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La tranquila pero bien transitada ciudad de Arcadia Oaks parecía estar ajena a la civilización que yacía bajo el suelo en el que la gente se movilizaba. Seres extraordinarios que no podían tocar la luz del día, seres que solo se habían oído en historias para niños, yacían bajo las narices de quienes temian a lo desconocido; aunque parecía ser que iban a recibir a un nuevo visitante a su mundo, por obra y gracia del destino. Pero muy lejos de ellos, entre las personas de arriba, había un aprendiz de la magia, limpiando con desgano los libros empolvados de la librería en la que trabajaba. Además, en otro planeta, ya alejándonos de la tierra, una batalla estaba por librarse entre seres del espacio, de un planeta llamado Akiridion-5.

Entre tantas maravillas desconocidas y los sucesos que estaban por venir a la tierra, específicamente a Arcadia, a los lejos, entre las muchas casas de esa ciudad, había una en particular que ocultaba una maravilla que se desconocía, una que tal vez cambie la vida de algunos.

[ • • •]

Los gritos desde el comedor hicieron que una peli-rosada se levantara desganada de su cama, bostezando, rascándose la cabeza y limpiando el rastro de saliva que tenía por su labio. Se quitó con una queja la sábana, y se levantó para ir al baño de su habitación. Se lavó el rostro, los dientes, se dió una rápida ducha, se vistió y salió.

Alistó su mochila, la tomó con molestia, y antes de salir de su cuarto suspiró. Giró la perilla y... Salió. Los gritos de sus padres no tardaron en llegar a sus oídos mientras bajaba las escaleras.

—¿Siquiera oyes lo que dices? ¡Tú, quieres cambiar nuestro estilo de vida... Por un churro, Joshua!

La voz de su madre y estruendo de algo romperse la hizo sonreír leve. Si le pagaran por siempre presenciar las peleas estúpidas que tenían sus padres, ya sería millonaria.

—¡No lo entiendes, Mikeyla! Es una oportunidad... ¡Si invierto el 70% ahora, Markus me prometió que de la inversión lograría obtener el 1% más de lo que dí..! Un momento.

Al parecer su padre se estaba dando cuenta de que algo no andaba bien con el cálculo que hizo. Negó la cabeza divertida. Vió a sus padres en los lados opuestos del comedor, enarcó la ceja. Se agachó en el momento exacto en que su madre decidió arrojarle a su padre un plato, pero él había corrido a la dirección de la joven, detrás de ella... Se enderezó entre risas al ver a su papá en el suelo, sobándose la cabeza con molestia mientras la miraba mal.

—Gracias por ayudarme, cariño— notó el sarcasmo de voz con el que él le habló. Le sonrió antes de convertirse en un hombre de 60 años y extenderle la mano.

—Siempre es un placer ayudarte, padre...

Le habló con voz de anciano, exagerando su tono y tosiendo en la última palabra. Markus rió por ello. Su madre soltó a sus espaldas un suspiro de fastidio y le pidió que volviera a su forma original.

—Oh vamos, mi amor, deja a la niña divertirse.

Le dijo a su esposa mientras se levantaba del suelo.

—¿Ves, ma? Papá dice que está bien,— volvió a transformarse en una versión pequeña de un niño —a él le gusta,— dijo con tierna voz, exagerando. Vió la mala cara de Mikeyla, hizo un puchero, pero ni eso consiguió sacarle una sonrisa a su progenitora. Rodó los ojos antes de transformarse en una chica, en ella según su madre.

—Así está mejor. Markus, ve a la cocina a traer el bol con los tocinos y tú— miró a su hija con un falso seño fruncido —, más te vale no irte a la escuela sin desayunar. He visto que has estado dejando la comida últimamente— la miró con cariño y preocupación. Caminó hasta ella y la llevó a sentarse. Le tomó de la mejilla y siguió hablando.

F R A G M E N T A D A © | HIATUS |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora