Capítulo 28 - ¿Premoniciones?

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Punto de vista de Antoinette St. Clair

Estaba mirando por la ventaba del comedor mientras mi marido se acercaba despacio al coche aparcado en frente de nuestra casa. Carlos se le acercó rápido, abriendo la puerta al hombre, que mantenía su atención en el móvil. Una sonrisa nació en mis labios en pura euforia ya que yo sabía quién estaba al otro lado de la llamada. Justo como esperaba, predecible. Tan pronto se largó el coche de la mansión, fui a recoger mis pertenencias, como las llaves, el móvil y el bolso. Tenía un compromiso muy importante, un propósito, y necesitaba dar la talla.

-¿A dónde vamos, señora?- Dylan preguntó en cuanto salí de la casa.

-Tengo un compromiso muy importante. Pero quiero que te tomes el resto del día libre.-

-Pero, Sra. St. Clair...- Insistió mientras seguía mis pasos. Tomé una gran bocanada de aire me acercaba al coche aparcado en el garaje subida en mis tacones. Abrí con las llaves desde lejos, desbloqueando el vehículo, y me metí dentro del Ferrari. -No te puedo dejar ir sola, me pagan por--

Abrí mi maleta negra, sacando unos billetes del interior, que estaba repleto, y después volví mi atención al hombre.

-Sr. Carter, haz lo que yo te diga, ¿Vale? Aquí tienes una propina para que disfrutes el día- Dije intentando convencerle, mientras le ponía unos cuantos billetes de cien dólares en el bolsillo de su camisa. El hombre miró al bolsillo lleno de dinero y me miró. -Que sepas, que si me sigues, haré que te despidan. Y ni se te ocurra dudar que puedo hacerlo.- Digo con una sonrisa cínica antes de meterme en el coche y cerrar la ventana.

Arranqué el coche, escuchando el rugido del Ferrari al pisar el acelerador. Miré a Dylan, que estaba con cara de corderito degollado, y me saludó rápido antes de que me fuese, dejando al guardaespaldas detrás. No quitaba los ojos del retrovisor, sólo por asegurarme de que Dylan no me seguía, y obediente, no lo hizo. Aceleré por las avenidas de Nueva York hasta el edificio de Cheryl. Aparqué en el sitio de siempre, al lado del coche de la mujer, y fui al ascensor. Llamé al timbre dos veces, y no tardé en escuchar el ruido que venía de dentro. Planté cara a la situación y cogí una bocanada de aire que fue directa a lo más profundo de mis pulmones, sólo con tal de poder enfrentarme a esos ojos verdes.

-¿Qué haces aquí?- Esas fueron sus primeras palabras cuando se dio cuenta que estaba allí.

-Solías ser mejor anfitriona, Cheryl. Así no se tratan a los amigos.- Dije mientras pasaba por su lado, entrando al apartamento.

Husmeé un poco por la habitación con cuidado para asegurarme de algo: Estaba sola. Me giré en mis tacones y planté cara a su expresión seria. Cheryl cerró la puerta y cruzó los brazos por debajo de sus pechos mientras se acercaba.

-¿Qué quieres?-

-Quiero hablar contigo.-

-No hay nada de lo que hablar, Antoinette.- Su tono de voz era seco, casi afilado, con intención de dañar.

-Sí, tenemos muchas cosas que hablar-

Cheryl asentió y se recostó sobre el pilar de cemento que había detrás de ella, esperando a que yo hablase. Estaba super sexy, haciendo que me sintiese mal por ser tan débil cuando se trataba de mis deseos. La policía llevaba un par de shorts grises que dejaba ver gran parte de sus muslos, y un top blanco con manga lisa. Y para hacer la situación más complicada, debajo de la tela veía como sus pezones estaban vagamente erectos. Joder! No llevaba sujetador.

-¿Se puede saber de qué? Porque viendo la situación que tenemos aquí, ya no existe ningún lazo que nos una, ni sexual, ni de trabajo.-

-Por eso exactamente vine a hablar contigo.- Dije tras coger una gran bocanada de aire, dejando mi bolso en el sofá. Cheryl frunció el ceño, sus cejas juntas en el medio de su frente. -¿Por qué pusiste al tal Dylan en tu lugar? ¿Por qué coño dejaste tu posición?-

Jaque MateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora