"Omegsverse II"

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Capitulo 9: " solo en tus brazos encuentro paz"

El desde temprana edad supo que su familia era de bajos recursos. A veces solo comían arroz toda la semana y a veces solo pastas, pero a él no le importaba, la pasaba bien jugando con sus hermanos, descalzos por la ciudad, yendo al parque para bañarse en la pileta, era un niño feliz. Todo cambio un día que su madre decidió llevarlo al doctor, era la primera vez que iba y le asustó un poco el ambiente estéril del lugar. Un hombre con bata le hablo sobre el segundo género, pastillas y Omega. Aquella vez habías sido la primera vez que había escuchado la palabra Omega y su madre se veía afligida, con una mirada llorosa. Le pregunto que había dicho el doctor y ella, con una sonrisa en su rostro le explicó.

-Cariño, eres un Omega, por lo que debemos tener especial cuidado. No vaya ser que un malhechor quiera robarse esa hermosa carita—su madre siempre lo había tratado tiernamente, con cariño maternal. Se abrazaron.

-¿Es malo ser Omega?—preguntó en su inocencia.

-No cariño, es un poco más complicado—le regresó la sonrisa. Desde ahí tuvieron que comprarle los inhibidores, por lo que las cosas en la casa se volvieron aún más tensas. Peleas entre sus padres, su hermano menor le molestaba, en el colegio la gente se burlaba de él por su condición de Omega. Y cuando tuvo su primer celo, todo se fue a peor, a veces el medicamento no le era suficiente para suprimirse, sus feromonas se dispersaban y más de a alguno le afectaba. Los alfas corrían salvajes para atraparlo e intentar besarle, más de uno se pasó de listo, más de alguno le provocó una herida la cuál no iba a ser fácil sanar. Un profesor lo utilizaba a su antojo, para después alegar que el lo había seducido. Aquel episodio fue traumático, el realmente era inocente, no conocía sobre el sexo y sus padres estaban muy ocupados trabajando para que tuvieran una conversación con él.
Su profesor, Valentino, le tomó bajo su ala, le hablaba y le enseñaba sobre la vida, se creo una burbuja de confianza y Anthony, que ya contaba con quince años, era el ser más precioso de la escuela. Con su cabello vaporoso color del trigo, ojos azul cielo, brillantes y soñadores, pecas en su pálida piel, extremidades largas y delgadas. No sé daba cuenta del encanto que provocaba en los demás. Su profesor empezó con caricias sutiles, con guiños de ojos, sonrisas coquetas, hasta que llegó el maldito celo y las cosas se salieron de control. Lo apreso entre sus fuertes brazos, lo besaba mordiéndolo hasta hacerlo sangrar, no importa si lloraba o le decía que parara, Valentino no lo hacía y solo carcajeaba de manera sádica, penetrándolo con más fuerza, agarrándolo con más brutalidad. Tuvo que irse del colegio, cayó en depresión, no podía pisar aquel establecimiento sin ver los ojos de su profesor mirándolo con deseo. Sus madre se preocupó y le propuso arreglarle un matrimonio para que estuviera a salvó.

-¿Quién querría casarse conmigo, madre?—sus ojos estaban apagados, ya no brillaban con la misma intensidad que antes.

-Cariño, todo el mundo quisiera casarse contigo—le acaricio el rostro—el hijo del jefe de tu padre estaba buscando un Omega, creo que serías buen candidato—y así conoció a Husk, su futuro esposo. Tenía duda, tan joven y casado no era el plan de vida que había soñado para si, pero viendo lo mal que estaban las cosas económicamente y el miedo atroz que tenía de volver al colegio, optó por contraer nupcias con el pelinegro. Debía admitir que era guapo, mirada color oro, cabello frondoso de color ónix, buen porte y varonil, pensaba que podía hacer una vida dichosa a su lado, pero todo cambio a las primeras horas de iniciar su vida juntos.

-Necesito un heredero para la empresa ¿Eres un Omega verdad?—el rubio quedó sorprendido por esa frase.

-Si, lo soy. Asumo que tendremos hijos ¿Somos un matrimonio, no querido?—intentó posar una de sus manos en el brazo de su marido, pero este se quitó del medio.

-Escucha, esto es arreglado. No te amo, solo necesito que cumplas tu deber—se alejo y se fue hacia el baño—prepárate—jamás se besaron, no había preparación de por medio. Husk lo agarraba del cuello, enterraba la cabeza del rubio en el colchón, subía las caderas y lo penetraban sin cuidado. Anthony lloraba, dolido, sufría en silencio, debía aguantar por su familia. Así pasaron un par de años entre horas vacías, comidas en solitario y sexo sin amor. Ya llevaban diez años de matrimonio, diez dónde no había podido concebir. Husk lo repudiaba y traía distintas personas a su casa para saciar su deseo. Él las veía desfilar mientras quedaba con la cena en el horno. Intentaba llenar su día con distintas actividades pero nada lo llenaba realmente, hacia los quehaceres de la casa en automático e intentaba complacer a su marido para que éste no se enojara, aunque la mayoría del tiempo se enfurecía y el pagaba los platos rotos, con los ojos llenos de lágrimas y el rostro magullado ¿Por qué seguían casados? ¿No era mejor desaparecer? Pero la verdad era que aparentaban ante el mundo y sus familias, se comportaban como la pareja ideal aunque a su espalda lo criticaban por no tener hijos. Fue al médico, no había ningún problema con el ¿Entonces? Quizás era Husk, pero jamás se atrevió a plantear aquel problema.

