Nadie respondió mi pregunta. El silencio era espeso, suspendido en el aire durante un par de minutos. Mis pasos se dirigieron instintivamente hacia donde estaba mi madre, bastante serena, a decir verdad. Ariel estaba absorto en sus anotaciones, parecía completamente ajeno a mi incomodidad. Sentí la necesidad de moverme, de ocupar mis manos para no ser una sombra que estorbara en la sala.
—Voy por algo de jugo para todos —murmuré apenas con la mirada perdida en el pasillo que llevaba a la cocina. En mi mente, las siluetas de Sanhd y Selene se desvanecían por la oscuridad del bosque que las había envuelto enigmáticamente.
—Te ayudo. —La voz suave de Scorpius sonó detrás de mí. Me volví lentamente y le regalé una sonrisa débil, cargada del cansancio que ambas compartíamos sin decirlo. Asentí agradecida, su presencia aminoraba mi incertidumbre.
—¿Crees que los chicos prefieren jugo de arándanos o de fresa? —pregunté caminando hasta la alacena.
—Arándano —respondió ella sin dudar. Saqué el envase y lo coloqué sobre la barra. Me dirigí hasta la nevera por hielos, al tiempo que Scorpius sacaba los vasos de vidrio con una serenidad que contrastaba con la inquietud que nos rodeaba.
—Nikté, ¿podrías ayudarme? —La voz de Ariel rompió el momento.
—Ve, yo me encargo —aseguró Scorpius y yo asentí, caminando nuevamente a la sala.
—Lamento interrumpirte —susurró Ariel con una ligera sonrisa— ¿podrías prestarme el baumanómetro? Me gustaría corroborar que está en óptimas condiciones.
—Claro... Ahora vuelvo —respondí sin pensarlo. Al final él no podría atender siempre a mi mamá, debía hacerlo yo misma, y que mejor que un profesional se encargase de revisar los utensilios para su cuidado. Subí las escaleras, entré a mi habitación y tomé el baumanómetro del cajón.
—¿Y Nikté? —Oi cuestionar a Scorpius, por lo que cerré el cajón y bajé rápidamente. Ella estaba un poco ansiosa, le temblaba su mano izquierda, siempre le ocurría cuando algo le preocupaba.
—¿Qué tienes? —le pregunté, pero ella estaba mordiendo su labio inferior con la vista a la nada— ¡Planeta Tierra llamando a Scorpius Evans!
Ella sonrió y yo me limité a entregarle el baumanómetro a Ariel, este lo tomó y me regaló una sonrisa.
¿No le dolía el rostro de tanto sonreír?
Ciertamente Ariel era una persona muy alegre, optimista y amable. Verlo sonreír a veces era preocupante, en sí observarlo ya lo era. Me resultaba difícil descifrar sus emociones y sentimientos, era tan bueno regulándolas que siempre tenía una mirada tranquila y calmada.
—Scorpius, ¿qué tienes? —le quité los dos vasos de las manos y la miré fijamente a los ojos. Ese comportamiento no era normal en ella, por lo que me sentía en "modo alerta".
—Nada... Yo... —respondió pausadamente— Creo que el cambio de temperatura está afectándome, ya... Ya me había acostumbrado a...
—Siéntate un poco, descansa —sugerí. Le entregué el vaso de jugo a Ariel y este asintió con una sonrisa breve en forma de agradecimiento. Dudé un poco en darle un vaso a Hyperion, puesto que él y yo al parecer nunca íbamos a congeniar. El pelinegro estaba recargado en la pared mirando a través del cristal de la ventana, observaba tranquilamente la tormenta como si fuese un espectáculo hecho solo para él. Hyperion era demasiado extraño, las ocasiones que le había puesto total atención, él estaba inmerso en su propio mundo. Dejé su bebida sobre la mesa de estar lo más cerca que pude, preferí evitar otro de sus desplantes.
—Les agradezco de todo corazón lo que están haciendo por mi madre... Y por mí —murmuré. No supe la reacción de Ariel ni de Scorpius, pero Hyperion ni siquiera se inmutó por mis palabras. Su odio hacía mí era injustificado, pero la irritación que él me provocaba no lo era.
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HYPERION | HWANG HYUNJIN
FantasiaQUEDA PROHIBIDA SU ADAPTACIÓN, ASÍ COMO EL ROBO PARCIAL O TOTAL DE LA MISMA. Recuerdo sus ojos profundos y siniestros, clavados en mí, y el escalofrío que recorrió mi espina dorsal al establecer contacto visual con él. Eran tan fríos, tan distantes...