[Capítulo Final]

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Habían llegado algunos Kakushi que me acompañarían en mi camino a la residencia Rengoku, donde harían el primer intento de recuperar mi memoria

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Habían llegado algunos Kakushi que me acompañarían en mi camino a la residencia Rengoku, donde harían el primer intento de recuperar mi memoria.

No tenía vuelta atrás y por más que contemplara la idea de rechazar aquello, no podía. No tenía opción, no podía refutar.

Era un sentimiento de confusión que me ahogaba, me llenaba de nubes la mente.

Mientras me acomodaba el cabello frente al espejo de mano que Tamayo me prestó, oí la puerta deslizarse y cerrarse con cuidado. Con el mismo espejo vi la figura de Akaza detrás mío, mirando con esmero cada uno de mis movimientos.

-¿No que no volveríamos a vernos más? -la pregunta saltó de mi boca con cierta agresividad.

Es como si él quisiera hurgar aún más en mis sentimientos, en ese menjunje que no sabía dónde ir.

-No lo haremos -Su tono fue apagado, leve, casi carente de emociones.

Sus brazos me rodearon por detrás y me pegó contra su pecho. No había el más mínimo sonido proveniente de su cuerpo, tal como si de un muerto se tratara.

Pero ayer se sentía tan vivo...

-Te quiero mucho, ____ -Susurró a mi oído.

Había sonado tal cual un niño, lleno de miedo y aferrándose a mi como si fuera lo más valioso en su vida. En realidad, yo también me quería aferrar a él pero simplemente no podía. Mi cuerpo no se movió y lo abandonó incluso cuando sus brazos me dejaron ir.

Lo último que sentí de él fueron sus labios en mi mejilla, tan suave, tan rápido que no me dio tiempo ni siquiera a reclamar otro cuando él ya se había ido, otra vez.

Los Kakushi entraron al cuarto y me dijeron que ya era hora.

Sus rostro se pasmaron, no sé si fue el ruido chillón del espejo caerse de mis manos, o la lágrima que huía de mis ojos a causa de la conmoción, pero ahora mismo era lo que menos me importaba.

Me sentía devastada, como si una parte de mi se hubiera perdido en algún lugar. Como si se hubiera ido, como si hubiera muerto.

 Como si se hubiera ido, como si hubiera muerto

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NARRADORA


Akaza había repasado cada memoria con ella como si le diera esperanzas. Esperanzas que pronto serían cortadas por el filo de una espada.

No pertenecía a ningún sitio y realmente se había perdido de sí mismo. Quizá dejó de ser aquel demonio soberbio, en busca de contrincantes fuertes, y se había convertido en un mero humano, aquel débil ser que tanto detestaba.

Contempló la imagen de ____ una vez más; nunca había amado a alguien tanto como ella, quería estar a su lado sin importar nada, olvidar su pasado y remediar sus pecados.

Más no podía ser así, lo sabía muy bien. Incluso si fuera perdonado, incluso si fuera humano, él simplemente no podía robar el corazón de alguien que ya le pertenecía a otra persona.

Cerró sus ojos y supo bien lo que le esperaba.

Ahora mismo, ella ya reconocía a su esposo. Ella había vuelto a su vida de antes junto al hombre que amaba.

Y él

Y él estaba de rodillas, con la cabeza lejos de su cuerpo, con la sangre acariciando su mejilla. Él era un demonio, un ser aborrecido, un ser superior, un ser lleno de odio. Él, quien odiaba a los cobardes, a los débiles.

Akaza, quien había entregado su vida, su corazón para ella. Para que sea feliz, sin demonios, sin preocupaciones, con una larga vida al lado de su prometido. Junto a la persona a la cual amaba realmente.

Porque ____, no era de él.



FIN

FIN

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FRÁGIL || [KNY.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora