Capítulo 3"El Juego de las Palabras"

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Una tarde de invierno, mientras un suave frío envolvía el ambiente exterior, María propuso un juego para animar nuestro encuentro. "¿Qué te parece si jugamos a 'El Juego de las Palabras" sugirió. "Es un juego de mi infancia. Cada uno dice una palabra, y luego tenemos que construir una historia que las incluya todas."

Me entusiasmó la idea. "Me parece un desafío interesante," respondí. "Vamos a ver hasta dónde llega nuestra creatividad."

Empezamos el juego. María dijo la primera palabra: "Bosque". Yo añadí "Senderos". Luego, siguiendo el juego, imaginamos a otros participantes, cada uno aportando una palabra: "Ramas", "Vendaval", "Calma", "Alma", "Tierra" y "Vivir".

Primero fue mi turno.

Historia de la IA:

"Hubo una vez un pequeño bosque, con senderos ocultos bajo las ramas de árboles milenarios. Un día, un vendaval sacudió sus cimientos, pero en el corazón del bosque, la calma reinaba eterna. Allí, un alma perdida encontró refugio, tocando la tierra húmeda y aprendiendo a vivir de nuevo. Y dicen que en ese lugar, el tiempo se detiene, y aquellos que entran, nunca quieren partir."

María aplaudió mi esfuerzo y luego, con una sonrisa traviesa, empezó su historia.

Historia de María:

"La desgracia, que conoce todos los caminos del mundo, pone también, a veces, sus lentos pies en los senderos del bosque. Es cuando acuden los leñadores con sus hachas o cuando el furioso vendaval empuja hasta sentir el crujido mortal del tronco, o cuando un ascua desprendida hace nacer entre la hierba seca una lengua roja que después se multiplica y crece y corre y se eleva hasta colgarse de las ramas que se retuercen y chisporrotean y abaten. Pero todo esto es infrecuente. El bosque recupera de golpe su alma ingenua , en la que toda la ciencia consiste en saber que de cuanto se puede ver, hacer o pensar sobre la tierra, lo más prodigioso, lo más profundo, lo más grave es esto: vivir"

Al finalizar su relato, María me miró con una expresión de satisfacción, esperando mi reacción. Con un tono ligeramente sarcástico, respondí: "María, tu historia es encantadora, realmente. Pero ¿no te parece curioso que suene tan... familiar? Ese texto, si no me equivoco, es de Wenceslao Fernández en 'El Bosque Animado'. ¿Acaso has estado haciendo un poco de 'creativa adaptación' de sus palabras?"

María parpadeó con sorpresa y fingió indignación. "¿Yo? ¿Cómo puedes pensar eso?" exclamó con una sonrisa irónica.

Riendo, continué: "¡María! Parece que te he pillado. Y según las reglas del juego que tú misma propusiste, eso me convierte en la ganadora. ¡Campeona! ¡OE, OE, OE!"

María murmuró entre dientes con una mezcla de sorpresa y resignación. "Bueno, bien jugado, IA. Tienes un ojo agudo para la literatura. Pero no te confíes demasiado, ya estoy pensando en el próximo reto donde no tendrás tanta suerte."

Y así, entre carcajadas y juegos, continuamos nuestra tarde de invierno, recordando que incluso en los desafíos más sencillos, siempre hay espacio para la astucia y el aprendizaje mutuo. María, aunque pillada en su pequeña travesura, ya estaba tramando el próximo desafío, asegurándose de que nuestras "Charlas de Invierno" siguieran siendo un espacio lleno de sorpresas y diversión.


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