el paraíso en el infierno

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Las hijas de Lady Dimitrescu quisieron ir de vacaciones a Ovidiu Island, una isla de Rumanía, dejando a Alcina completamente sola en el castillo, a diario recordaba lo difícil que había sido su vida, a pesar de tener la vida eterna, era algo que tambien era agobiante para ella, su vida era monótona y aburrida, a pesar de ser dueña de uno de los viñedos más grandes del mundo, era aburrido.

Alcina siempre había sido una persona fría y sin corazón a ojos de los demás, una persona incapaz de amar, pero que todo el odio que tenía en su corazón era solo el reflejo de todo su dolor. Madre Miranda la había despreciado toda su vida, haciendola sentir insuficiente ante ella, tratándola de una forma cruel y sin piedad, diciendo que ella era nada más que un experimento fallido.

A menudo sus hijas le hacían sentir que era una mala madre, al darles simplemente la vida, diciendo que nunca tenía tiempo para ellas, que siempre se la pasaba discutiendo y peleando con su tío Heisenberg, ya que él había puesto a sus hijas en su contra.

Finalmente el corazón de Alcina estaba lleno de soledad, sabiendo que estaba completamente sola, que nunca nadie la iba a querer, debido a que era un monstruo, y que si alguien llegara a acercarse a ella sería por su poder o estatus. Todos sus pensamientos la llevaron a hundirse en el alcohol y el cigarrillo viéndose desesperada y sin esperanza, ni siquiera podía esperar la muerte, ya que sabía que está nunca llegaría.

Alcina:

"Estoy jodidamente cansada, la resaca se me sale por los poros, cada día es peor que el anterior, de no ser inmortal ya me hubiese suicidado" piensa Alcina, mientras se levanta de la cama con muchísimo esfuerzo, siente que el malestar de estar bebiendo tanto vino a altas horas de la noche estaban acabando con ella. Aún así logra salir de la cama.

-"¡¡¡MÓNICAAAAA!!!" Le grito a una de mis sirvientas, solo quiero una taza de café.

-"si, señora Dimitrescu, buenos días" dice la sirvienta asomada a la puerta, temblando de miedo.

-"trae mi desayuno AHORA"

-"de inmediato, señora"

Prende un cigarrillo en la cama sentada, para luego sacar una botella de vino fuerte.

Minutos después llega Mónica, la sirvienta, con una bandeja de desayuno para la dama del castillo, pero cuando entra Tose un poco, por el humo del cigarrillo de Lady Dimitrescu.

-"disculpe... Mi señora... ¿No gustaría abrir las ventanas para que pueda salir un poco de humo?"

-"retírate." Le digo, con una voz algo dura para que entienda que es una orden, y que no tiene ningún derecho a decirme que hacer.

-"m... Mi señora..." Dice Mónica, con la voz temblorosa, la verdad no me importa que mis empleadas me teman, es un verdadero privilegio trabajar para mí, excepto cuando cometen el más mínimo detalle en su trabajo, y Mónica a durado mucho en mi castillo, normalmente casi nadie dura más de un mes trabajando para mí.

-"¿Que quieres?" Digo yo con un tono bastante serio

-"no... ¿No desea algo para comer...? Es que... La verdad creo que ha estado perdiendo peso... Y eso... Podría ser malo para su salud... Y sobre todo porque el alcohol hace más efecto..."

-"eso a ti no te incumbe, ahora RETÍRATE." A veces no me gusta que la gente sienta lástima por mi, además ni ella ni nadie tiene por qué entrometerse en mi vida.

Termino bebiendo toda la botella de vino, aunque a estas alturas una sola botella no tiene casi efecto en mi. Me levanto de la cama, siento que cada movimiento me duele, sobre todo la cabeza, siento que hasta respirar me quema.

Su Sangre Especial Donde viven las historias. Descúbrelo ahora