El silencio se cernía sobre nosotros, un silencio tan denso que parecía haber congelado el tiempo. Fran y yo nos mirábamos fijamente, pero las palabras se negaban a salir de mis labios. Mi voz había desaparecido, dejándome atrapado en un torbellino de miedo y confusión. Mis ojos, fijos en la figura de Fran, buscaban respuestas, mientras mi cuerpo permanecía inmóvil, como una estatua de piedra.
Mientras luchaba por mantenerme en pie, Fran comenzó a moverse hacia mí con un paso lento pero seguro. Sus ojos, fríos y vacíos, me recordaban a los de un cadáver abandonado a la descomposición, cuyos ojos habían sido devorados por los gusanos. Su respiración era tan tenue que apenas era perceptible, un detalle que acababa de notar.
-¡Aléjate! ¡No te acerques! - logré gritar con una voz temblorosa y aterrada. Me arrinconé contra la pared, sintiendo la pintura desgastada bajo mis uñas mientras las rasgaba en un intento desesperado de alejarme. El miedo y la impotencia me invadían, dejándome en un estado de ansiedad y terror.
Fran se detuvo al ver mi reacción. Se inclinó ligeramente hacia el suelo y, de aquel líquido negro que emanaba de él, extrajo un billete de cinco dólares. Ni un centavo más, ni un centavo menos.
-Quisiera un café helado descafeinado, por favor.- dijo con una ligereza en su tono que contrastaba con la tensión del momento. Era como si estuviera teniendo una conversación casual en un día cualquiera. Dejó el billete en el mostrador y me miró, esperando pacientemente su pedido, como si nada estuviera fuera de lo común.
Al oír esas palabras, sentí cómo mis pupilas se contraían hasta convertirse en diminutos puntos de asombro, mientras mis ojos se abrían de par en par, como si estuvieran a punto de saltar de mi rostro. Mi única reacción fue cerrar los ojos y sollozar, deseando que todo terminara, anhelando escapar de ese lugar.
Fran, en cambio, parecía observar con una tristeza velada en sus ojos vacíos, mientras su espantosa sonrisa de calabaza se desvanecía lentamente, encogiéndose pero sin alterar su forma grotesca. -¿Hola?- preguntó con un tono desconcertado. -No te voy a hacer nada, po' si es a eso a lo que le tení miedo...A menos que te hayas mandado alguna cagá~- continuó, cambiando su tono a uno más juguetón.
-Vete...No quiero tu dinero. Desde un principio te lo dije...- respondí con voz entrecortada mientras sollozaba.
-¿Huh? Pero...acá se paga con esto, ¿cierto? son iguales a los billetes de los otros.- dijo con un tono confuso mientras examinaba el billete. Al ver cómo me acurrucaba contra la pared, pareció entender por qué reaccionaba de esa manera. -¿Cachai qué el miedo no te deja reaccionar?, solo abre los ojos.- insistió, notándose un atisbo de impaciencia en su voz.
Con un miedo que me recorría la espina dorsal, me preparé mentalmente para la escena que estaba a punto de presenciar. Mis párpados, pesados por el temor, comenzaron a levantarse lentamente, permitiendo que la luz se filtrara en mis ojos. Cuando finalmente me atreví a abrirlos por completo, me sorprendió encontrar que el lugar estaba inmaculado. No había rastro alguno de aquel líquido oscuro que había manchado todo a mi alrededor, solo era la cafetería, y Fran, junto a la mochila de los asaltantes. Esta vez pude divisar perfectamente que estaba llena de dinero al punto de casi hacer que la tela comenzara a rasgarse.
Giré mi cabeza hacia Fran, y allí estaban de nuevo, esos ojos verdes tan extraños. Por primera vez, sentí un alivio al verlos. Tartamudeé, tratando de formular la pregunta que me atormentaba. -¿A-Ah...? ¿D-Donde está el...?- Pero antes de que pudiera terminar, Fran, como era su costumbre, me interrumpió.
-¿De verdad querí saber dónde está? Ayer no te vi muy segura con nuestra conversación... de hecho, hoy no quise meterme pa' no molestarte, pero esos weones tenían una maldad brigida. No podía desaprovechar algo así.- respondió inmediatamente mientras tomó nuevamente aquel billete. -Anygays, no son los primeros a los que me he comido. Todos y cada uno de estos enfermos han tenido una cantidad gigante de plata...son weones, se la pasan choreando esta mierda y ni siquiera la gastan en algo que valga la pena. Tengo sacos de estos billetes en mi casa pero me da paja repartirlos a todos, no soy robin hood po'.-
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The Hidden Window
FantasiaEsta historia es una exploración profunda y cautivadora de la realidad y la fantasía, contada a través de los ojos de una joven que se encuentra en el umbral de ambos mundos. Nuestra protagonista, una chica aparentemente ordinaria, vive una vida tr...