Capítulo Tres

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Amélie Zeller

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Al escuchar eso Bastian se levantó rápidamente de su lugar, eufórico. Creo que no le había gustado mucho lo que dijo su padre.

—¿¡QUE!? ¡NO PADRE YO-.

Fue interrumpido por Philippe, yo miraba la escena sin decir nada, lo mejor era no decir nada.

—Silencio Bastian. Harás lo que te digo.

—Pero...

—¡SIN PEROS! —La verdad es que ya me estaba dando miedo... paso de un aura pacifica a esto.

Aunque la verdad, yo tampoco quería que Bastian me entrenara, pero debía sacrificarme.
Tenía que descubrir todo lo que estaba pasando.
Todos los secretos que Víctor, mi madre y Philippe ocultaban, más estos dos últimos. ¿Cómo es que se conocían?

Ahora que lo pienso, la extraña actitud de mi madre puede deberse a lo que esté pasando en este momento.

—Amelie, Bastian te mostrará tu nueva habitación. Por favor, siéntete como en tu casa. -Me mostró una tierna sonrisa, Bastian a su vez bufo en su lugar. —Tengo que irme por el momento, cuídense. 

Philippe salió de la sala, mire a Bastian el cual ya me estaba mirando. Se paró de su asiento y me agarro del brazo, llevándome a rastras fuera del lugar. 

—Podrías ser un poco más amable, digo, no sé... —El pelirrojo me ignoro por completo. Se veía molesto o tal vez estresado.

Pasamos por un largo pasillo, en el cual había muchos cuadros. Algunos parecían de artistas famosos y otros de integrantes de la familia de los Keenan, algo que los caracterizaba era ese pelo color rojizo.

Philippe no tenía el cabello de ese color, puede que venía de la familia de su madre.

Seguíamos caminando cuando observe un cuadro que me llamo mucho la atención.

En el había dos pequeños pelirrojos, eran idénticos, tal vez gemelos. Solo que uno tenía los ojos color miel, el otro le resaltaban sus ojos color Azul. Uno de ellos me recordaba a alguien.

Mire a Bastian, este solo seguía caminando con el ceño fruncido. Me fijé en sus ojos y estos eran de un color miel, tan bonitos como el niño del cuadro.

Quería preguntarle sobre lo que había visto, pero al verlo con ese humor decidí quedarme callada. No quería que me gritara así como lo había hecho con su padre minutos atrás.

Después de pasar por muchas puertas llegamos a uno de color blanco. Bastian paso una llave por el cerrojo abriéndola.

El interior era un poco simple a como estaba el resto de la casa.

Había una cama muy grande y un closet de igual manera. Esto no se parecía a nada como el tamaño de mi habitación en casa.

—Puedes decorarla como se te venga en gana. —Bastian hablo, le rodé los ojos cuando me miro. —Lo único que no puedes hacer aquí es ir a la habitación de puerta negra. Si alguien se da cuenta de que estas ahí tendrás muchos problemas. 

—¿De resto puedo hacer lo que quiera? —Asintió con la cabeza, algo enfadado.

—Sí... Otra cosa, los entrenamientos comenzarán mañana. No quiero faltas. No quiero excusas. Te quiero despierta temprano. Si cometes alguna, te agregaré una hora más, te aseguro que no es lo que quieres. 

—Ok jefe... ¿Ahora puedes irte? 

Bastian no dijo nada y salió de la habitación, cerrando la puerta de un golpe. Yo me acerqué a esta pegando mi oreja, tratando de escuchar que nadie estuviera afuera. Al confirmar que no había nadie, agarre la llave poniéndole seguro a la puerta. 

Amar Entre BalasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora