcas de cordura que me ayudaban a concentrarme cuando escuche tu voz una vez más en el viento, el final es el principio, uno siempre debe volver a sus pasos como una forma de retroalimentación. Dicen que la practica hace al maestro, pero yo nunca pude entender el como aprovechar esos caminos sin tener la seguridad de que todo iba a salir bien. El abrir mi mente en la posibilidad de que todo era más sencillo, me hacía ver que mis opciones no eran las mas variadas, pero si las mas justas cuando al fin te había divisado.

Las costumbres no cambian con la edad, se adaptan a los nuevos tiempos y eso me hacías saberlo con una linda burla por la broma que me habías hecho. Siempre decías que me faltaba ejercicio, ahora mis cayos me están matando, no hacer nada al respecto, siempre fuiste creativa con tus bromas o yo... era bastante predecible.

Entre mis brazos te cargaba hacia tu nuevo destino y con la guía del viento susurrando en mis oídos, las pistas que me guiaban hacia el final de mi misión se escuchaban claramente y me advertían de los peligros que yacían entre las sombras de las paredes.

"Rápido, que en el poder de cuidar dan falsas caras, y en suaves sonrisas ocultan su verdadera intención. hipócritas de infinitas mascaras que huelen tu rastro y opacan el horizonte con la oscuridad de sus intenciones, sus garras filosas sirven ciegamente a los amos de su solvencia, mas no pueden impedir el camino que posee nuestra integridad."

Indicativo de que ya era tiempo y con el tesoro reposando entre mis manos, ensimismado por el polvo de la indiferencia que atraía con fervor a esos sabuesos, que se hacían pasar por ángeles de la ley en su infame objetivo de separarme de tu lado. Malditos sean por esa insistencia, solo eran buitres y nunca vieron el valor de la verdadera vida.

Saltar, correr y mirar, era la regla por seguir de ahora en adelante. Las ultimas pizcas de adrenalina dominan a este anciano en la carrera para concluir con tu voluntad, el momento se aproxima y con miradas ajenas que no pretendían ocultar su desdén y resentimientos por la libertad de mis acciones, en su ignorancia no veían el panorama completo de la situación, prefiriendo el silencio de implorar mi sanación antes que actuar con prudencia.

No hay piedra que lanzar o ramo que tomar, la fase de nuestra dualidad había terminado en el momento en el que me di cuenta de la finalidad de este acto. Las lagrimas que guardaba como pilares y sostenían el peso de mis pecados, caían en mis mejillas y no podía detenerlo. En dejar tu recuerdo en el infinito de los dos reflejos que yacían ante mis ojos, la magnificencia del mar e imponente en su misterios, o el cielo grato donde los confines del cosmos eran sostenidos por la regla general del desorden y el caos.

¿No podía decidir eso por ti? Al parecer no me correspondía tener ese derecho, y ellos muchos menos. Podía escuchar sus pasos fuertes, acortando nuestra distancias para interrumpir tu punto de partida hacia lo desconocido.

Abrí la puerta y te dejo libre en la incertidumbre, cuanto me pesan las manos con este cuerpo sin energía, evitando derrumbarse en la franqueza del regalo de las nuevas perspectivas que me has dado en mi camino, no puedo evitar llorar por las experiencias que me brindaste y en la dulzura que reposan con vida en lo frágil de mis recuerdos.

Los rasguños de los demonios me alcanzan, pero te encuentras en la plena libertad de lo desconocido, volando con el viento y sin la atadura de mi amor consciente o de los dolores de tu pasado. Que la fragancia de las flores te lleve a los campos de sanación, la miel en la dulzura de nuestros momentos pasados, con la frescura de las suaves brisas y fuertes vientos, que dan en tu despedida una santa paz.


Mi misión está hecha, viviré en gratitud con mi dolor.

Las garras me arrastran, vuelvo a las rejas.

Vuela alto.

Relatos de la muerte, sueños de la vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora