Habían pasado más de tres semanas desde el ataque de aquellos jóvenes negros y ya no se habían parado por el consultorio. Mi esposo había contratado una niñera por lo que ya no tenía que llevarme a mi hijo al trabajo. Al consultorio le estaba yendo muy bien. Cada día llegaban muchos nuevos pacientes y era mucho más recomendado por ellos mismos a amigos o familiares. Muchos de los que acudían a consultar no tenían prácticamente nada, lo hacían más bien para tratar de coquetear conmigo, en su mayoría los que acudían eran hombres, tratando de ver más allá de mi escote. Mi esposo se iba por las tardes y ya no regresaba, probablemente iba a acostar con su secretaria y yo me quedaba cuidando a mi hijo ya que nuestra niñera debía irse temprano todos los días por sus estudios.Después de cuatro semanas transcurridas comencé a ver un carro sospechoso cerca del consultorio, normalmente estaba alrededor de treinta minutos por las mañanas y luego se iba sin más. Varios días se repitió la misma escena. Llegaba ese auto moderno color azabache y luego se iba. Me estaba preocupando mucho porque yo estaba sola en mi consultorio y el coche se quedaba justo enfrente observando. Por instantes pensé y recordé que aquellos jóvenes habían amenazado con volver, pero había pasado mucho tiempo y ellos no habían dado señales de su presencia. Un viernes por la tarde salí de trabajar. Cerré bien el consultorio y me dirigí a mi auto. Esta vez el carro sospechoso estaba esperando enfrente de mi auto. Yo me apresure a llegar a él pero dos hombres negros me cerraron el paso.
-Detente ahí perra.
-¿Qué es lo que quieren?
-Súbete al auto y no hagas ningún escándalo.
-No quiero, déjenme por favor.
-Haz caso si no quieres que algo le pase a tu familia.
-¿Mi familia, a que se refieren, le hicieron algo a mi hijo?
-Tu hijo está bien puta, súbete al puto auto y cállate el maldito hocico.
-Está bien solo no me hagan daño.
Nos subimos al auto y ellos se pusieron a mis extremos. Me tenían acorralada entre ellos. Estaban forrados en tatuajes y aretes en todos lados. Eran tipos enormes y algo intimidantes. El sonido de su voz era muy grave y usaban anteojos oscuros y una vestimenta muy holgada. El conductor tenía la misma apariencia que ellos. Parecían los tipos que tú relacionarías con solo verlos a alguna pandilla. Cuando me subí al auto pude notar que uno de ellos llevaba un arma en su costado por lo que no decidí correr. Temía que pudiera ponerse agresivo y tratar de detenerme a balazos. El viaje en auto duró más de treinta minutos. Después del largo viaje llegamos a un almacén algo siniestro y muy alejado de la ciudad en una zona donde abundaban las fábricas y empresas textiles. Había varios hombres con la misma pinta afuera del almacén. Uno de ellos miro a los hombres que venían conmigo y les dijo –apresúrense que el jefe tiene rato esperándolos-. Uno de ellos me tomo fuertemente del brazo y me jaló diciendo –muévete que el jefe quiere verte-. Subimos por unas escaleras oscuras hasta la oficina del almacén tan grande en el que estábamos. Al llegar abrieron la puerta y me sorprendí por lo que vi. Eran los chicos que semanas atrás me habían violado. Todos estaban ahí junto con un hombre enorme negro también muy obeso y con una barba prominente. Llevaba muchos tatuajes y tenían una marca de una herida en su rostro, aparentemente parecía una cortada que no había cicatrizado bien. ¿Cómo esta doctora? –Pregunto Jerome-. Yo me abstuve de responder y ni siquiera lo mire a la cara. El hombre grande se me acerco y me dijo –me disculpo por la rudeza de estos inútiles-. Yo no dije nada y seguí muerta de miedo. Mi cuerpo temblaba un poco por si solo y había comenzado a sudar. El hombre se me acerco y les pidió a todos que dejaran la oficina. Váyanse y déjenos solos –grito-. Jerome y sus amigos trabajan para mí, yo soy Big D, ellos me hablaron mucho de ti, me dijeron lo que te hicieron y me platicaron lo que haces –dijo-. Yo me moleste por su comentario y le dije –ellos me violaron-. Bueno ellos dijeron que lo estabas disfrutando hasta que comenzaron a tratarte muy rudo y me disculpo por eso, ellos no volverán a tocarte porque desde ahora en adelante tu serás solo mía Julia, quiero que seas mi acompañante personal –dijo-. Yo me senté en una silla aun incrédula de lo que me estaba sucediendo. Temía de nuevo por mi vida y esta vez estaba en una situación mucho peor y más peligrosa. Este hombre con negocios probablemente turbios deseaba que fuera su mujer.
Se me acerco lentamente hasta acariciar con su obesa mano mi cabello. Llevaba una esclava en su mano muy gruesa y de oro puro. Me miraba fijamente y respiraba profundamente mientras acariciaba mi rostro. Su aliento olía a cerveza y humo de puro. Hablaba con dificultad porque parecía que había estado tomando por horas. Él me dijo al oído –quiero que seas mi ramera personal July-. Respiraba cerca de mi oído como un depredador sexual mientras me olía el cabello. Yo me quede paralizada del miedo y no me moví. Ese día llevaba una blusa amarilla pero no tenía escote y la llevaba acompañada de una mini falda de mezclilla. El beso mi oreja metiendo su lengua en mi orificio como si quisiera penetrar hasta mi tímpano. Me sujeto del cuello y me beso muy violentamente. Era el tipo de beso que hace que cualquier mujer se moje enteramente. Yo trate lo más que pude de resistirme. Él tenía un sofá grande en su oficina y me ordeno que me sentara ahí. Fue a cerrar las persianas de la ventana de la oficina y regreso conmigo. Big D se quitó la camisa dejando ver un pecho flácido y muy velludo. Sus vellos eran rizados y muy abundantes. Se quitó los lentes y me dijo ponte de rodillas frente al sofá. Se desabrocho el cinturón y se bajó los pantalones quedando en ropa interior. Su figura era desagradable a la vista y su barriga era descomunal. Por su gordura pensé que su pene estaría escondido en la grasa que había en su pelvis. Se sentó tranquilamente en su sofá y me tomo de la cabeza. Acaricio de nuevo mi cabello y lo hecho hacia atrás. Se bajó la ropa interior y dejo salir su polla flácida. Era un miembro muy grande. Tenía prepucio y su glande aún estaba cubierto por él. Su vello púbico era algo selvático y parecía un nido de pájaro. El me tomo fuertemente de la cabeza y me dijo –comienza a chupar hermosa-. Yo obedecí sabiendo lo que podía esperarme si no lo hacía. Empecé a chupar su pene estirando su prepucio, chupándolo como si tuviera un sabor delicioso. La realidad era que tenía un sabor a orines. Normalmente los penes con prepucio tienen un sabor muy particular como a pescado. Por mala higiene o poco cuidado en el los prepucios normalmente tienen un sabor muy peculiar. Él se relajaba echándose para atrás y tomando mi cabeza mientras yo hacia la titánica labor de limpiar su pene con mi lengua. Cuando por fin el sabor de su polla invadió toda mi boca pude sentir que él estaba a punto de venirse. Detente –grito-. Yo lo hice rápidamente. Quiero que me comas el culo perra –dijo-. Yo no podía creer lo que me estaba pidiendo. Muy tímidamente le pedí que levantara sus piernas. Su ano era muy velludo también. Me incline y comencé a meter mi lengua dentro. El sabor era horrible. Parecía que no se había limpiado bien y él se masturbaba para hacer crecer su pene. Aun lo tenía flácido. Yo lamia su ano mientras me sujetaba de sus glúteos. El asco era muy grande pero el miedo a lo que me pudiera pasar era aún mayor. El gran hombre empezó a gemir mientras jalaba furiosamente su gran miembro que poco a poco incrementaba su tamaño y grosor. Ya estoy listo –dijo-. Se puso de pie y me tomo del cabello. ¡Quítate la puta ropa! –Grito-. Yo me quite la blusa y el sostén despacio mientras él me ayudaba a quitarme la falda. Jerome tenía razón, tienes un cuerpo de vicio perra –dijo-. Me beso el vientre y me puso de rodillas de nuevo. Abra la boca y diga ah doctora –dijo-. Yo le obedecí viéndolo a los ojos mientras el penetraba mi garganta como un taladro. Su pene se deslizo violentamente hasta mi garganta. Las lágrimas brotaron de mis ojos y lo empuje para sacarlo de mi boca. Él se molestó y me jalo fuerte la cabeza del cabello y me dijo ábrela puta y aguántala dentro –dijo-. Me tomo con las dos manos y metió más profundo su polla. Mi campanilla cedió ante su voluminoso miembro. Casi metió su polla entera en mi interior. Y comenzó a violarme bestialmente la garganta. No me dejaba escapar de sus embates. Por media hora estuvo penetrándome. Solo sacaba su polla para dejarme respirar. Se acercaba el momento de su clímax y me grito -¡abre la boca ramera!-. La leche broto lentamente de su polla hacia mi boca llenándome de su espesor y calor bombeándome como manguera de gasolina. El gimió de placer y cerro sus ojos. Bébetela perra –dijo-. Yo bebí su semen lo más que pude. Se desbordo por mi boca y me grito –no desperdicies nada perra-. Yo recogí con mis dedos lo que caía para meterlo en mi boca. Él se recostó en su sillón y me dijo –hace mucho que no me la chupaban tan bien, estoy agotado pero mientras me recupero quiero que hagas algo más. Ya pueden entrar idiotas. Todos los hombres del almacén entraron en la grande oficina. Estos hombres hicieron un muy buen trabajo ayer y yo les prometí una recompensa así que se las vas a chupar a todos.