Suplicio. Una vez más el dolor me despertó con su cruel familiaridad, aunque la sensación era distinta... más aguda. Mi vida prendía de un hilo.
Unas manos toscas y ásperas se cerraban alrededor de mi garganta, robándome el aliento. No era una pesadilla, era lo más real y torturador que había experimentado hasta ahora. En un desesperado intento por liberarme comencé a patalear, pero no sirvió de nada. Abrí los ojos, sin embargo, la oscuridad me envolvía y la maldita tormenta ahogaba cualquier posibilidad de visualizar a mi atacante. Podía sentir las gotas de lluvia empapándome, el aroma del césped mojado y el crujir de los pinos. Aún seguía en el bosque.
Intenté mover mis manos, pero estaban atadas firmemente, inmovilizando mi único recurso para defenderme. La desesperación se apoderó de mí, una fusión entre adrenalina, furia y terror estaban carcomiéndome. Traté de gritar pero mi voz fue sofocada, tragada por la crueldad y el sadismo de aquel ser y sus sombras impenetrables.
Sentía la muerte cerca, tanto que percibía como me acariciaba el alma y su frío recorría mi espina dorsal.
Unos segundos bastaron para darme cuenta de lo valiosa que era mi vida. Mi respirar no solo era importante para mí, y el que me desvivieran no solo afectaría mi persona, sino a todos los que dejaría atrás.
No quería morir, solo quería dejar de padecer.
Solo quería que el sufrimiento se desvaneciera como un espejismo.
No quería morir, no de esa forma.
Que me asesinaran no era un problema para mí, me preocupaba mi madre y cómo reaccionaría ante la noticia. Las maneras de perder la vida eran infinitas, pero que un maniático me la arrebatase para cumplir sus filias más retorcidas era un completo sacrilegio. No quería convertirme en una desaparecida más, en un caso más de feminicidio sin resolver en la larga lista de un asesino. Detestaba la simple idea de que mi madre pasara el resto de su vida buscándome, con la esperanza de encontrar mis restos y no tener éxito con ello.
Era un pensamiento aterrador, claro que sí... Pero era la realidad de muchísimas mujeres día a día en todo el mundo... Un mundo tan jodidamente cruel y despiadado.
La presión alrededor de mi cuello aumentaba a cada instante, al igual que el frío que recorría mi espina dorsal. Mi mente proyectaba a mi madre destrozada, llorando inconsolablemente por mí, sin brillo en sus ojos... Muerta en vida.
¿Volvería a verme? ¿Podría al menos encontrar mis restos y sepultarlos? ¿Su corazón resistiría? El ritual religioso no era de mi agrado, pero para ella sería crucial.
No lograba identificar si mi cuerpo temblaba por frío o porque estaba experimentando los últimos segundos de mi existencia.
La maldita tormenta se llevaría mi último aliento, mi último momento sería el más jodido. Desde que tengo uso de razón jamás me había gustado la lluvia, la detestaba con cada átomo de mi existencia. Esta noche odiaba aún más su horrible ritmo diacrónico.
Duchas de sangre...
Tortura...
Muerte...
Ese era mi destino.
Mis pies dejaron de tocar el suelo, "aquel" me elevó sin dejar de estrangularme, cerré los ojos con fuerza y mordí fuertemente mis labios. Tenía fé en que mi madre me perdonaría por desobedecerle, deseaba que el duelo no acabara con ella y pudiese superar la pérdida.
Truenos arreciaban fuera de control, nunca había percibido tantos a la vez.
Dereck... Por fin estaríamos juntos de nuevo.
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HYPERION | HWANG HYUNJIN
FantasyQUEDA PROHIBIDA SU ADAPTACIÓN, ASÍ COMO EL ROBO PARCIAL O TOTAL DE LA MISMA. Recuerdo sus ojos profundos y siniestros, clavados en mí, y el escalofrío que recorrió mi espina dorsal al establecer contacto visual con él. Eran tan fríos, tan distantes...