Mío

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El primero en despertar fue Lucerys, sintió la presencia de Aemond a su espalda, durmiendo plácidamente con el sedoso cabello esparcido a su alrededor. Se giró lentamente para quedar recostado sobre su pecho, observando a su futuro esposo, sonriendo sin poder evitarlo.

La situación le parecía inverosímil, ¿Cómo es que podía tener a Aemond de esa forma en su cama si habían discutido sobre quitarle un ojo noches antes? Era gracioso y demasiado irónico, sin embargo, lo disfrutaba.

Sentir las ásperas manos de Aemond recorriéndole el cuerpo lo había llevado al abismo de la desesperación y el orgasmo de la noche anterior lo había catapultado al cielo. Se había tocado antes, preso de la curiosidad y ansioso por saber qué se sentía, pero no había comparación con sentirlo a él hacerlo.

Ya estaba amaneciendo y el sol amenazaba con salir, las nubes naranjas le daban la bienvenida a la mañana dejando que los estallidos dorados se colaran por ellas.

Se acercó más al cuerpo de Aemond, observando el cuerpo pálido bien trabajado que sin duda el mayor poseía, acarició levemente las protuberancias de su abdomen enmarcadas con cicatrices producto de sus largas sesiones de entrenamientos, sintiendo que la piel cálida se erizaba a su toque.

Aemond se removió entre sueños y eso hizo reír a Lucerys, movió su mano más al sur, encontrando la mata de vellos rubios que adornaban la dureza de Aemond, la delineó levente con su dedo, jugando con la punta rosada que ya estaba húmeda.

–Lucerys... –la voz ronca de Aemond le encendió los sentidos.

Un gustoso gemido salió del príncipe cuando Lucerys se decidió por tomar la erección entre su mano, apretándola y masajeándola, repasando la extensión mientras la humedad se esparcía.

–Detente... –susurró Aemond.

Lucerys se sintió poderoso mientras observaba la dureza de su prometido, el poder de desestabilizar a Aemond y llevarlo al límite solamente con su mano. No se detuvo, bombeó con su mano las veces necesarias hasta que la sintió vibrar y el blanquecino líquido se esparció desde la punta hasta mojar el abdomen de Aemond.

–Dioses... –la respiración entrecortada y acelerada lo hicieron sonreír. Lucerys jugó con el líquido blanco entre sus dedos, tentado en llevárselos a la boca para degustar el sabor. –No, –dijo Aemond al ver sus intenciones, lo tomó del brazo para recostarlo sobre su cuerpo y lo abrazó con fuerza. –Buenos días... –susurró.

–Buenos días... –contestó Lucerys.

Estuvieron en la misma posición por un gran rato, Aemond acariciaba la espalda de Lucerys lentamente, repasando los músculos con las yemas de sus dedos, sin llegar más abajo.

Lucerys parecía dormir hasta que los toques en la puerta lo hicieron sacar la cabeza del cuello de Aemond.

–Príncipe, traemos el agua para su baño, –habló una mujer.

Lucerys no quería moverse, estaba cálido y a gusto, sin embargo, hizo un esfuerzo por levantarse, apartándose de Aemond y sentándose en la cama.

–Déjalo para más tarde, me apetece seguir en cama un rato más.

–Pero príncipe, su madre ha pedido que esté listo temprano porque planea reunirse con usted.

–Dile a mi madre que antes de medio día estaré con ella, pero por ahora planeo seguir en mi cama, gracias.

No dijo nada más y segundos después, se escucharon los pasos apresurados alejándose de la puerta.

–¿Así que eres esa clase de príncipe? –preguntó Aemond, no pudiendo ocultar el tono burlesco de su voz.

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⏰ Última actualización: Dec 20, 2023 ⏰

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Desire [LUCEMOND]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora