Capítulo 28

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Llegado ya el día veintiocho no esperaba demasiado.

Creo que la vida me había golpeado ya tantas veces en tan poco tiempo que mis esperanzas casi habían desaparecido.

Haerin despertó antes que yo. Lo sé porque al abrir los ojos ella estaba recostada sobre mi pecho y trazaba patrones en mis piernas desnudas. De vez en cuando gemía de dolor debido a un mal movimiento, pero no parecía importarle.

Estaba tan acostumbrada al dolor que aquello realmente había dejado de ser dolor.

—Buenos días —susurré mientras ella se ocupaba de trazar un corazón sobre mi piel.

Pareció sobresaltarse, pero no se volteó a mirarme.

—Pensé que jamás despertarías —dijo ella con una suave risita. —Tus ronquidos no son agradables, pero el que seas linda y esté enamorada de ti me hace imposible la tarea de despertarte para que dejes en paz mis oídos.

Reí débilmente ante su comentario y acaricié su cabello con un suspiro.

¿Cuánto faltaba para que se marchara? ¿Cuánto tiempo seguiría siendo mía?

Me inquietaba pensarlo, pero una parte de mí prefería perderla antes de que el sufrimiento siguiera.

—No ronco, tonta. Produzco deleites sonidos que tus oídos poco desarrollados no pueden apreciar.

Ella se rió un poco, pero un gemido de dolor hizo que toda la diversión desapareciera.

—¿Estás bien? —pregunté inconscientemente. Era más que obvio que no lo estaba.

—Creo que otra herida se ha abierto en mi espalda. No te preocupes. Ya aprendí a vivir con ello.

Lo dijo con tanta calma, como si ya no le importara estar muriendo.

Y me dolió. Me dolió que ella aceptara su muerte cuando yo aún intentaba negarla.

—Pero...

—Sabes que dejará de sangrar pronto, así que solo respira y bésame. Por favor, Min.

Asentí, no porque realmente fuera a dejar de preocuparme, sino porque ella lo deseaba.

Antes de que nos contagiáramos era ella quien cumplía mis deseos. En esos momentos, supongo, debía devolver todo lo que ella me había dado.

La muerte siempre pasa las cuentas, supongo.

—¿Quieres desayunar?

—No, siento que no podré hacerlo. Mi garganta duele, así que creo que tengo una herida allí dentro. Además, no tengo hambre y la rutina no podrá dominarme ahora que estoy muriendo.

Reí ante sus palabras, pero solo un poco.

También besé sus labios suavemente, haciéndola sonreír y quejarse de dolor al mismo tiempo.

Debo confesar que, aunque me moría de hambre, yo tampoco desayuné. No quería separarme de ella ni un instante.

—¿Min?

Había algo en su voz que me transmitía dolor, así que rápidamente volteé a mirarla.

Tal vez exageré, pero en esos momentos en los que yo sabía que ella iba a morir hasta su respiración me hacía sentir escalofríos.

—¿Si?

—Tengo miedo —admitió.

Sabía a lo que se refería, y la verdad es que yo también sentía miedo.

¿Cómo viviría sin ella? ¿Cómo serían sus últimos momentos? ¿Cuánto tiempo tendría que soportar sin estar a su lado?

—Hyein hablaba de eternidades, pero esos significaría existir siempre ¿Si existe la eternidad no terminaré aburriéndome de ella?... Por otra parte, tal vez no existe nada, y si no existe nada entonces yo me convertiré en nada ¿Qué se sentirá no existir?... También está la idea de la reencarnación, pero pensar que no recordaré esta vida, que tendré que volver a sufrir tropiezos y caídas, además de saber que tal vez no volveremos a encontrarnos, simplemente no me gusta.

Virus Letal | Catnipz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora