Capítulo Dos

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Amélie Zeller

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Me acomodé en el asiento cerrando los ojos, esperaría mi fin pensando en algo lindo. Pero no se me ocurría nada.

—Llegamos —El chico se bajó, escuche la puerta cerrarse de golpe.

Abrí los ojos de golpe, no veía mucho gracias a mi vista borrosa y los vidrios polarizados del auto.

¿A dónde me había traído?

La puerta del auto se abrió, el pelirrojo a mi lado me extendió la mano pero la negué. No quería tocarlo.

—Por favor, baja del auto... Ya estas a salvo.

¿A salvo? ¿¡Al salvo!? Si fue el quien me había secuestrado, es obvio ¡no estoy a salvo!

—¿A salvo de quien? —El chico no respondió, su respuesta era obvia. —. Claro... —Dije sarcásticamente. Me limpié las lágrimas de la cara —No me bajaré. Me quedaré aquí a esperar mi muerte.

—Como quieras —Saco unas llaves de su bolsillo, apretando un botón y para mi sorpresa, el auto era descapotable. Que más podría esperarme de este tipo. ¿Qué fuera millonario?

Me acomodé mejor en el asiento. De esta forma pude ver perfectamente el lugar donde estábamos. El maldito si era millonario.

—¿Qué es esto…?

Nos encontrábamos en una casa, ¿Qué digo una casa?, en una Mansión estúpidamente grande.
El auto estaba estacionado en un jardín inmenso. Había un montón de personas con traje negro. Tanto hombres como mujeres.

¿Este sería mi fin?

¿Me matarían entre todas estas personas?

—¿Tienes miedo? —Voltee a ver al dueño de la voz de mala gana, este empezó a reírse descaradamente al ver mi cara. Le hice una mueca de asco.

—¿Tú que crees? No es como si estuviera feliz de que me hayas secuestrado.

—Yo no... —Suspiro pesadamente, tal vez ya estaba harto de mí, mejor así.

Como podía seguir pensando de esa manera al saber que los nervios y el miedo me estaban consumiendo. Puede que sea un mecanismo de defensa, no lo sé.

Y estos aumentaron el doble al ver a todas esas personas haciendo un tipo de reverencia a alguien, mi secuestrador hizo lo mismo.

Voltee a ver la entrada de la Gran Mansión.
Había unos hombres con máscara y traje negro, parecido al de los demás. Bajando por las escaleras.
Al lado de uno de ellos había una cabellera castaña, al verlo mejor me di cuenta de quien era.

—¿¡Víctor!? —Eso fue una mezcla de sorpresa y duda, pero sin prestarle importancia a como me miraron los demás al gritar, salí corriendo hacia mi novio para abrazarlo. —¿¡Qué haces aquí!? Bueno eso no importa, por favor amor, ayúdame. Aquel hombre me secuestro...

Me pegue a su hombro, sentía las lágrimas caer sobre su ropa, mojándola.
Víctor me agarró por los brazos, quitándome. Su agarre era fuerte.

¿Realmente era él? Nunca me negó un abrazo... ¿Ya estaré alucinando?
Lo vi fijamente, y pude confirmar que si era él. ¿Qué estaba pasando?

—¿Amor?

—Lo siento, no le permito que me abrace. No la conozco. Por favor aléjese de mí —Su voz era firme. Nunca me había hablado así.

—¿Qué?

¿En serio todo lo que está pasando hoy era real? Parecía un mal sueño... quería pellizcarme.

Amar Entre BalasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora