VI: No juzgues un libro por su portada

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Lo intentó tanto como pudo pero Danny no pudo calmar sus nervios en lo que quedaba de tarde. Si entraba a algún local, si giraba en una esquina, si cruzaba una calle o si se empeñaba en disfrutar de la malteada que los amigos de Celia le invitaron, notaba al vampiro a donde fuera que fuese, al igual que una polilla persigue la luz. Para empeorar las cosas, Danny tuvo que fingir calma y ocultar su pierna temblorosa o sus miradas suspicaces hacia las esquinas.

Mentirse tampoco le sirvió, pues su cabeza se encargaba de demostrarle que sus ojos no lo engañaban: "¿acaso ya me habré vuelto loco? Si fuera así, ¿por qué se sintió tan real? ¿Por qué siento al bicho ese persiguiéndome?". Ninguna explicación por razonable que fuera podía calmarlo y sumergido en su paranoia no dijo ni pío durante el viaje a casa y como un zombie, arrastró sus pies hasta el apartamento para que al llegar, sus tíos lo recibieran sentados en el sofá. Amy tenía un rostro malvado y posaba su mano en la del tío Ernie y la acariciaba como si fuera un gato. Su esposo lucía igual de descolorido que Danny, quien ya adivinaba lo que le venía: recibir el regaño de Amy era más piadoso a que un vampiro lo dejara seco.

—Celia, vete a tu cuarto. Tenemos —dijo Amy mientras ponía un énfasis muy especial en "tenemos", dedicado a Danny con odio—que hablar con tu primo... en privado —sin dudar, Celia se fue derecha a las escaleras, mirando con pena a Danny. Cuando se esfumó, Amy le hizo una seña con el dedo a Danny. Él sabía que no podría escapar: "entre más rápido acabe, mejor para mí", pensó al tragar saliva. Cuando tuvo a Amy cara a cara, su gesto era de una calma absoluta. A Danny le aterraba esa actitud como ninguna otra cosa: sin pestañear, Amy lo miraba con ojos que echaban chispas de ira, unos ojos a punto de explotar.

—He estado hablando con tu tío y ambos concluimos que fuiste grosero conmigo. Discúlpate.

No, no le estaba pidiendo; Amy le exigía una disculpa. Danny tuvo el instinto de huir, hasta dio un paso atrás por miedo a lo que ella pudiera hacer. No quería disculparse y no quería darle a Amy el gusto. Cuando la miró de reojo, su expresión empalagosa cambió por ojos saltones, mandíbula y labios tensos decoraban unas mejillas rojas. Danny miró la mano de su tía, que apretaba con fuerza la de tío Ernie, con fuerza tal que los dedos de este emblanquecieron. Danny dio un suspiro que nadie en esa sala pudo escuchar.

—No se está disculpando —murmuró Amy mientras apretaba con más fuerza, con lo que Ernie se lamió los labios y dio un quejido como el de un ratón—. Ernest, dile que se disculpe. Ahora... —agregó Amy y con cada palabra clavaba sus uñas en la piel del tío Ernie.

—¡Daniel, pídele disculpas a tu tía, por favor! —espetó Ernie con un chillido doloroso. Danny sintió cómo su alma se partirse y caer a sus pies: ella estaba haciendo eso a Ernie a propósito, Danny podía verlo en esos ojos refulgentes, y si él se tardaba en disculparse, Amy presionaría con mayor fuerza.

—¿Perdón? No te escuché. Repítelo.

—Yo... yo lo lamento —farfulló Danny con un nudo en la garganta.

—¿Perdona? ¿Con quién te estás disculpando? Creo que deberías ser más específico —dijo Amy con una ceja levantada. Por todas las cosas que habían sucedido ese día, Danny sentía el nacimiento de una jaqueca fría que le rodeaba las sienes y la frente. Con ella o no, Danny debía seguir con su martirio, tenía que acabar con ello y pronto.

—Lo lamento, tía Amy. Eso no volverá a pasar —Amy dio una sonrisa felina que heló la sangre de Danny. No obstante, ella seguía apretando y clavando sus uñas en la mano de Ernie, que reflejaba su dolor en su pie, que golpeteaba el suelo, igual que un conejo. Él quería huir.

—Excelente. Y escucha bien, mocoso insolente: por tu falta de respeto, estás castigado. Vas a hacerte cargo de unos trabajos que tendré listos para ti por unos tres días. No vas a saltártelos, y no vas a darte el lujo de quejarte. ¿Quedó claro? —Danny dio un "sí" con un hilillo de voz. Amy, satisfecha, soltó la mano de Ernie. Dejando que sus palabras se sintieran con ímpetu, se levantó y se fue con un silencio espectral tras de sí. Ernie cubrió su mano como pudo pero fue inútil, porque Danny veía gotitas rojas asomarse en donde Amy plantó sus uñas. Se sentía enfermo de sí mismo por haber cedido con facilidad.

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⏰ Última actualización: Oct 08 ⏰

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Danny y la Baraja MágicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora