Uno de los eventos más celebrados en el Tesoro de las Once Fuentes desde hacía incontables generaciones, eran los cumpleaños del soberano, o soberana, para cuya ocasión se organizaba una gran fiesta en su honor, a la que eran invitados todos los grandes nobles del reino de Caldastea y los reinos vecinos.
La ocasión reuniría a un total de unas ocho mil personas, venidas de toda la Tierra Conocida. En esa ocasión en concreto, los nervios estaban más candentes que de costumbre, pues, desde hacía pocas semanas, se producía entre sus salones y jardines un acontecimiento que, en cierta forma, estaba nublando el protagonismo anual del soberano caldasteo. Tiaris era la verdadera protagonista en esa ocasión.
Por primera vez, ella estaría presente en una celebración oficial en ese inmenso palacio. Siempre le habían privado de la posibilidad de acudir a algún evento. Eranthos, que no había podido verla desde su último encuentro en el castillo viejo, estaba deseado encontrarse con ella, aunque fuera como Sarghen, y rodeado de millares de ojos. Estaba seguro de que su princesa sería el centro de esa celebración, y que ella se prepararía para la ocasión.
Como cada vez, pero la primera que pudieron presenciar los erisalos, se anunció la entrada del rey Freintp al Salón de los Tearal, el principal del palacio, acompañado de la familia real: la reina Layani, segunda esposa de Freintp y madre de Lariela y Lania, las dos princesas menores, que seguían a sus padres de cerca; y las tres princesas mayores, entrando la heredera, Selena, la primera, seguida de Serina y finalmente Tiaris.
La sala casi enmudeció, y Eranthos pudo observar que todos en la sala alargaban los cuellos y entornaban los ojos para verla aparecer, a ella, y nada más que a ella, en lo alto del salón, en el balcón que presidía la enorme sala y desde la que el rey saludaba a sus invitados. Tiaris se quedó en uno de los extremos, soberbia, fría y tan hermosa, que brillaba por encima del resto de la familia real.
Eranthos no pudo contener la sonrisa de orgullo al verla. Sentía ya tantos deseos de coronarla como su reina, que se la imaginó de la misma forma, pero en los salones erisalos.
—Es superior a todos ellos —comentó Tuyer detrás de él, en voz baja.
Tiaris había elegido para la ocasión un brillante vestido blanco, que dejaba ver sus hombros, escote y cuello, con finas mangas de satén y una inmensa falda. Todo el vestido, hecho para ella, estaba cubierto de brillantes, haciendo resaltar el tono de su piel, más bronceado que el de sus hermanas. Llevaba el pelo recogido y adornado con algunos brillantes. Eranthos se alegró al ver que llevaba el luminaris que le regalara, pero no el anillo de zafiro del duque.
—Sonreís como si la princesa ya fuera la reina de Erisalo... —comentó Phroqas, adivinando sus pensamientos. Se había acercado hasta él, mientras el rey daba un discurso de bienvenida.
Eranthos estrechó la mano que Phroqas le ofrecía, y ambos se dedicaron una mirada sincera. El soberano hífgaro había elegido los colores de su reino, negro y amarillo, para la ocasión, y vestía magníficamente. Eranthos también observó que el duque Veron había acudido suntuosamente engalanado, con los colores de su casa. Los dos pretendientes presentes sabían que la princesa que cortejaban atraería todas las miradas, por lo tanto, ellos también estarían aludidos.
—¿Qué hombre no se sonreiría con semejante visión? —contestó con arrogancia.
—No sé si el interés es de vuestro rey, o vuestro.
—Los intereses de mi rey serán los míos, majestad. Es verdad que estaba imaginando a la princesa con los colores de mi tierra —dijo, y volvió la mirada hacia las escaleras por las que descendía toda la familia real caldastea, Tiaris la última, pero la más hermosa—. Sin duda, ha nacido para reinar.
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Una princesa para un rey --Completa--
RomanceParece un cuento de hadas, pero no lo es... La Tierra Conocida es un mundo donde el dominio de los recursos naturales vitales se convierte en una cuestión política que divide profundamente a ricos y pobres. En este desigual escenario, nacerán hombre...