**

Ya estaba harto, necesitaba darse un respiro. Aquel día había sido especialmente difícil. Husk llegó ebrio diciéndole las palabras más crueles que encontró en arsenal, su celo estaba pronto a iniciar por lo que se encontraba más cansado de lo usual, con un deseo que no podía quitárselo de su cabeza. Tomó un par de supresores y salió de la casa antes de que todo subiera aún más de tono. Salió al aire gélido de la noche y pudo respirar tranquilo, camino por la costanera del río que quedaba cerca de su domicilio, tratando de olvidar todo el desastre que era su vida. Vio el agua correr bajo sus pies y pensó en tirarse ¿Realmente a alguien le importaría que tomara aquella decisión? Cuando estaba a punto de tomar aquella decisión, sintió un fuerte olor dulzón a canela, rápidamente se dio cuenta que había otra persona a un par de pasos al lado suyo. Sintió la piel ardiendo y sus entrañas estallar en un fuego intenso. El extraño se fue acercando, su aroma lo mareaba, su miembro despertó ¿No se suponía que las pastillas servían para suprimir su celo? Pero había despertado y más fuerte que nunca.

-¿Estás bien?—le tocó el hombro y no pudo evitar jadear. Se miraron con deseo. El castaño tampoco entendía aquella inmensa atracción que sentía ante aquel desconocido.

-S-si—ya no podía pensar con claridad, ni si quiera ase acordaba de su nombre.

-Lo siento, pero…—se acercó al cuerpo contrario—creo que no puedo controlarme—lo abrazo y Anthony gimió.

-Tómame—lo beso en plena calle. No sé conocían, ni si quiera sabían el nombre del contrario, ni de dónde venían, solo estaban seguro de que en aquel momento, se tenían uno al otro. Se fueron al departamento del moreno, se siguieron besando con desesperación, sus bocas se encontraban sin respirar. Anthony jamás se había sentido de aquella forma, quería gritar a los cuatro vientos lo bien que se sentía, le pregunto el nombre y en su boca sonaba exquisito. Alastor, pelo castaño suave que no dudó en acariciar, piel canela, exquisita, con un aroma que lo envolvía y le hacía vibrar cada célula de su cuerpo. El moreno lo tomó y siguió lamiéndolo, sabía a vainilla, sus sentidos se saturaban por todas las sensaciones que estaba sintiendo. Le quitó el pantalón y vio todo lo lubricado que estaba, no pudo evitar tocarle y meterle un par de dedos, vio como arqueaba la espalda y como se corría entre sus vientres, pero eso no los detenía. Seguía ardiendo por dentro, queriendo más contacto, abrazándose, queriendo más de sus pieles. El momento del contacto fue delicioso, Anrhony se sentía completo, por primera vez en su vida ¿Qué era esa sensación de complementariedad? Alastor no pudo evitar morderlo, marcar a un completo extraño ¿En qué estaba pensando? Pero la verdad era que no pensaba en nada mas que en Anthony, en sus ojos azules, su piel como la nieve y su cabello rubio, color del sol ¿Dónde había estado toda su vida? Se corrió dentro sin importar las consecuencias, siguieron unidos besándose, tocándose y sin poder separarse, volvieron a hacerlo una y otra vez, ya no podían estar lejos el uno al otro, estuvieron quizás días, horas o minutos, ellos ya no tenían percepción del tiempo, el amor y la conexión que sintieron fue real, intensa, se decían palabras de amor ¿En qué juicio cabía aquella locura? Al despertar Anthony se dio cuenta de todo lo que había pasado, se fue a mirar al espejo del baño y encontró la marca y los besos repartidos por todas portes y sintió miedo ¿Qué iba a decir su esposo? Por un ataque de pánico salió corriendo a medio vestir para volver a su domicilio, no le pregunto el número, ni nada para poder contactarse más tarde, el no debía hacerlo, por respeto ¿Pero Husk lo respetaba? Intento olvidarse de todo aquello y al traspasar el umbral, todo seguía igual. Su marido se despidió de el sin mirarlo, la cena del día anterior seguía intacta en las ollas y volvió aquel agujero en el pecho.

Por la noche Husk noto la marca y le dio una tremenda paliza por infiel, lo tomo por la fuerza y después desapareció por la puerta. El quedó aún más solo y dolido en aquella cama. Quería volver a los brazos de Alastor dónde se había sentido tan pleno. Salió de su casa sin pensar un tener rumbo fijo, recorrió la Costanera hallándola vacía, se sentó en una banca y espero que el cielo se tiñera de negro, la frescura empezaba a calar en los huesos y en su corazón. Sintió una mano en su hombro y un calor en las mejillas alzó la vista y vio al castaño, lo abrazo como si hubieran pasado un siglo, lloro en u hombro y le contó su situación, el no era libre, estaba casado.

-¿Eres feliz?—lo miro serio con aquellos ojos rubí. Anthony negó, con lágrimas saliendo de sus bellos ojos. Alastor le limpio las mejillas con delicadeza.

-Pero tengo mucho miedo, Husk es violento—Alastor vio los hematomas en el bello rostro y sintió una rabia indescriptible. Le estaban tocando algo que era suyo, de su propiedad. Un instinto animal se apoderó de él, quería masacrar a ese tal Husk.

-Te protegeré, lo prometo—se abrazaron mientras se besaban, el castaño tenía el cuidado para no dañarle más.

-Quiero estar contigo, solo contigo. Te amo, aunque suene ilógico—le susurro.
-Es bastante ilógico pero yo también lo soy, te amo de igual manera—besos promesas, palabeas, volvieron a hacer el amor, volvieron a quererse como la noche anterior, ya habían atado su destino, sus vidas para siempre en un amor irreal y eterno.

FIN

*Falta poco para terminar*

"Historias cortas: Radiodust"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora