Capítulo 2~

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Me detengo en seco, jadeando tras la carrera. Allí está la chica que gritaba, justo en un claro del bosque. Es joven, quizás de mi edad. Su cabello castaño cae en mechones despeinados sobre un rostro pálido y lleno de lágrimas. Lleva un vestido blanco manchado de tierra, y su mirada refleja desesperación.

Pero algo no encaja.

Doy un paso hacia ella, y un escalofrío me recorre la espalda. La brisa mueve su cabello de una forma extraña, como si estuviera siendo empujado en direcciones aleatorias. Algo no va bien. Mi instinto me alerta, y entonces lo veo: un destello.

Un parpadeo atraviesa su figura por un segundo. Su silueta parece volverse translúcida, como si estuviera hecha de luz y no de carne y hueso.

Me detengo en seco.

—¿Quién eres? —pregunto, esta vez con más cautela.

La chica no responde. En lugar de eso, se lleva las manos al rostro, como si quisiera cubrir un grito, pero no produce ningún sonido. Doy un paso atrás. El sudor comienza a acumularse en mis palmas mientras mi mente busca explicaciones. Esto no es normal.

La figura parpadea de nuevo, y esta vez veo algo que me hiela la sangre: no tiene sombra.

Un holograma. No es real.

—¿Por qué...? —intento preguntar, pero mi voz suena débil.

Antes de que pueda procesarlo, la chica desaparece. Sin previo aviso, se desvanece en un destello de luz. El claro queda en silencio, salvo por el murmullo del viento. Bajo la mirada hacia donde estaba de pie, y entonces lo veo: un círculo dibujado en el suelo, con runas que emiten un leve resplandor dorado.

De repente, el aire a mi alrededor cambia. El aroma fresco del bosque es reemplazado por algo denso, asfixiante. El calor comienza a rodearme, y un destello rojo ilumina el horizonte.

—No... no puede ser... —murmuro, sintiendo el primer indicio de pánico.

El fuego.

Las llamas emergen como si el bosque hubiera decidido encenderse en un instante. Chisporroteos surgen entre las hojas, y el calor se hace insoportable. Corro hacia atrás, buscando alejarme del claro, pero el fuego me corta el paso en cada dirección. Las llamas son más rápidas de lo que deberían, moviéndose como si tuvieran vida propia, encerrándome en un círculo cada vez más pequeño.

Mi mente trabaja a toda velocidad. Esto no puede ser un incendio normal. Es otra prueba. Tiene que serlo.

De mi mochila saco mi pócima de hidratación extrema, una mezcla que mi madre siempre dice que puede sofocar pequeños fuegos. Lanzo el líquido hacia las llamas, pero apenas tienen efecto. Retrocedo mientras busco otra solución.

El círculo con runas sigue allí, brillando cada vez más intensamente en el suelo.

—¿Qué quieres de mí? —grito, sin esperar una respuesta.

Las llamas se acercan más. El calor hace que mi piel escueza, y mi respiración se vuelve pesada. No tengo tiempo para pensar. Necesito actuar.

Saco una de mis herramientas más arriesgadas: un polvo explosivo de corta duración. Es peligroso, pero si lo lanzo al suelo junto al círculo, podría desestabilizar la magia que está alimentando este fuego. Con las manos temblorosas, saco un pequeño frasco y lo arrojo con todas mis fuerzas hacia las runas.

El efecto es inmediato.

Un estruendo sacude el claro, y las llamas retroceden por un momento. Aprovecho la apertura y corro hacia un lado, alejándome del círculo. Mis piernas apenas responden, pero no me detengo. El fuego intenta seguirme, serpenteando entre los árboles como si tuviera voluntad propia.

Entre el cielo y el legadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora