Prólogo

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-Sucedió hace cincuenta años, en la parada de Ópera, en Madrid. Una joven de aproximadamente nuestra edad parecía ser corriente y esperar un tranvía al igual que los demás ocupantes del andén. Sin embargo, cuando este llegó anunciado por megafonía, la chica se tiró a las vías y esperó en el suelo la llegada del transporte. El metro atiborrado de gente anonadada que la animaba a salir se fue sumergiendo en el mismísimo caos. Una luz, saliendo de un túnel. Un enorme tren. Una chica. El choque fue inminente. Brutal. Sin embargo, delicadamente, el cadáver sin ningún rasguño calló en la vía, y muerta, empezó a balbucear en un idioma desconocido: Está será mi eterna morada...¡Buh! ¡Que estáis empanaos! - Un chico moreno, con el cabello ensortijado y una cara rechonchita se troncha en el suelo de la habitación. Cuatro chicos en círculo y con linternas miran al que se está partiendo el culo a costa de su miedo. Solo una, parece tomárselo a broma.
- Sí, que te has creído que nos da miedo, ¡paparruchas! ¿Verdad chicos? - La gótica los mira, sin obtener respuesta afirmativa.
- Te has quedado sola, "Oliva"- Comenta despectivo. - A estos niños les da miedito lo que les he contado. Especialmente a una que yo me se. - Mira a una joven que no parece estar pasándoselo nada bien. A consecuencia de su nerviosismo se trenza el pelo rubí con dos finas manos. La pecosa alza la vista y lo mira, está hablando de ella.
- ¿Que...que pasa...Gantz? - El tembleque de su voz la delata. Su tartamudeo cuando tiene miedo es evidente.
- Creo que tu vivías por Ópera, ¿No es así, Ana? - Maligno, Gantz sonríe
- Sí, si que vive ahí y lo sabes de sobra. - Una chica rubia, que parece creerse la historia pero no temerla en exceso, se impone. - Deja de pinchar, Gabriel, anda. Sabes que a Ana estas cosas le dan miedo.
- Uy tranquila, Adalet, no es nada malo. - Se burla Gantz, o Gabriel, cuando su mejor amiga se enfada.
- Para ti no será malo, ¡pero a ella le molesta mucho! - Exclama, decidida, la chica.
- Ya está aquí la defensora del pueblo, macho, no consigues callarte ni debajo del agua. - Un apartado chico moreno cobrizo se ríe junto Gantz.
- El que faltaba. Sólo defiendo a quien lo merece, y puede que tu no lo merezcas.
- Tou che- Afirma sarcástico.
- Bueno ya está, chicos.- Murmura la cohibida Ana.- Todo ha sido mi culpa.
- Nah, culpa mía, yo empecé con todo esto de las historias de miedo. - Se atribuye Gantz, dudoso.
- Dejémonos de culpas ya, tanta ternura me pone enferma- Balbucea Olivia. - Y tú- Dice agarrando a Gantz por el cuello.- Como vuelvas a llamarme Oliva, te enteras de por qué se le llama corbata colombiana.
- Tranquila, novia zombie, no vaya a ser que me lleves contigo a la tumba. - Se arriesga Gabriel, gracioso.
- Avisado quedas- Su cabello lacio y negro, que roza su trasero al andar, se engancha en un hombro y la ayuda a colocarse sus botas negras de plataforma, llenas de hebillas.
- Y...bueno- Anuncia la alegre Adalet, en un amago de romper la tensión. Mira su reloj de pulsera y sigue hablando -Es sábado. Es verano. Y son las 12 de la noche. Voto por tomarnos un café en el Starbucks de Sagasta y salir por ahí.
-¿Vamos a salir por Chueca?- No quiero encontrarme a las amigas bolleras de Olivia. - Bromea Gantz
- Te estas jugando el cuello y la lengua. Te he dicho mil veces que no soy lesbiana. - Eso no es del todo cierto, piensa ella. Dispuesta a explicarlo, se ve cortada por Darío.
- Es bisexual, de carne y pescado. De las de las dos aceras, o del paso del peatones. Ya sabes, Gabri.- Ambos chocan las manos y se disponen a salir del piso de Olivia.
- Bueno ya está, vámonos todos a salir. ¡Que la noche es joven! - Grita Adalet, que abre su bolso y cambia sus converse all star blancas por unas cuñas de primark y su camisa de rayas por un top de color blanco. Por último, coge el iPhone y pone música en el ascensor para dar alegría.
- Tu siempre eres el alma de la fiesta- Dice Ana, abrazando a Adalet.
- El alma de la fiesta es el fantasma de la Ópera. - Confiesa entre risas Gantz.
- ¡¡¡Cállate ya, Gabriel!!!- Gritan los otros cuatro al unísono, dejando al chico sonrojado

Olvídame, MadridDonde viven las historias. Descúbrelo ahora