Capítulo IV

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"Una hermana puede ser vista como alguien que es tanto nosotros mismos como muy mucho no nosotros mismos, una especie de representante de nuestro interior más íntimo, y sin embargo completamente extranjero."  

-Susan Scarf Merrell

Una vez en la puerta de mi patio, me puse los zapatos y entré como si nada, sin siquiera saber qué hora era

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Una vez en la puerta de mi patio, me puse los zapatos y entré como si nada, sin siquiera saber qué hora era. Pasé por el medio del patio sin molestarme si alguien me veía y pasé a mi casa.

Al entrar, vi a Lasair dando vueltas por la sala de estar. Cuando me vio, corrió a mis brazos.

—Nunca más desaparezcas —me pidió con su suave voz.

Yo la miré, confundida. No pensé que me hubiera ido tanto tiempo. Le acaricié el pelo diciéndole que ya estaba en casa. Luego de unos minutos me soltó y se me quedó mirando, con esos ojitos tiernos que tenía.

El clima no tardó en arruinarse con un grito repentino de mi padre.

—¡Cadwyn Ina Samuel! —gritó enfadado.

Volteé mi cabeza a verlo. Estaba rojo de la furia, con los puños cerrados y una pose intimidante. Me sentí asustada, pero tenía que seguir mi meta: ser rebelde, así que aparté a mi hermana y con inseguridad levanté la cabeza.

—¿Qué, Dylan? —Llamarlo por su nombre podía considerarse el mayor error del mundo, pero yo quería desafiarlo.

Sus ojos se abrieron, dejando ver más la esclerótica del ojo. Acto seguido, sus cejas se fruncieron.

—Eres una niña irrespetuosa. Estás descarrilada, desabrida y desquiciada —Avanzó hacia mí y me tomó del brazo con violencia—. Agradece que no te mandé de pupila a una escuela cuando se lo propuse a tu madre, porque te aseguro que no habrías salido de ahí hasta que fueras monja.

—¡Suéltame! —grité con temor, tratando de zafar de sus manos.

—Mocosa mal engendrada, desde ahora vas a hacer lo que yo diga —Logré soltarme, pero él estaba furioso en cantidades, casi le explotaban las venas y su cabeza se tintó de un rojo aterrador—. Ya te conseguí un marido. Te vas a casar con un lord y vas a mantener el honor de esta familia.

—¿Y si no quiero qué? —Pregunté, asustada, pero con un tono de enojo para hacerme respetar.

Mas el respeto no duró nada. Sin verlo venir, mi padre me dio una bofetada, tirándome al suelo. Lasair corrió a ayudarme. Desde ahí vi como mi padre se daba media vuelta sin preocuparse.

—Hoy en la noche hay una cena en la casa de tu prometido, prepárate.

Lágrimas de tristeza e impotencia empezaron a caer, mi hermana me ayudó a levantarme, sin decir ni una palabra. Me toqué la cara, aún sorprendida por el golpe. Acaricié la zona de la bofetada, llorando, cada vez más fuerte, pero ahogando mis gritos. Me contraje, me abracé a mí misma del dolor que sentía. Mi hermana me dio unas palmadas en la espalda, sin saber qué hacer.

—Es el hermano de Darren, Harri, me dijo que era bueno. Seguro te tratará como una reina —Trató de animarme Lasair con pena.

Pero yo no respondí, solo seguí retorciéndome del dolor, de la tristeza, de la amargura y de la impotencia.

Una vez me sentí vacía, dejé a mi hermana y subí a nuestra habitación a prepararme. Iría, no me negaría, me quería ahorrar otra bofetada, pero me negaría al cariño y al amor. De mi ser no saldrían palabras afectuosas por ese hombre, ni tendría actos cariñosos hacia él. Y cuando llegara la hora de casarnos, escaparía. Nadie podía esperar eso.

Mientras me vestía pensaba en Elena. No había podido hacerlo. Ella confiaba en mí. Tendría que esforzarme para no ser sometida por nadie. Tenía que ser libre, ser yo. Un rato después, llegó mi hermana, a vestirse. Las dos nos pusimos nuestros vestidos y nos ayudamos a peinar.

Estábamos en silencio, peinándonos, cuando mi madre entró. Tenía su rubio cabello preparado con bucles, un peinado que de pequeña me encantaba.

—Están muy bellas —nos halagó.

—Gracias, madre —respondimos Lasair y yo a la vez.

Ella avanzó dentro del cuarto y se sentó en mi cama.

—Esta noche deben actuar ideales, niñas, los Bliven y los Jones son familias muy importantes —contó.

Me confundí por un segundo. Los Bliven eran la familia de Darren, y mi prometido Harri, pero los Jones eran la familia de Elena y Maygan. Yo me consideraba la fanática número uno de esa chica, y saber sobre su historia familia a veces era divertido. No era tan fácil averiguar sobre otras personas, por eso no sabía de Elena, pero sí estaba segura que el apellido no artístico de Maygan, y por ende de Elena.

—¿Por qué la familia Jones, madre? —traté de averiguar.

Ella rio.

—Es por Maygan Harley, ¿no? —preguntó curiosa.

Nerviosa asentí. Mi hermana, como siempre, me miró con era mirada de cómplice, sabiendo que mis gestos ocultaban algo. Mas ella solo me terminó de hacer la media trenza.

—Es que ambas familias viven juntas en la mansión Bliven. El hermano mayor de la familia Jones, Virucu, está casado con Mabyn Bliven —me explicó—. Si todo sale bien con ustedes y sus prometidos, también vivirán allí.

Mi madre fingió una sonrisa. Lo noté. Sus sonrisas solían ser cálidas y genuinas, mas cuando no estaba conforme con la situación, forzaba la cara para formar una sonrisa más parecida a una mueca.

Ella se levantó y se fue hasta la puerta. Salió apenas y se dio media vuelta para vernos.

—Estén preparadas, niñas.

Se dio media vuelta y cerró la puerta. La escuché bajar las escaleras.

—¡Ya estás! —dijo mi hermana de un momento a otro— Mírate al espejo.

Había terminado mi media trenza. Busqué mi reflejo en el espejo. Mis ojos estaban húmedos. Estaba hermosa. Una pequeña lagrimilla cayó por mi cara, la cual mi hermana secó con su mano.

—Todo va a salir bien, Wywy —me aseguró.

—No me quiero casar, no quiero —otra lágrima cayó por mi cara. El maquillaje que tenía corría riesgo a correrse.

Ella giró y me puso frente a ella. Me tomó de la manos.

—No tienes qué.

—Claro que sí, papá me matará —traté de contener el llanto.

—Huye, vete lejos, no vuelvas más. Se feliz... —Acarició mi cara.

Negué con la cabeza. Apenas conocía a Elena, pero quería seguir viéndola. Además, no podría soportar ni un día lejos de mi hermana.

—No te dejaré sola en casa —le dije.

Y me abrazó, como nunca lo había hecho.

Luego del momento emotivo, ambas nos terminamos de arreglar y bajamos. Allí, nos esperaba mi padre y mi madre, vestidos para la ocasión, con Mairín arreglando el tarje de mi padre.

—Al carruaje —ordenó Dylan.

Los cuatro fuimos hasta fuera de la casa y vimos el carruaje. Pude ver a los caballo, parecían cansados. Así que mientras mi familia avanzaba al interior del carruaje, fui hasta los animales y les acaricié la cabeza a ambos. Los dos se dejaron sin chistar. Estaban agotados.

—¡Cadwyn, ven aquí! —gritó mi padre.

Asustada, corrí al carruaje y entré, nerviosa. No solo vería a mi futuro esposo, lo cual en realidad no sería cierto ya que no iba a permitir eso, sino que también vería a mi amiga nueva que, también, me besó el cuello. Una maraña de emociones me invadía. 

Cadwyn: mi dulce amor (LGBTQ+) PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora