[one shots] Call of Duty.

"Rodolfo Parra"

Mi madre solía decir que al corazón de un hombre se llega mejor con comida que con palabras.

- Al puente que da a mi corazón le falta mucha comida.- dijo Rudy con mordacidad.

- Eres malo...- fingí tristeza y le di otro trozo de pastel para llevar.- La casa invita.

Rudy me agradeció. Rodeó el mostrador, sujetó mi cintura con suavidad y firmeza y me besó con dulzura.

Algo preocupado.- ¿Como te sientes? Puedo pedir permiso en el trabajo, podemos ir a casa ver un par de películas.- dejó las palabras al aire.

- Estoy bien, Rudy. No me siento mareada ni nada.- acaricié sus mejillas y le sonreí con ternura.- Creo que solo buscas excusas para no ir al trabajo.- me burlé un poco y revolví su cabello.

A Rudy no parecía hacerle gracia, acomodó el pañuelo que cubría mi falta de cabello debido a la quimio.

- Solo quiero saber que estés bien, realmente bien.- pegó su frente a la mía y cerró sus ojos, estaba perdido en sus pensamientos. Mientras más daba vueltas al asunto más preocupado se veía.

Tomé suavemente su cara entre mis manos y lo miré seriamente con la esperanza de tranquilizarlo.

- Estoy bien, Rudy. Tú fuiste al doctor conmigo, lo sabes. Saldremos de ésta, lo prometo.

Él asintió para nada convencido de mis palabras, besó mi frente repetidamente y me abrazó una última vez.

Faltaba media hora para abrir la pastelería, pasamos ese tiempo cuidando el uno del otro.
Finalmente Rudy tuvo que volver a su trabajo y yo al mío.

El día fue normal, si bien mi cuerpo no rendía como antes seguía disfrutándolo de la misma manera.
Rudy quedó en pasar por mí a las 22:30, despaché al último cliente, dejé todo en orden para el otro día y a las 22:26 terminé de cerrar la tienda.
Me quedé frente a la vidriera y le mandé un mensaje a Rudy diciéndole que estaba lista.
Él llegó a la hora acordada, subí a su camioneta y Rudy manejó camino a casa.

- ¿Como estuvo el trabajo, encontraste muchos tipos malo?- pregunté con diversión. Rudy estaba algo serio porque de hecho sí había encontrado tipos malos, uno muy malo.- Rudy..?

Al ver mi preocupación suspiró y fingió una sonrisa tranquila.- Lo normal, mi amor... lo normal.- asentí lentamente entiendo que no quería hablar de eso. Quería preguntar pero no queria presionar, así que solo miré por la ventanilla del auto.

Rudy, por su lado, estaba inquieto. Hacía dos cuadras una camioneta negra con vidrios polarizados había comenzado a seguirlos desde muy cerca, demasiado obvios. Discretamente tomó su celular y texteó su situación a sus compañeros de equipo.

- ¿Podemos pedir pizza?

Rudy puso una mano sobre mí muslo, acariciándolo suavemente. Volteó a verme y sonrió.- Pediremos lo que quieras.

Miré con horror a través de su ventanilla.- ¿Rudy?- él no pudo voltear, el auto ya se había estrellado de su lado y nos movió violentamente hacia la acera. Ambos perdimos consciencia por unos segundos.
El auto que nos golpeó aceleró con prisa y se dió a la fuga. Miré frenéticamente en todas direcciones, mi visión se volvió borrosa del pánico, desabroché mi cinturón de seguridad y miré a Rudy enseguida escuché un quejido de su parte.

Lo miré con cautela, no quería moverlo, se veía realmente herido. Un llanto desesperado salió de mí.
Llamé su nombre tantas veces hizo necesario para que despertara, suspiré aliviada cuando abrió sus ojos y se incorporó para asegurarse de que yo estuviera bien. Tenía un corte profundo en la frente, seguramente mi cabeza chocó contra la ventanilla.

- Rudy...- mi voz era apenas audible, un jadeo de dolor apaciguado por mis lágrimas.

La puerta del lado del copiloto estaba echa pedazos, había vidrios sueltos en incrustados en la falda de Rodolfo. Tomé sus mejillas con delicadeza, incapaz de retener mis lágrimas.

- Por favor no te duermas, ya casi llegamos a casa, pediremos pizza y nos abrazaremos hasta dormir.- mi voz era rasposa, mi garganta ardía de angustia.

- Llama a Alejandro, él se hará cargo de todo.- lo miré con horror y hervi de la rabia. Tomé su mano y la puse en mi vientre que apenas comenzaba a abultarse.

- No vas a dejarme, Rodolfo. No así. Estás bien.- él abrió los ojos con sorpresa, seguía siendo insuficiente. Su mano cayó sin fuerza sobre mí regazo y comenzó a llorar con impotencia.

- lo siento.- dijo con voz lastimada mientras me miraba directo a los ojos. Trató de levantarse pero sus piernas no servían, no sentía nada.

Me acerqué a él y unió nuestras frentes como siempre lo hacía cuando nos despediamos del otro.

- ¡Rodolfo! No puedo hacer ésto sola.

A pesar de mis súplicas su corazón dejo de latir. Tal vez si le hubiera dado más postres aún seguiría latiendo unos segundos más.
Tal vez si le hubiera hecho caso y hubiera ido a casa cuando él me lo pidió ésta mañana, nada de esto habría pasado.
Tomé su mano, fría y pesada y la sostuve contra mi pecho, me rehusaba a este final.
Habíamos hablado mucho de este tipo de cosas por su trabajo.
Se supone que yo me iría primero por culpa del cáncer y luego él se dejaría llevar por el trabajo y moriría en alguna misión. O encontraría a alguien más.
Cualquier opción hubiera sido aceptable para mi yo egoísta que se rehusaba a verlo partir primero.
Y ahora pasó, se fue justo frente a mí.

Ya no recuerdo como era su voz.- Rudy, habla conmigo. Por favor.

Su celular sonó, estaba en el piso junto a mis pies, lo tomé y respondí la llamada, era Alejandro.
Cuando vi su nombre en la pantalla y apreté el botón verde para responder solo pude llorar desconsoladamente.

Eso fue hace mes y medio, perdí al bebé. Dejé de ir al hospital y vendí la pastelería. Pagué 3 meses de renta adelantada en la pequeña casa que compartía con Rudy. Vestía su ropa todo el tiempo y dormía de su lado de la cama, poco a poco su olor se fue perdiendo así que no tenía ningún tipo de consuelo.
Alejandro me visitaba todos los días, tal y como dijo Rudy, él hacía lo posible para cuidarme pero yo no me dejaba cuidar.
Me había convertido en una persona espantosa, pero no importaba porque solo me quedaban algunas eternas semanas hasta encontrarme con Rudy de nuevo.