Capítulo II

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"El amor es un deleite en sí mismo,no busca el interés propio ni se mezcla con el pesar.Es la satisfacción, sin principio ni fin."

-Emily Dickinson

Al ritmo de la música, el muchacho me sacó a bailar y mientras él me atraía hacia su persona, vi como con timidez, Elena, se acercaba al otro chico

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Al ritmo de la música, el muchacho me sacó a bailar y mientras él me atraía hacia su persona, vi como con timidez, Elena, se acercaba al otro chico. La atmosfera del lugar me hizo seguir al instante la vibra de la música.

—Me llamo Awstin, un placer —se presentó al bailar.

Yo me detuve a verlo, traía un traje de tres piezas morado, un color no muy común. Seguíamos bailando, aunque cada tanto desviaba mi mirada hacia Elena o Maygan

—Cadwyn Samuel, el placer es mío —le sonreí con amabilidad y continuamos bailando el resto de la canción.

Él era un buen bailarín, se movía con una gran elegancia y un porte muy peculiar. Cada paso que dábamos era como bailar en agua bendita. En un momento, al pasar cerca de Elena, la miré a los ojos. Esperaba que fuera una mirada divertida, pero no fue así. Sentí en cada parte de su mirar inseguridad y terror.

Recién la conocía, pero una mujer no puede dejar que otra se ahogue. Me sentiría una idiota si no la salvara de algo que la está abrumando. Nunca llegará el día que deje secarse y marchitarse una rosa frente a mis ojos.

—Disculpe Awstin, ¡emergencia femenina! —me excusé, yendo a por Elena.

Awstin me miró extrañado, pero al instante río.

Caminé entre las personas, dejando al chico detrás de mí. Llegué hasta Elena e interrumpí con la misma excusa que usé con Awstin. Tomé de la mano a mi nueva amiga y fuimos hasta un rincón. Ella parecía estar confundida, ida. Yo me lamentaba haberla entregado a ese chico.

—En serio perdona —le pedí disculpas, juntando mis manos frente a mi cara, cerca de mi boca, buscando las palabras correctas para usar.

Elena río nerviosa, mirando el suelo.

—No pasa nada, solo que... creo que fue un choque muy grande —me explicó subiendo la mirada hacia mis ojos.

Al verme, sentí como me debilitaba ante ella. Sus ojos cafés eran grandes y tenían un brillo centellante que me encantaba. Era una chica única. Me generaba un calor agradable en la cara y el pecho, el cual asumí que era por vergüenza.

—No te voy a lanzar al acantilado nunca más —afirmé, ella solo me dedicó una sonrisa dulce y tierna.

—Confío —respondió luego de un largo silencio, que no era incómodo, más bien era un momento donde estábamos en la misma sintonía.

Estaba por hablarle a Elena, pero la voz de Lasair me interrumpió. Me di media vuelta y la vi. Allí estaba ella, con un chico bastante mayor. Creía conocerlo, pero no me salía su nombre. Elena miraba la situación, callada.

—Cadwyn, te quiero presentar a mi nuevo novio, Darren —se le notaba la emoción en la voz, ya que parecía que cantaba las palabras.

Darren y yo nos miramos. Él era alto, le debía llevar unos ocho años a mi hermana.

—Es satisfactorio verte de nuevo este año —dijo Darren sonriente.

Y ahí recordé. El año anterior había bailado con él, nos habíamos caído bien y tuvimos una cita en su establo de caballos. Se lo había contando a Elena hace apenas un rato. Ese chico era muy caballeroso y honesto, demasiado. La sinceridad se le salía hasta por las orejas.

—¿Ya se conocían? —preguntó Lasair con algo de decepción.

—Solo tuvimos una cita, no funcionó mucho... —respondí con la realidad.

—No quiso montar a caballo porque "los lastimábamos" y se fue —acotó ese chico, haciéndome suspirar.

Noté una mirada de Elena, junto con una sonrisa divertida, igual a la de su hermana. No dije nada, pero internamente sonreí. Mi hermana rio.

—Es que Cad es una amante de los animales, pero tranquilo que yo no soy así —trató de salvarse mi hermana, tomándose del brazo de Darren.

Él solo soltó una carcajada corta.

—¿Quién diría que un espíritu libre y verde como el de Cadwyn tuviese una hermana menos lunática y con más cuerda? —preguntó de broma, atrayendo más a Lasair hacia él con una de sus manos.

No era la primera vez que me llamaban lunática, ni sería la última. Pasar mis tardes en el bosque o en el jardín era mi entera personalidad y nadie me haría sentir vergüenza de ello.

—¿Quién diría que al gran lord Darren Griffith de Leafside le gustasen las niñas de quince años? —respondí para contraatacar.

Darren soltó otra carcajada.

—Ella ya está desarrollada, ya puede tener un hijo ¿y no va a poder estar conmigo? Los hongos te han podrido el cerebro —Me miró con aires de grandeza y agarró bien de la mano a mi hermana—. Vámonos, Lasair, tu hermana es una irrespetuosa.

Los dos se marcharon, con mi hermana en silencio, aunque pude notar su tristeza en la mirada que tenía.

—Ese lord se cree demasiado, al menos lo pusiste en su lugar —dijo repentinamente Elena, que seguía sonriente a mi lado.

Le devolví la sonrisa y ella me hizo un gesto para que la siguiera. Me tomó de la mano y entre la multitud empezó a guiarme. Nos acercamos a una salida, que daba a un bello jardín hundido en la oscuridad, pero bañado en la luz de la luna.

Nos adentramos en él, había solo una parejita más, que se estaba yendo. Caminamos por camino delimitado por arbustos hasta llegar a una fuente donde había una estatua de cupido. Alrededor de esta, el piso estaba hecho de piedritas.

—Esto es muy lindo, Elena —dije asombrada, acercándome a la fuente.

—Es un buen lugar para hablar tranquilas, sin que nadie se entrometa en nuestras conversaciones.

Asentí, dándoles la razón. Ella se apoyó en la fuente, donde el agua corría. La tenue luz de la luna la iluminaba, dejando brillar su pálida piel y fabricando destellos en sus ojos. Desvié mi mirada más y más arriba hasta llegara a la luna, que nos miraba.

—La luna es muy bella, ¿será consiente de ello? —pensé en voz alta.

—La luna lo sabe todo... —respondió Elena, mirándola también, con melancolía.

—Ella guarda cada pensamiento que me he animado a compartirle, ¿tú también hablas con la luna?

—Cada noche. Le hablo, le pido, le ruego. Usualmente no me hace caso, pero... —bajó la mirada y me miró a mí bajo la poca luz que había— creo que esta vez oyó mis plegarias.

Me sonrojé levemente, aunque dudo que se haya notado.

—Ella siempre cumple sus palabras —afirmé.

Elena me tomó de una mano y ejerció algo de presión.

—Espero esta vez no rompa lo que me prometió

De pronto empecé a notar como Elena se acercaba a mí. Además de sonrojarme totalmente, mi corazón empezó a latir como si estuviese corriendo un maratón. Acercó con suavidad su cara a la mía y la desvió a la izquierda. Allí, en mi mejilla, me dio un beso. Un piquito suave y tierno.

Luego se separó, con una sonrisa nerviosa. Yo estaba congelada, muerta del amor. Sonreí de a poco. Millones de veces había recibido besos en la mejilla al saludar, pero nunca para iniciar una amistad. Era extraño, pero me daba un gusto increíble. Elena me miraba, con una mirada de: "por favor, di algo".

Entonces, pensando en al fin había llegada la amiga de mi vida, la tomé de las manos y se las apreté.

—La luna nunca se equivoca.

Cadwyn: mi dulce amor (LGBTQ+) PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora