O1 | FLOR QUE DA FULGOR

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-¡Nooooooo! ¡Deténgase! ¡No lo toque! -grité, golpeando al guardia de seguridad en la entrepierna, liberándome de su agarre.

Debía evitar su muerte, tenía que salvarlo.

Dereck me había rescatado de abismos inimaginables, enfrentando no solo los peligros de la jodida humanidad sino también de los demonios que habitaban dentro de mí, aquellos espejismos que acechaban en lo más recóndito de mi alma. Él había sido mi luciérnaga en la cerrazón, mi salida del callejón lúgubre.

Corrí hasta la habitación 505, abrí de un portazo e ingresé desesperada.

-¡Dereck! ¡Dereck, tienes que despertar! ¡Maldita sea, hazlo o te patearé hasta que sangres! -rogué- ¡Despierta, joder! -grité ahogadamente pero él ni se inmutó.

Verlo tan frágil, tan quieto y sumergido en la oscuridad del inconsciente estaba... destrozando mi alma en pequeños fragmentos, cada uno más afilado que el anterior. Su vulnerabilidad estaba carcomiendo cada átomo de mi existencia, donde el tiempo se detenía para envolverlo en un manto de quietud.

Su rostro inexpresivo me generaba incertidumbre, ansiedad, pánico de que su despertar jamás llegaría. Tal parecía que su alma yacía enlazada al limbo de la nada.

Tomé al médico del antebrazo en cuanto vi la jeringa que traía en su mano, forcejé con él hasta quitársela y la lancé del otro lado de la cama.

-¿Qué carajos estás haciendo, Dereck? ¡Abre los ojos! -supliqué, pero él no me obedeció. Lágrimas se desbordaban sin parar hasta empapar mis mejillas mientras seguía gritándole- ¡Dereck, vuelve a mí! Te lo ruego.

-¡Señorita, no puede estar aquí! Va contra el protocolo lastimar a un médico tan prestigioso como yo -me fulminó con la mirada- ¡Está interrumpiendo mi trabajo! -gritó, acomodándose la bata.

Era consciente de todo ello, de su latido diacrónico, de cada milésima de segundo que transcurría como un susurro en la sombría realidad.

Sabía perfectamente que la razón por la cual respiraba día a día se encontraba atrapada en un abismo del que probablemente no podría escapar jamás.

No obstante, la idea de desconectar a D, de arrebatarle la vida... me estaba jodiendo por completo. Era una carga que no podía soportar.

La decisión no era mía, pero me despedazaba.

No podía aceptarlo, ni siquiera lograba procesar lo que había ocurrido en cuestión de horas. De un momento a otro, el maldito destino tan implacable y cruel...

Me estaba quitando mi oxígeno para vivir, me quitaba a mi Dereck...

Tanto él como yo nos encontrábamos al borde de un precipicio oscuro y profundo.

Su respirar era mi respirar, sin él... Yo no podría seguir.

Algo dentro de mí tenía la pequeña esperanza de que él despertaría si le dábamos más tiempo.

-¡Ayúdenme, esta chica está demente! -gritó pero nadie acudió a su llamado. Me miró con frialdad y dio un paso al frente. Mantuve la mirada firme, mirándolo con rabia mientras él permaneció quieto-Tendrás únicamente 5 minutos para despedirte, el joven Iker ha firmado la eutanasia de Dereck -pronunció molesto.

Yo era consciente de aquello, Iker era su hermano mayor y su única familia.

-No eres nadie para obligarlo a respirar. ¿Te gusta verlo como un vegetal? -cuestionó.

No, al contrario. Verlo así me estaba destrozando en pequeños fragmentos. Que Dereck estuviese muerto en vida y que su respirar dependiera de una máquina, provocaba un cataclismo en mi corazón.

HYPERION | HWANG HYUNJINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora