51. LOS DIOSES SIEMPRE RESPONDEN

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Hacía tres meses que habían regresado de Erimeh, donde habían sido capaces de reprimir definitivamente los ataques del ejército caldasteo e hífgaro, gracias al refuerzo de un poderoso contingente de caballeros ilanos, convocados por Eranthos con ese propósito, deseando poner fin a la guerra. Sin embargo, no la habían ganado aún.

Ya en La Unión, y con el agotamiento presente, una mañana de finales de la época de los frutos, Tiaris se sentó sobre el suelo del baño de su dormitorio, y comenzó a llorar, pero, esta vez, no era de dolor; era de esperanza.

—¿Qué ocurre, Tiaris? —preguntó Eranthos alarmado, que se precipitó sobre ella cuando la sintió desde el dormitorio.

La miró con ansiedad, arrodillado a su lado. Ella se tapaba la boca con la mano, conteniendo los sollozos. Miró a Eranthos a los ojos, y se perdió en el brillante y profundo verde que la observaba angustiado. Se lanzó sobre él, abrazándolo con fuerza.

—¿Qué sucede mi amor? —volvió a preguntarle, acunándola con cariño.

—Estoy embarazada Eranthos... Vamos a tener otro hijo —dijo entre risas y llanto.

—¡Oh, dioses! —exclamó Eranthos, emocionado, abrazándola con más fuerza, pegándola por completo a su cuerpo—. ¿Cuándo pudimos...?

—El mismo día que Áron murió... Estoy segura —contestó ella, y otro sollozo de incrédula felicidad convulsionó su pecho, una matrona del palacio se lo había confirmado esa misma mañana.

—Tiaris... Mi preciosa reina... —suspiró Eranthos, con profundo alivio—. Los dioses siempre responden, mi amor, siempre.

La feliz noticia se expandió como una tormenta imparable que barrió toda la Tierra Conocida, no solo el reino de Erisalo. Cuando se confirmó que el embarazo iba bien, fue cuando se hizo oficial la noticia, y esta agitó de nuevo a todos los territorios, manteniéndolos en vilo, aguantando el aliento. Caldastea aún no tenía heredero, pues había resultado que Emant de Veron y Serina no eran capaces de concebir, tres años después de su enlace.

Mientras tanto, Selena estaba de vuelta en Caldastea, y volvió a ser oficialmente la heredera al trono de los Tearal tras el asesinato de Erhevan, hasta que se anunció el nuevo embarazo de Tiaris. Si nacía barón, como Erhevan antes que él, desbancaría a Selena, de nuevo. Solo la noticia había tenido el poder de detener la guerra, que ya dominaban los erisalos.

Los caldasteos habían decaído notablemente en sus ataques, posiblemente por la inestabilidad política que se vivía dentro del Tesoro de las Once Fuentes. La vuelta de Selena solo había provocado terribles enfrentamientos entre Veron y ella, a pesar de que había sido él el que la ayudara a escapar de La Unión, confrontando a los partidarios de cada opción, mientras el rey Freintp estaba cerca de rendirse a la muerte, prácticamente senil y atormentado por el temible recuerdo de Eranthos.

Sin embargo, los que no habían cejado en sus intentos de contraataque fueron los hífgaros, lo cual era incomprensible para Tiaris, pues creía al rey Phroqas un hombre más razonable.

—Mi señor, debemos acabar ya con esta guerra. No quiero amenazas para nuestro segundo hijo —decía Tiaris, mientras los dos estaban reunidos en el despacho de él, con sus cinco asesores—. Tenemos que hacer algo.

Eranthos la miró con seriedad, pensativo. Ya habían hablado incontables horas sobre el asunto. Aunque Erisalo hubiera sido capaz de contener y reprimir a los caldasteos, mientras sus hermanas y Veron siguieran con vida, existiría una amenaza potencial para ellos y sus descendientes.

En el pasado, Tiaris había evitado un enfrentamiento, pero habiendo perdido a un hijo, ahora su visión era bien distinta. Se estaba convirtiendo en una mujer tan implacable como su marido, pues había padecido en sus propias carnes, la realidad de la crueldad humana en todas sus formas.

Una princesa para un rey --Completa--Donde viven las historias. Descúbrelo ahora