Scorpius no me respondió y yo no podía esperar una explicación.
Comencé a caminar erráticamente como si el aire mismo me bloqueara el paso, costándome identificar la salida, aun cuando conocía la cafetería a la perfección. La necesidad de llegar a casa, de corroborar que mi madre estuviese bien me consumía internamente, impulsando cada paso con desespero. El dolor volvía a mí, me envolvía hasta arrancarme el aliento. De pronto, sentí un leve tirón en mi muñeca, Sahnd me alcanzó y su mano le rodeaba firmemente pero con delicadeza sin llegar a lastimarme.
-Espera, Sakura. No puedes ir sola, te llevaré yo mismo -sus palabras eran un susurro de advertencia, pero también llevaban una profunda carga emocional. Esa que solo Sahnd me transmitía y me hacía ceder. Por más que lo evitaba, por más que me alejaba de él. Sahnd generaba en mí algo más profundo que simples deseos carnales o fantasías románticas.
-Necesito irme, puedo cuidarme sola y pedir un taxi. Ustedes sigan disfrutando de los spots -dije, intentando encontrar la salida.
-Por favor, estás muy lejos de tu casa y si te pierdes no podremos encontrarte -susurró. Lyssahnder no solo me pedía que me detuviera físicamente, me suplicaba que no me precipitara hacía el abismo impulsivamente-. Leí las noticias del pueblo -su tono se endureció, sin dejar de ser tierno- alguien está cometiendo feminicidios. No puedo arriesgarte y mucho menos perderte.
Me detuve en seco sin voltear a verlo. Me dolía, ni siquiera notaba la gravedad de sus palabras. Solo estaba jugando con mis sentimientos y dándome falsas esperanzas. Evadí su última frase, centrándome en mi madre.
Mi casa estaba a unos treinta minutos de la cafetería temática en la que nos encontrábamos, oculta en el corazón del bosque. Pero eso no era lo peor; la única clínica médica quedaba a más de cuarenta minutos de mi hogar, justo donde la autopista se abría camino hacia la siguiente región, un pueblo más moderno y equipado. Los pocos médicos locales eran escasos, y las ancianas que conocían los secretos de herbolaria no me inspiraban confianza.
Sabía que debía apresurarme, porque cualquiera que fuese la razón que me llevaba de regreso a mi hogar, era grave. Tenía dos corazonadas inquietantes. La primera, que mi madre podría haberse intoxicado con hongos mientras trabajaba. Como ingeniera agroecóloga veía más que árboles y plantas, ella percibía en ese vasto universo verde un tesoro inconmensurable que debía ser protegido, amado y respetado. Su pasión y amor a su profesión nos había traído problemas innumerables ocasiones, siendo común que terminara con sus manos llenas de cortes o intoxicada por hongos venenosos o plantas. La segunda opción era más preocupante, los niveles de estrés de mi madre eran peligrosamente elevados, su ansiedad era controlada con medicación y acompañamiento psicológico. A pesar de su disciplina, el riesgo de recaer era latente. Solo me aferraba a la idea de que esta vez no se tratara de una situación aún más delicada, de esas que podrían llevarnos a la perdición.
-Sahnd, llévate a Nikté. Nos reencontraremos en su casa. -pidió dulcemente Ariel, regalándome una pequeña sonrisa que no logró disminuir mi incertidumbre. Sus dedos se deslizaron sobre mi hombro izquierdo con suavidad-. Todo estará bien, confía en mí. -Me susurró al oído antes de alejarse. Ariel irradiaba una positividad que rozaba lo irreal, una luz constante en un mundo que para mí estaba lleno de sombras. La humanidad estaba jodida, desgarrada en sus propios conflictos y miserias. No obstante, Ariel con su sonrisa perpetua siempre encontraba un universo de esperanza donde solo había migajas.
Todo a mi alrededor se tornaba difuso, el dolor comenzaba a incrementar en mi sien y los escenarios catastróficos ascendían mi malestar. Sentía mi cuerpo cortado, como si cada fibra de mi ser se rompiera poco a poco en fragmentos bajo el peso del cansancio. Había sido un día pesado, más tomando en consideración mi situación actual de salud. Las voces a mi alrededor parecían un eco distante, llenas de indicaciones que apenas rozaban mi atención. Quería correr, sentir el viento, el frío, llegar a casa y encontrar a mi madre, pero hacerlo sola... Otra vez en el bosque, sería como entregarme a la muerte, tan segura como un abrir y cerrar de ojos. La última vez había sido salvada por fortuna, pero era completamente consciente que esta noche no sería igual.
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HYPERION | HWANG HYUNJIN
FantasyQUEDA PROHIBIDA SU ADAPTACIÓN, ASÍ COMO EL ROBO PARCIAL O TOTAL DE LA MISMA. Recuerdo sus ojos profundos y siniestros, clavados en mí, y el escalofrío que recorrió mi espina dorsal al establecer contacto visual con él. Eran tan fríos, tan distantes...