Este relato es mas largo pero aun así no decepciona.
Liliana, mi esposa, es una mujer muy atractiva. Cumplirá treinta y nueve años en unos meses, mide un metro setenta y tiene una figura muy atlética. Su rostro es bastante sexy, tiene los pechos grandes, la cintura estrecha, estupendas caderas y un trasero perfecto, redondo, parado y duro. Es una mujer muy sociable y siempre se ha mostrado muy coqueta y desinhibida con nuestros conocidos.
Cuando nos casamos, Liliana ya había tenido varias parejas y a mí me gustaba cuando me contaba acerca de las cosas que había hecho en el pasado, como estar con dos hombres a la vez, follar con su novio mientras otro tipo miraba por la ventana y de cómo le encantaba tragar el semen de sus amantes cuando les chupaba la polla. Con ella hice cosas que hasta ese momento solo había visto en el porno o leído en historias. Liliana era una mujer absolutamente sexual. Siempre me llevaba al límite, me desafiaba. Era mi dueña, por completo.
El tiempo pasó. Tuvimos hijos, nos asentamos. Las llamas se apaciguaron pero nunca se apagaron. De vez en cuando el fuego volvía a resurgir. Hace unos meses tuvimos unas cortas vacaciones sin los niños, que se quedaron con mis suegros. Luego de pasar el día en la playa, estábamos descansando en la cama y estábamos viendo un programa de citas muy conocido. De repente, ella comentó que si estuviera en aquel show tal vez besaría a su cita, y quizás haría algo más que eso.
Después de que yo insistiera un buen rato acerca del asunto, admitió que sí follaría con él. Dijo que lo haría incluso estando casada. Esa noche tuvimos una fantástica sesión de sexo mientras hablábamos de lo que habría hecho. La semilla había sido plantada. En las siguientes semanas el tema surgió mientras tuviéramos relaciones sexuales. Cada vez hablábamos más de ese tema, y yo estaba convencido de que era yo quien la dirigía.
Le dije lo sexy que era y cómo me excitaba pensar en ello. Le dije que había visto cómo los hombres reaccionaban a ella y que la había visto coquetear antes. Entonces ella me follaba un poco más rápido, un poco más duro y siempre se estremecía cuando le contaba mis fantasías. Pero sobre todo, siguió plantando pequeñas semillas de sugerencias en el camino. Nada lo suficientemente grande como para impresionarme, pero lo suficiente como para despertar mi curiosidad por más detalles.
Hace unas semanas dimos una fiesta en nuestra casa. Fue algo simple, la típica reunión de adultos con cerveza y vino, y algo de comida para picar. Liliana había invitado a unas cuantas personas de su trabajo. Es arquitecta y trabaja en una empresa de construcción y le va muy bien. Liliana me contó que había un tipo, en su trabajo llamado Andrés al que había invitado a la fiesta. Me contó que eran amigos y que algunas veces salían juntos a almorzar. Agregó que era soltero y varios años menor que ella, y que muchas de las mujeres de su oficina trataban de llamar su atención.
"Tal y como yo llamé tu atención", me dijo riendo. Si hubiera estado prestado atención, entonces habría visto ese brillo especial en sus ojos, pero en aquel momento no me di cuenta.
El día de la fiesta, Liliana pasó la mayor parte del día arreglando la casa, preparando la comida y en general, encargándose de todo lo que se encarga una buena anfitriona. Sin embargo, me di cuenta de que mientras se acercaba la hora de la fiesta, se preparaba como para una cita, más que para una reunión con amigos. Se puso un nuevo sujetador que yo no había visto antes. Era del tipo que levanta y sostiene los pechos desde abajo. El flequillo de encaje bailaba debajo de sus pezones y areolas, lo que les permitía ser vistos fácilmente, y acceder a ellos de ser necesario.
Tengo que reconocer que funcionaba de maravilla. Las preciosas coronas de sus pechos eran color de rosa y tan atractivas que contrastaban con el encaje inocente. La carne de sus pechos sobresalía un poco sobre el borde del sujetador ya que había crecido una talla o más desde que habíamos tenido hijos. Me encantó ese look tipo "mis tetas son demasiado grandes para mi sujetador".