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"Hola, bienvenido a Starbucks", Samantha le sonrió al cliente. Habían pasado 3 horas desde su clase de la mañana y acababa de comenzar su turno. Afortunadamente, el dolor de cabeza se había aliviado con un centenar de tazas de tés y sintió que recuperaba su confianza habitual.

Trabajar en servicio al cliente fue lo peor que le pudo haber pasado. Samantha había aprendido rápidamente que no tenía la paciencia ni la actitud positiva para tratar con clientes groseros e ignorantes todos los días, pero siguió adelante. Todo lo que tenía que hacer era sonreír a pesar del dolor.

Señaló al siguiente cliente: "Hola, bienvenido a Starbucks, ¿qué puedo ...?" Cometió el error de mirar hacia arriba. "Tiene que ser una broma", gruñó sin pensar.

El ladrón de cabello oscuro del asiento del autobús se paró frente a ella, con las cejas arqueadas ante su blasfemia. "¿Se supone que el servicio al cliente aquí es una mierda?" dijo arrastrando las palabras. Se cruzó de brazos y la miró deliberadamente, con los labios levantados en una sonrisa juguetona.

Samantha estaba a punto de responderle cuando por el rabillo del ojo vio a Jeremy, el gerente y su jefe, salir de la bodega. Se obligó a calmarse.

Con la más falsa de las sonrisas, dijo: "¿Qué puedo ofrecerte?" Sus ojos se entrecerraron con disgusto y estaba segura de que parecía absolutamente loca, pero no le importaba. Le tomó todo lo que tenía para no darle un puñetazo al estupido que arruinó su mañana.

"Solo un chocolate caliente, por favor", dijo, sonriendo.

Oh, ¿ahora tienes modales?

Tomando una taza, lo miró y preguntó: "¿Nombre?"

"Francisco"

"¿Qué? No te escuche, ¿Dijiste Franco? ¿Ese es tu nombre? Muy bien", se burló mientras escribía su nombre claramente incorrecto en el vaso de papel.

"Tu-"

"¡Siguiente!" llamó, apartando la mirada de él como lo había hecho esa mañana.

El pelinegro suspiró, sacudiendo la cabeza derrotado. Samantha estaba sonriendo pero lo vio e inmediatamente comenzó a lamentar sus acciones imprudentes cuando dejó caer algunas monedas en el frasco de propinas.

Pero valió la pena cuando minutos después, Jeremy gritó: "¿Un chocolate caliente para ... Franco...?"

Autobús || Riverduccion Donde viven las historias. Descúbrelo ahora