Incómoda

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Bueno, estoy hiperventilando.

Después de una vergonzosa caminata hacia la iluminada mansión, finalmente estamos dentro. Se me acercaron cinco personas del personal para ayudarme y llevarme arriba. Me dieron absolutamente todo, básicamente me obligaron a ducharme. Me dieron una bata y café caliente, bueno, ya no estaba tan mal.
Hasta este momento pienso... ¿Y Santiago?
Me guían hacia un especie de living en el tercer piso. Pisos de madera una araña dorada. Un ventanal con vista a la fiesta estaba terminando.
- ¿Estás mejor? - me pregunta Santiago sentado, con las piernas en alto. Ya seco y cambiado, con camisa y pantalón. Un look más relajado.
- Siempre lo estuve...
- ¿Segura? Creí haberte visto un poco mareada.
- Para nada. - conteste firmemente, muerta de vergüenza.
- Ese chico te pone nerviosa.
- Me había quitado el celular... ¿Mi teléfono? - pregunté exaltada.
- Yo no lo he visto. ¿Con quién viniste?
- No sé... Mis amigas. No sé dónde están, yo...
- Bueno tranquila. Están secando tu ropa. Tomate el café y puedo prestarte el celular para llamarlas.
- Ok... - dije intranquila mientras me sentaba junto a él.
Él estaba serio, pensante, con una mano en la boca, mirando hacia afuera.
- ¿Cómo te ha ido? ¿De dónde venís?
- Bien, estoy muy contenta de estar acá. Soy de la tierra del sol y el buen vino.
- Que sabes de vinos claro está.
Me quedé sorprendida por lo que dijo, no fue un chiste, repito, es muy serio.
- ¿Cuántos años tenés? - pregunté con inseguridad a ser un poco indecente.
Me miró de arriba abajo. Parecía no querer develar nada sobre él.
- ¿Ésta casa es tuya? - pregunté insistiendo al no tener respuesta alguna.
- Así es. - miró aburrido para el costado.
- Que bien, linda casa. Bueno, voy a buscar mi ropa. - me levanté, solo quería irme, no me sentía cómoda.
- Cande...
Me sorprendí, estaba en shock ¿Sabía mi nombre? No lo puedo creer. Me di vuelta para verlo y extendió su mano. Era el pin, con mi nombre.
- Gracias.
- ¿Querés que busquemos tu teléfono?
- Por favor.
Me cambié nuevamente, está vez con un saco seco de él, pues había refrescado. Bajamos y con ayuda del personal lo sacamos de la piscina. Si, se había caído al agua.
- No prende... - dije preocupada, casi llorando.
- Bueno pero... Te presto el celular para llamar a tu amiga, te puedo llevar...
- ¡No es solo eso! - dije al borde del llanto.
Cuido mucho mis cosas y sufro de rabia cuando un ajeno rompe algo mío.
- Lo arreglamos. - dijo muy seguro.
Me sorprendió que literalmente cumple con el estándar del hombre que resuelve.
- Toma, llama alguna de tus amigas.
Tome el teléfono y obviamente me sé el número de Clara.
- ¿Clara? ¿Dónde estás?
- ¿Cande? ¡Apareciste! - se escuchaba a música y gritos de fondo.
- ¿Dónde están? - insistí.
- Estamos con los misioneros en un boliche re conocido. Te estuvimos buscando toda la noche, te llamamos y no...
- Larga historia.
- ¿Venís? Te mando la ubicación.
- No, gracias.
Corté enojada, me dejaron sola y se fueron a un boliche, siendo que yo no aparecía. En fin.
- ¿Tus amigas se fueron de joda?
- Si. -dije y levanté las cejas.
- ¿Y vos te querés ir a dormir?
Lo miré confundida. Me llevó a un jardín secreto dentro del enorme patio, envuelto en un rosedal de rosas rojas, una fogata, asientos blancos y mandó a traer más vino blanco.
Se sentó y prendió un cigarrillo, es como un momento donde se congela el tiempo y el silencio abunda, verlo era hipnótico.
- ¿Fumas? - me ofrece un cigarro.
- Socialmente, si.
Lo tomé y fumé junto a él. Empezaba a acostumbrarme a su silencio.
- ¿Qué opinas de las medidas nuevas del país?
Me sorprende como rompe el silencio con una pregunta tan polémica.
- Creo que llevan poco tiempo, tienen tiempo de hacer un buen trabajo.
- ¿Querés decir que va mal? Nunca pregunté a que partido político apoyas.
- Radicalismo.
- ¿Lo apoyas? ¿O solo es militancia?
- Yo... Creo que no... - me noté insegura.
- ¿Sos tibia?
Ok, no. No lo dijo.
- ¿Perdón?
- Nada, nada.
- No está bien. No voy a ofenderme, las ideas políticas están establecidas de años y lo único que hacen es resurgir y amoldarse a las nuevas sociedades y necesidades, cambiando nombres y discursos. Simplemente hoy no me encuentro de acuerdo al 100% con ninguno. La corrupción y la las falsas promesas abundan.
- Ok, está bien. - sonrió relajado.
Es la primer sonrisa que veo de él y es increíble, no puede ser tan hermoso.
- Cande... Si pudieses elegir estar en algún lugar en el mundo en este momento ¿Cuál sería?
Lo pensé pero no me costó encontrar la respuesta.
- Acá. Una fogata durante la noche entre medio de rosas perfumadas, es un jardín muy lindo.
- Me alegra saber que te gusta. Si me preguntaras, respondería lo mismo. - dijo mientras me miraba a los ojos.
No podía más ¿Estaba interesado en mi? ¿Por qué me mira de esta forma? Estoy nuevamente hiperventilando.
- ¿Te llevo a tu casa?
Bueno, parece ser el fin de la noche.
Agarró su auto negro y me llevó al hotel.
- ¿Entonces vas a estar sola? Hasta que vuelvan tus amigas.
- Así es, no creo que vuelvan temprano.
- Ok, que descanses. - dijo y miró para adelante.
- Igual...
Sentí que me faltaba algo, tal vez sea de películas pero... ¿Terminar así la noche? No puedo estar tan llena de preguntas. Me dejó tan intrigada y ahora solo se va. ¿Por qué la mujer siempre tiene que esperar la pregunta del hombre? No, no es así.
- ¿Desayunamos mañana? - dije impulsivamente.
Me miró sorprendido, se quedó sin respuesta.
- Bueno, nos vemos. - dije mientras salía del auto. El no ya lo tenía.
- Te busco mañana a las 9am ¿Te parece?
- ¡Si!
Bueno, eso sonó desesperada. Está bien, listo. Estoy feliz, ansiosa, nerviosa, intrigada. Tengo una mezcla de emociones que no puedo explicar. ¿Podré dormir esta noche?

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