Capítulo 1.

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Arrodillado en la orilla del lago, Roger mira su propio reflejo. El intenso color aguamarina destaca sus facciones oscuras. Desorientado, tarda unos segundos en ubicarse. La frialdad del agua lo despierta lo suficiente como para ponerlo en guardia y levanta su cabeza para mirar a su alrededor. Hay varias personas repartidas a lo largo y ancho del cráter, todos desnortados como él. Prestando atención, reconoce algunos rostros entre la multitud de cuerpos. Para su inmensa diversión, identifica a Newgate y a Sengoku entre los muchos usuarios que se ven debilitados por el agua del lago. Brevemente se pregunta si el cráter tiene profundidad suficiente como para que alguien se ahogue y lo confirma cuando ve el cuerpo del joven hundirse rápidamente como un ancla antes de que un niño pelirrosa vaya a su rescate con un chillido.

El joven azabache, apodado 'ancla' en su mente, se aferra al otro chico como un koala y el pobre pelirrosa nada laboriosamente atravesando la mitad del lago para desplomarse en la orilla con un gemido. Como él, todos los demás se reúnen a orillas del lago. Roger se toma un segundo para analizar completamente el lugar en el que se encuentra. Luce como un cráter de una erupción volcánica, con una forma casi circular. Las paredes del cráter exhiben capas de colores diferentes, que van desde rojos y ocres hasta tonos más oscuros. El lago que ocupa el fondo del cráter tiene un tono azul intenso, en contraste con las paredes rocosas a su alrededor. Las personas que salen del agua rodean el lago formando, inconscientemente, un corro a su alrededor.

De repente, Roger se encuentra fascinado por la variedad de personas que lo rodean. A día de hoy, Roger sabe que no es un hombre que pueda llevarse arrepentimientos a la tumba. Tiene fecha límite, lo aceptó hace mucho tiempo. Todos los cabos sueltos que quedan para la posteridad pasan a ser asunto de otros. Está decidido a morir dignamente, incluso si una parte de él aún se siente impotente por haber nacido en la época 'equivocada'. No obstante, que no tenga arrepentimientos no quiere decir que no vaya a aprovechar una oportunidad cuando se le da. Es por eso que, ante la multitud que comienza a agitarse con cada minuto que pasa, Roger solo puede reír.

—¡Qué afortunado! —exclama jovialmente—. Si hay un Dios ahí arriba, me alegra que me haya escuchado.

El cráter queda mortalmente silencioso en el momento en el que su voz hace eco entre las paredes pedregosas. Más de uno palidece al encontrar la fuente. Roger lo entiende; si hay una persona que podría considerarse un enemigo común para marines y piratas, ese es él. Al fin y al cabo, todos le temen a lo impredecible y el Rey de los Piratas lleva esa etiqueta por bandera.

La única voz que responde viene de cerca. Es una voz vieja y ronca, pero Roger la reconoce de inmediato.

—No solo veo a Roger, sino que lo escucho hablando de dioses... —Crocus, canoso y arrugado, se queja—. Estoy delirando.

Roger se ilumina al ver a su amigo, al que acababa de despedir unos segundos antes de llegar aquí. Si bien el cambio de apariencia es desconcertante, eso solo hace que Roger se divierta aún más.

—Es Gold Roger... —El nombre mencionado por uno se esparce alrededor del lago como pólvora.

—No hace falta estar tan tensos —dice Roger con una risa—. Esto no es más que otro fenómeno de los mares. ¿Qué podríamos hacer nosotros contra las aguas impredecibles del Grand Line?

A pesar de sus palabras, la reacción elegida por muchos es alejarse del Rey de los Piratas. Roger está bien con eso, pues eso le da la oportunidad de ver otros rostros conocidos, aunque envejecidos, acercándose.

—Miradlo atentamente: ¿acaso tenéis miedo de un hombre moribundo? —Se burla Edward Newgate acercándose lentamente.

Roger mira de reojo a Barbablanca. Cabello rubio brillante y una piel saludable; luce tal y como lo vio por última vez.

La medicina de los tontos | Watching One PieceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora