IV: Adentro del ropero, la caja de Picard

2 0 0
                                    

Danny tuvo que volverse un camaleón para adaptarse a la rutina de su familia y debía de acostumbrarse a su hogar temporal, el 1207 del Wevenue. Si no quería deprimirse por hallarse en un lugar extraño, debía de adaptarse. Danny se propuso a tomar nota de las costumbres de su familia.

El tío Ernie no necesitaba trabajar gracias a la fortuna que obtuvo de sus padres por la herencia: podía vivir cómodo por años, pero como él siempre decía "no podía quedarse quieto". Trabajaba de curador de arte, y cuando no recibía un fax para ver una escultura o un grabado viajaba para valorar obras en galerías de todo el mundo: fue a Milán, Berlín, Francia, Praga, Viena y a mil lugares del mundo, y siempre volvía con anécdotas bajo el brazo. La favorita de Danny tomaba lugar en la desconocida Nueva York: trataba de una señora que se quedó admirando un vaso de poliestireno que andaba tirado en el suelo, hasta que su hijo se la llevó a mirar algo que sí fuese una obra de verdad. El dichoso vaso resultó ser la basura que alguien dejó por ahí. En las ocasiones en las que se quedaba en casa, Ernie ponía sus vinilos a escondidas de su mujer, que siempre comentaba que era "música para palurdos".

Y hablando de Amy, lo primero que Danny debía destacar era que ella no trabajaba. No era malo que no lo hiciera pero para ella la idea de pedirle el mínimo esfuerzo era equivalente a pedirle que perdiera el tiempo. Sin embargo, ella tenía un pasatiempo que lo tomaba como si fuera un verdadero trabajo. Era una actividad sanguinolenta y no había mejor palabra para describirla, pues se trataba de traer a casa bolsas llenas de carne de cualquier cosa, como pollo, ternera, cerdo, tilapia, e incluso de animales exóticos, y trocearlos con la fuerza de diez hombres. Cualquier cosa que fuese carne, Amy amaba triturar, cortar, desplumar, amasarlo y pesar con sus propias manos, y jamás perdía la oportunidad de usar el resultado de su carnicería para servirlo en la mesa. Para asombro de Danny cuando curioseaba en la cocina encontró toda una colección de cuchillos de carnicero, unos con apariencia más mortal que otros. Dedujo que Amy sentía una especial satisfacción por machacar cualquier animal muerto que llevara a casa, pues siempre mantenía una sonrisita al rebanar una carne especialmente grande, además que con ello mantenía sus brazos en forma.

Amy tenía otras aficiones y actividades menos alarmantes, por suerte: se pasaba el día leyendo revistas de moda, muebles y arte y siempre se interesaba por lo que atrapara su atención —que por pura casualidad era todo lo más caro—. Además, era la presidenta de vecinos, la que recaudaba fondos para asociaciones benéficas, la que organizaba fiestas de temporada como la de san Jorge o pascua, y mataba el tiempo pavoneándose con su sonrisa de santa. Amy era buena invirtiendo su tiempo en dar buena cara al público.

Si de tiempo libre se hablase, la persona que parecía tener de sobra era Celia, aunque debía hacerse énfasis en "parecía", pues ella sí ocupaba su tiempo en la escuela. La muchacha explicó a Danny que la institución más cercana estaba a cuatro horas de distancia del pueblo, pero ofrecían la posibilidad de estudiar en casa, pues en sus palabras "esa era la moda".

—Tiene muchos beneficios, Danny —decía Celia con ilusión en la voz—: puedes estudiar a la hora que quieras, y siempre que entregues todo bien hecho, no tendrás problemas. ¿Sabes la cantidad de tiempo que me ahorro al no tener que ir a una escuela?

Celia se desaparecía con frecuencia con la excusa de salir con amigos, y volvía a las horas para realizar sus deberes, para después dormirse y repetir la rutina al día siguiente. Las pocas ocasiones en donde no salía, eran porque debía de entregar un trabajo que le tomaría mucho más en terminar.

Danny también estaba emocionado por estudiar en casa, pues Celia se lo vendió como la octava maravilla del mundo. Aunque los Hart no lo inscribieron en la dichosa escuela, Danny aún podía aprender con los libros de matemáticas, lengua y ciencias que había en la oficina de Ernie, a quien le agradaba que su sobrino tuviera iniciativa propia y se atreviera con los libros más difíciles.

Danny y la Baraja MágicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora