Capítulo 4.

26 4 5
                                    

No podía creer que por fin fuera martes. Era el único día de la semana que tenía libre, y lo necesitaba más que nunca. Después de pasar horas y horas en la cafetería, sirviendo cafés, limpiando mesas y soportando clientes molestos, lo único que quería era relajarme y hacer algo diferente. Quizás leer un libro, ver una película o salir a caminar. Lo que fuera para distraerme de esa imagen que me perseguía en mis sueños.

Me desperté con el sol entrando por la ventana y el sonido de los pájaros cantando. Miré el reloj y vi que eran las nueve de la mañana. Me estiré y bostecé, sintiendo el cansancio acumulado en mis músculos. Me levanté de la cama y me dirigí al baño, donde me lavé la cara y me cepillé los dientes. Al salir, noté que la casa estaba en silencio. Recordé que mis hermanos habían ido a la escuela y mis padres al trabajo. Estaba sola ese día. Eso me hizo sentir un poco nerviosa, pero también tranquila. Después de todo, ¿por qué iba a preocuparme? Era un día normal, como cualquier otro. Solo tenía que disfrutar de mi desayuno favorito, un delicioso té con huevos fritos y frijoles. Normalmente tomaría café, pero desde que trabajaba en la cafetería, el olor y el sabor me resultaban repulsivos. Tal vez sonara exagerado, pero créanme, trabajar en una cafetería no era tan bonito como parecía.

Mientras comía, tomé mi celular y le mandé un mensaje a mi madre. Quería contarle lo que me habían propuesto el día anterior:

"¿Qué crees? Tendré que quedarme en el turno nocturno, de 12 a 8 a.m., al parecer vale la pena pero..."

hay algo que me hace sentir incómoda. Al escribir la última parte, sentí un escalofrío recorrerme la espalda. Temía que mi madre se alarmara, pero también temía por lo que me pudiera pasar. Cada vez que pensaba en aceptar esa oferta, me imaginaba lo peor. Yo, mi familia y las consecuencias. Tal vez... un funeral donde alguno de ellos no soportaría mi pérdida, o ellos buscando desesperadamente a alguien que probablemente no volvería jamás. Imaginar esas cosas me partía el corazón. Pero esos pensamientos se borraron al recordar los 140 dólares que me ofrecieron. Ese dinero podría ayudarnos mucho. Podría pagar los gastos de la casa, una parte de mi universidad, podría aliviarles un poco la carga, ¿no es así?

Con un suspiro pesado, mis dedos se deslizaron sobre el teclado, borrando el mensaje que había escrito. Un nudo en mi estómago se apretaba mientras redactaba un nuevo texto, cada palabra escrita con una mezcla de emoción y temor:

"¿Puedes creerlo? Tengo la oportunidad de ascender a subgerente. El Gerente me ha considerado para el puesto. Mi salario será de 300 dólares cada quince días, pero hay posibilidad de que aumente gradualmente. Lo duro es que tendré que trabajar en el turno nocturno durante los próximos 4 meses. ¿Qué opinas? El lugar parece ser bastante tranquilo y seguro..."

Sabía, en lo más profundo de mi ser, que lo que estaba haciendo no era correcto. Crear falsas esperanzas en la persona que más había amado era como apuñalar mi propio corazón y el suyo simultáneamente, solo que ella no sentiría el dolor en este momento. Podía sentir cómo mi corazón latía con fuerza y mis manos temblaban, era esa adrenalina que solo la mentira puede provocar. Esa misma que tiene el poder de romper los corazones de aquellos que te aman.

Durante cinco largos minutos, me quedé inmóvil, mirando fijamente la pantalla, prestando más atención a mis pensamientos internos que a los mensajes que se desplegaban ante mis ojos. Sentía como si mi corazón se estuviera rompiendo en pedazos, mientras un escalofrío recorría mi espina dorsal. Mientras mi cuerpo experimentaba esa sensación alarmante, mi mente estaba en otro lugar, visualizando con gran detalle esos ojos verdes... esa piel pálida, y sobre todo, recordando la anomalía del tiempo.

"Nos volveremos a ver, Alicia". Esas palabras resonaban en mi cabeza una y otra vez, como un eco que no se desvanecía. ¿Qué quería decir con eso? ¿Qué sabía él de mí? ¿Qué pretendía hacerme? Sentía una mezcla de curiosidad y temor que me atormentaba.

The Hidden WindowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora