Eden Ceulemans, es un temible jefe del crimen organizado conderado por Europa el jefe de jefes de los sindicatos Belgas en el mundo. Dirige el más grande imperio criminal siendo descrito como "El anticristo", sin dejar de mencionar que acostumbra a...
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(Sombras del Futuro)
POV Edén
Desde la penumbra, entre los callejones empedrados de Bruselas, donde el aire olía a secretos y peligro, observo la escena con calma. Mi imperio criminal se extiende como una sombra, abarcando cada rincón de esta ciudad, invisible para quienes no saben dónde mirar. Para la mayoría, soy Eden Ceulemans, el hombre de negocios exitoso que asiste a eventos de gala y se codea con la élite. Pero entre las sombras, soy otra cosa. El líder indiscutible de los sindicatos criminales de Bélgica.
Fue en uno de esos eventos sociales, rodeado de personas que no valen más que el aire que respiran, donde la vi por primera vez. Jeannine Kemmer. La jueza luxemburguesa que destacaba por su firmeza, por esa belleza que irradiaba fuerza. Al principio, fue solo curiosidad. ¿Qué clase de mujer se oculta tras esa fachada inquebrantable? Pero cuando nuestras miradas se cruzaron, lo supe. Ella sería mía.
Caminé hacia ella, vestido con mi mejor traje, ajustado a la perfección, la máscara de hombre de negocios en su lugar. Pero por dentro, ya había comenzado el juego.
—Buenas noches, Jeannine —le dije, dejando que mi sonrisa fuera un poco más astuta de lo normal—. Un placer conocerte.
Ella frunció el ceño, como si tratara de averiguar quién era.
—¿Y quién eres tú? —preguntó, con esa desconfianza que solo hizo que la quisiera más.
—Solo un hombre de negocios —le respondí, saboreando cada palabra—, pero dicen que las apariencias pueden ser engañosas.
Pude ver en sus ojos la intriga, mezclada con cautela. Aún no sabía quién era, pero algo la obligaba a mantener la conversación.
—He oído hablar de tu valentía en la sala de justicia. Admirable —le dije, buscando romper sus defensas.
—No soy fan de los halagos vacíos. ¿Qué buscas?
Esa respuesta. Esa firmeza. No pude evitar sonreír.
—Tal vez solo busco algo... diferente.
Nos movimos entre la multitud, entre conversaciones vacías y risas falsas. Ella no dejaba de observarme, tratando de descifrar quién era yo realmente.
—Jeannine —susurré, acercándome un poco más—, hay más en este mundo de lo que tus ojos ven.
Ella me miró, escéptica. No era fácil de engañar.
—No me interesan tus juegos, no me interesas tú.
—Quizás cambies de opinión cuando descubras lo que tengo para ofrecerte —le respondí con una sonrisa.
Pero no era solo un juego de palabras. Lo sentí en ese momento, un deseo que nunca antes había experimentado. No se trataba de seducirla o de añadir otra conquista a mi lista. Quería poseerla. No solo su cuerpo, sino su mente, su alma. Quería que me viera como el único capaz de entenderla, de ofrecerle algo que nadie más podía darle.
